El canario ha dejado sentir su trino en la mina de carbón. El grisú es una amenaza. Lo que nadie se esperaba es que la alarma saltara en Apple. Parecía la última firma del mundo en tener problemas. Pero los tiene. Y serios. El gas, en forma de magia, se escapa. Rob Enderle, uno de los analistas tecnológicos más reconocidos de Estados Unidos, lo narra a quemarropa. “La compañía ha alcanzado su tope. Pocas empresas sobreviven intactas a la desaparición de su fundador, y Steve Jobs era mucho más que eso. Era una personalidad única”. Y esto añade bastante incertidumbre al presente. “Tim Cook [consejero delegado de Apple] en nada se parece a Jobs, y la empresa debe reajustarse a sus habilidades, lo cual provocará un fuerte declive”, advierte Enderle.
Los mercados financieros, especialistas en encender hogueras con rescoldos ajenos, ya han detectado esa debilidad. Desde sus máximos (702 dólares) de septiembre pasado, la compañía se ha dejado más del 20% de su valor. Los analistas se afanan en buscar soportes y resistencias. Números desde donde la acción debería rebotar o precipitarse. Pero no hay acuerdo. Especialistas que llevan años siguiendo la acción dan precios objetivos tan dispares que solo añaden más ruido a la confusión. Carlo Besenius (Creative Global Investments) habla de 425 dólares, Peter Misek (Jefferies & Company) lo sitúa en 800 dólares, Glen Yeung (Citigroup) apunta a los 575 y Amit Daryanani (RBC Capital Markets) cierra en 725.
Por si fuera poco, otra cifra aporta nuevas interferencias a la imagen: 667 dólares. Es el precio medio objetivo que avanzaron las grandes casas de Bolsa estadounidenses en diciembre pasado. Una cantidad aún elevada y que provoca recelos. “Con una cotización de 700 dólares, los títulos estaban descontando una tasa de crecimiento imposible de cumplir”, valora Daniel Pingarrón, analista de IG Markets. Sin embargo, había expertos que auguraban 900 dólares o más por acción. Incluso, algunos aún mantienen ese optimismo. “La capacidad de Apple de generar liquidez debería presionar al alza el título”, sostiene en un informe reciente Toni Sacconaghi, analista de Bernstein Research, que coloca ese precio objetivo en 800 dólares.
Todo en Apple parece excesivo. La cotización. La lealtad de sus consumidores. Las expectativas de los productos. Las tarifas. Y las dudas. “¿Cuánto tiempo podrá mantener la compañía el factor cool, que le permite cobrar precios altos por sus artículos?”, se pregunta Andre Sharon, profesor de Ingeniería Mecánica en la Universidad de Boston. Sobre todo por unos dispositivos que tienen funciones similares a los de la competencia, pero que inexplicablemente cuestan más. “El efecto cool no durará para siempre”, prevé este experto. “El iPhone, la Blackberry, el Motorola Razr y los teléfonos de Nokia también estuvieron en su día de moda”. De hecho, “durante muchos años, los PC fueron más cool que los Mac”, describe Sharon. En aquel tiempo, lo recordarán, Microsoft batía a Apple.
Esa pérdida en la empresa de Cupertino (California) tiene un inicio. Los expertos la sitúan en el error —inexplicable— vivido hace un par de meses en su aplicación de mapas. Una utilidad clave en los smartphones. El fallo le costó el puesto a Richard Williamson, responsable del equipo que desarrolla esta tecnología. Pero alguien tan perfeccionista como Steve Jobs, que tenía tolerancia cero a los productos mediocres, no habría permitido su comercialización. Tim Cook, sí. El grisú comenzaba a filtrarse.
Para colmo, el iPhone 5 llega con pocas mejoras de calado, lo que repercute en las ventas. “Esperamos una buena demanda, pero no una gran demanda”, puntualiza Glen Yeung, experto de Citi. En Taiwán —un mercado que actúa de termómetro— hay 350.000 dispositivos pedidos, cuando del 4S fueron 380.000. También aumenta la presión de la competencia. El estudio Device explosion, elaborado por Citi, revela que más de la mitad de los consumidores prefieren smartphones con pantallas superiores a 4,1 pulgadas. Esto coloca al iPhone 5 en desventaja frente a los modelos de Samsung o LG.
Poco a poco, el mercado para los iPhone empieza a estar saturado y crece la presión para que Tim Cook lance nuevos productos, escribámoslo así, rompedores. “Apple está sintiendo el aliento en la nuca”, afirma Michael Obuchowski, gestor de carteras de North Shore Asset Management. “Hay una gran presión para que presente nuevos dispositivos mágicos al mercado. Hasta ahora tardaba dos años en lanzar un dispositivo, pero la tensión de los competidores le obliga a reducir ese tiempo”. Es cierto que ha renovado en 2012 todas sus líneas de producto, pero se esperaba más. Y esto tiene su derivada en la cotización. “No llegará a la crisis de las puntocom, pero la caída ha asustado a bastantes inversores”, describe Regino García, analista del bróker XTB.
Esa magia debe de llegar de su diseñador estrella, Jony Ive, a quien muchos ven en el puesto de Cook. Da igual que este lleve solo un año al frente de la compañía. Los nervios son reales, pues el escenario para Apple ha cambiado mucho en los últimos meses. Más competidores, menores márgenes, peleas legales por las patentes y problemas en los centros de fabricación (los trabajadores de las factorías chinas Foxconn, donde se fabrican gran parte de los iPhones e iPads, exigen mejores condiciones laborales) cercan a la empresa. E incluso está intentando americanizar más su imagen, con el anuncio de trasladar de Asia a Estados Unidos parte de los procesos de fabricación de los ordenadores Mac. Un movimiento que Andre Sharon, de la Universidad de Boston, califica de “simbólico”, ya que “no tendrá un impacto real en la economía estadounidense”.
En el fondo, Apple tiene un problema estructural serio. Se ha convertido en una empresa cuyo principal objetivo es defender su modelo de negocio. Esta estrategia reside en el corazón del capitalismo. Todas las grandes compañías con el éxito se vuelven defensivas, mientras que a su alrededor surgen rivales nuevos con ideas más brillantes. Kodak, Sony y Disney vivieron experiencias similares. Y con finales, por cierto, muy distintos.
A la compañía tecnológica de California se le exige mucho, porque se espera también mucho de ella. Citi prevé que en 2015 sus ventas lleguen a los 210.524 millones de dólares (159.858 millones de euros). El año pasado alcanzaron el récord de 156.508 millones de dólares y los especialistas hablan de beneficios netos superiores a 50.000 millones dentro de tres años. Pero el futuro ni está escrito ni asegurado. Lo que es cierto es que ya no es una autopista hacia la marmita de oro al final del arcoíris. Hace unos meses, The New York Times lo resumía así: “Cuando Jobs volvió a la compañía en 1997, después de 12 años de exilio, Apple tenía profundos problemas. Pero pudo asumir grandes riesgos a la búsqueda de un nuevo modelo de negocio porque no tenía nada que perder”. Ahora, los errores cuestan cientos de millones de euros y el sufrimiento de los accionistas.
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