La mayor balsa de lodos tóxicos de Europa está situada en Huelva, entre el corazón de la cuenca minera de Riotinto y la localidad de Campofrío. Desde la carretera se puede observar: tiene el aspecto de un embalse de aguas corriente. Ningún cartel avisa de que la balsa, que contiene 90 millones de toneladas de lodos tóxicos cubiertos por aguas ácidas, puede ser peligrosa.
La Junta de Andalucía, la empresa minera copropietaria, Emed Tartessus, y Ecologistas en Acción coinciden, con matices, en que una catástrofe como la húngara es altamente improbable en esta balsa, que almacena desechos de la extracción de minerales como cobre y oro. Desde 2001 no tiene actividad minera.
Desde Ecologistas en Acción sí denuncian filtraciones de agua ácida procedentes de la balsa al arroyo Tintillo, afluente del río Odiel. "Antes de que la balsa de Aznalcóllar reventase también denunciamos filtraciones, pero nadie nos hizo caso", advierte el ecologista Juan Romero mientras acompaña a Público al corazón de la gran balsa, conocida como la de Gossan, para comprobar esas filtraciones. Romero coincide con la empresa en esgrimir una característica fundamental de este embalse tóxico: los terrenos sobre los que se apoyan son compactos y estables. Tartessus asegura que sus propios estudios certifican esta seguridad. La empresa pretende además recuperar la actividad de la mina a finales del año próximo, aprovechando la revalorización del cobre gracias a su uso en material tecnológico.
Promoción inmobiliaria
Entre 2001 y 2007 nadie se hizo cargo del mantenimiento de la balsa, algo de lo que llegó a alertar la propia fiscalía. En 2007, dos promotoras inmobiliarias se sumaron a la propiedad de la balsa en una subasta pública: Rumbo 5.0, que tiene el 42%, y Zeitung, con el 13%. "Las compraron con idea de hacer campos de golf y casas. Ahora no se quieren hacer cargo del mantenimiento de la balsa, algo que requiere un compromiso para toda la vida", denuncia Romero, que se conoce a la perfección cada uno de los detalles de este episodio aparentemente especulativo.El ecologista reconoce la aceptable labor de Tartessus. "Es la única que ahora se encarga del mantenimiento. Las otras dos empresas impiden el paso de los operarios por su propiedad", explica Romero, que en estos días ve con sorpresa cómo los medios de comunicación vuelven a interesarse, tras la tragedia de Hungría, por un tema que tantos años lleva denunciado. "En otros momentos, nadie nos ha hecho ningún caso", asegura.
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