Cuenta Robin Warren (North Adelaide, Australia, 1937) que su gran afición, la fotografía, le ayudó a hacer el descubrimiento por el que ganó el Nobel de Fisiología y Medicina en 2005, uno de los hallazgos que más impacto directo han tenido sobre la calidad de vida de millones de enfermos. Warren, junto con Barry Marshall, descubrió que una bacteria, la Helicobacter pylori, estaba detrás de las molestias estomacales que sufre un porcentaje muy amplio de la población, y que pueden provocar úlceras y, en última instancia, cáncer gástrico. Su descubrimiento fue acompañado de una solución. Un simple tratamiento antibiótico acababa, a la vez que con la bacteria, las gastritis, las úlceras y otras dolencias del aparato digestivo. Warren ha participado en Madrid en el I Congreso Científico de Caiber, la plataforma española de ensayos clínicos.
Se ha demostrado que la erradicación de la H. pylori reduce sustancialmente el riesgo de cáncer de estómago. ¿Por qué no se plantea la realización de la prueba a toda la población, como un chequeo?
Porque no todo el mundo presenta la bacteria por igual. Por ejemplo, en países como Japón, se ha demostrado que la tiene casi el 100% de la población; por el contrario en personas jóvenes de países europeos no supera el 20%. En Japón, que tiene una de las mayores tasas del mundo de cáncer gástrico, sí se planteó tratar universalmente [sin hacer chequeos] a todo el mundo, para bajar las cifras de este tumor, pero finalmente no se llevó a cabo. En primer lugar, porque hay un riesgo mínimo de reacción negativa al antibiótico, que podría traducirse en problemas para varias personas si la aplicación fuera masiva. En segundo, porque sería caro.
Hay casos en que la H. Pylori no da síntomas, pero sí aumenta el riesgo de cáncer de estómago. ¿No sería mejor hacerse el test para asegurar que no existe la bacteria?
Cualquiera puede pedirle a su médico que le haga la prueba de detección de la H. pylori, pero hay que tener en cuenta el riesgo relativo de cada población. Mi consejo es solicitarla si se tienen molestias gástricas. Sin embargo, hay un signo de la presencia de la bacteria que no tiene por qué estar acompañado de síntomas, el mal aliento. Yo, por ejemplo, le pedí a mi compañero que me hiciera el test cuando mi mujer se quejó de ello. Efectivamente, tenía la H. pylori y tomé antibióticos para erradicarla. Claro, esto es algo que no puede descubrir uno mismo (ríe).
Usted desarrolló un test para detectar la bacteria sólo mediante el aliento, pero aún hay muchas personas a las que se prescribe una endoscopia, una prueba algo molesta. ¿Por qué?
Está claro que con una biopsia del estómago, que es lo que se consigue con esta prueba, se obtiene más información, pero el test del aliento es definitivo. Yo creo que debe ser lo primero que se prescriba y, si el tratamiento no funciona, es cuando hay que realizar una endoscopia. Esto es lo más barato y, en muchos casos, suficiente. Pero lo idóneo, y que constituye la última novedad, es hacer una biopsia y cultivar la bacteria en el laboratorio, buscando su sensibilidad a los antibióticos, para ver cuál funciona mejor y administrárselo al paciente. Pero la mayoría de los médicos no lo hará.
En algunos casos hay resistencia al tratamiento antibiótico. ¿Cree que habrá en un futuro una alternativa a esta terapia?
La bacteria es difícil de erradicar porque, aunque está dentro del organismo, está en la superficie del estómago. Y, como todo tipo de infecciones superficiales, es más difícil de tratar. Sé que están intentando desarrollar una vacuna, pero no sé nada más.
Cuándo Robin Warren y usted publicaron en The Lancet' las primeras evidencias de su hallazgo, la comunidad científica se les echó encima. ¿Cómo vivió este rechazo?
No me importó. De hecho, pensé que era divertido. Era tan obvio que yo tenía razón y ellos no Es que se veía en las fotografías. No sé por qué no me creyeron, también en la Edad Media se decía que la tierra era plana y el centro del universo, y todo el mundo lo asumía como una realidad
Sin embargo, se produjo un fenómeno curioso. Mientras que los especialistas no les creían, los médicos de familia si lo hacían y aplicaban el tratamiento a sus pacientes
Sí. Está claro que a los médicos de familia lo que les importa son sus pacientes, son los que les siguen día a día y los que recibieron a las personas con molestias estomacales diciéndoles que habían leído sobre la posibilidad de un nuevo tratamiento con antibióticos. Les contamos cómo tratar a H. Pylori y, como vieron que funcionaba, siguieron aplicando la terapia.
¿Y cuándo aceptó la comunidad científica su descubrimiento?
Tuvieron que pasar 10 años. Lo más divertido es que, durante los dos años siguientes a nuestra publicación, miles de estudios hechos por grupos de todo el mundo replicaron nuestros resultados. Sé que estaban intentando probar que estábamos equivocados. No lo consiguieron, pero tampoco reconocieron que teníamos razón. Una década después fue la primera vez en que en una reunión oficial se habló de la H. pylori como causa de enfermedad gástrica y de su erradicación como parte del tratamiento. En EEUU, tardaron aún cuatro años más, porque a los estadounidenses les gusta que los hallazgos se hagan en su país, son muy orgullosos.
¿Qué significó ganar el premio Nobel de medicina para usted?
Cuando nos dieron el Nobel, una persona me dijo: "Una vez que lo consigas, tú tiempo va a dejar de ser tuyo, te vas a convertir en propiedad pública". Eso es verdad y es la razón por la que estoy aquí. Desde ese momento, te piden un montón de cosas, algunas que incluso no están relacionadas con tus intereses académicos o tus conocimientos.
Usted ha venido a España al I Congreso Científico de la plataforma española de ensayos clínicos (Caiber), ¿cómo cree que la crisis está afectando a la ciencia?
Creo que negativamente, porque para la investigación hace falta cada vez más dinero. No para investigaciones como la mía, que prácticamente la financié yo solo, pero ahora es cada vez más sofisticada, todo requiere de máquinas electrónicas complejas. Sin duda, el trabajo en red podía ayudar, pero es difícil de controlar, porque a los científicos les gusta liderar su propia investigación y no les gusta que les digan lo que tienen que hacer. Tiene que haber un gran liderazgo para que este tipo de colaboraciones funcionen. En cualquier caso, este es un tema del que se va a tener que ocupar su generación. En los últimos 200 años el conocimiento científico ha avanzado de forma muy rápida y es posible que se tenga que estabilizar, que ocurra algo parecido a lo que va a tener que pasar con el crecimiento de la población, que no puede seguir a este ritmo.
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