ARM está inmersa en nuevos retos tecnológicos, por un lado han incluido sus chips en un enorme sistema perforado en el hielo de la Antártida para detectar neutrinos, y por otro están inmersos en el desarrollo de chips tan pequeños que se pudieran incrustar en el cuerpo humano.
Según explica el director de tecnología de ARM, Mike Muller, los chips de su compañía se están utilizando en el que podría ser considerado el equipo más grande del mundo, una red de detección de nada menos que un kilómetro cuadrado.
Este sistema es el llamado IceCube Neutrino Observatory y se encuentra perforado en el hielo de la Antártida.
El sistema está diseñado para “la caza de los neutrinos”, unas partículas que viajan a la velocidad de la luz y prácticamente no tienen masa, por lo que son difíciles de detectar.
Los detectores de este sistema recogen una luz azul, llamada radiación Cherenkov, que se produce cuando un neutrino golpea a uno de los átomos de agua en el hielo.
Pero no acaban ahí los retos, ya que ARM también está trabajando en diseñar los chips más pequeños del mundo, con el objetivo de desarrollar diseños de 2 mm x 2 mm, que pudieran ser incrustados en materiales de construcción o incluso el cuerpo humano.
Muller asegura que este tipo de sensores podrían ser utilizados para monitorear el progreso de enfermedades o para hacer un seguimiento a distancia de los pacientes.
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