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2012/03/02

El sueño alemán de los desempleados españoles

Múnich, Alemania. En el centro de la ciudad se están bajando los recién llegados del autobús que viene del aeropuerto. Entre ellos están los españoles José Sandino y Juan Alberto Fuente.
Son treintañeros, ingenieros industriales de Málaga, en sur de España. Los dos tienen más de una década de experiencia laboral, pero la crisis económica de España les ha dejado sin empleo. Ahora, se han convertido en inmigrantes.

La alta tasa de desempleo que afecta a España, en torno al 23%, hace que muchos españoles, jóvenes en particular, estén abandonando el país para encontrar trabajo en otra parte. Un destino popular es Alemania, donde la tasa de desempleo está por debajo del 7%. No obstante, comenzar de nuevo es un auténtico desafío.
Temblorosos, Sandino y Fuente se dirigen al mostrador de información de la estación de tren de Múnich a probar su incipiente alemán.
Después de un largo viaje en el metro, y de perderse un par de veces en la calle, descubren que su nuevo hogar temporal es un albergue juvenil gigante, lleno sobre todo de jóvenes mochileros.
Su habitación es pequeña y desnuda, con dos camas de madera, un escritorio y un armario.
Es difícil de creer ahora, dice Sandino, pero, no hace mucho tiempo, la consultora para la que trabajaba en España me pagaba un buen sueldo. De repente, el sector inmobiliario español se derrumbó y, con él, su trabajo.
Sentado en su cama, comenta que no puede creer que esa misma mañana le estaba diciendo adiós a su novia y a su familia.
"Todo se ha complicado", señala, "mi novia está embarazada y sola. Nuestro bebé nacerá en julio. La idea es que ellos se unan a mí aquí, donde no conocemos nada ni a nadie".

Él conoce sólo a una persona en Alemania, a su compañero de viaje, Juan Alberto Fuente. Se conocieron en un curso intensivo de alemán en Málaga y decidieron dar el paso juntos.

Fuente dice que podría seguir viviendo indefinidamente con sus padres, sabiendo que iban a cuidar de él, pero que no era su objetivo en la vida.

"Si envías toneladas de currículums y nadie te llama para una entrevista, tienes que salir a buscar trabajo. Lo que no puedes es quedarte con los brazos cruzados", detalla.

Después de dos semanas en Alemania, los dos españoles dicen que las compañías alemanas están impresionadas con su experiencia laboral, pero les han dicho que vuelvan a llamar cuando sepan hablar alemán. Así que ahora están aprendiendo el idioma lo más rápido posible.

"Idea distorsionada de Alemania"

El desempleo en España está empujando a decenas de miles de personas con educación superior, como Fuente y Sandino, al extranjero. Muchas personas están saliendo del país por primera vez en más de una generación.
Y Alemania es uno de los destinos favoritos, pero no es fácil.

"Venir al norte no es un camino de rosas", señala Cristina Rico, española residente en Múnich desde hace mucho tiempo. Quien no está preparado, subraya, generalmente falla.
Mientras toma un té en una cafetería comenta que muchos españoles escucharon el año pasado a Angela Merkel cuando pidió trabajadores para venir a Alemania, sin entender totalmente los detalles y las implicaciones.

"Los españoles tienen una idea distorsionada de encontrar trabajo aquí en Alemania", detalla Rico. "He visto personas que han venido y han tenido que dar la vuelta para regresar a sus casas. Tenían títulos y experiencia, pero no hablaban inglés o alemán".

Cristina comenta que en el último año ha sido bombardeada con correos electrónicos de muchos españoles desempleados que tienen curiosidad por Alemania.
"Ante la avalancha de preguntas, decidí abrir una página en Facebook llamada Españoles en Múnich", explica.
Cada día, la gente inicia la sesión con preguntas sobre empleo, vivienda, salud, cursos de alemán y cómo obtener certificaciones y diplomas.

En Alemania, con una fuerte estructura educativa, se requiere un certificado de estudios incluso para trabajos no cualificados. Por ejemplo, detalla Rico, para trabajar en una tienda de mascotas tienes que demostrar que tienes la capacitación idónea para ese puesto.

Las diferencias culturales

Patricia Cigala, de 22 años de edad, originaria de Murcia (sur de España), se trasladó a Alemania hace tres meses y encontró un trabajo con una empresa de catering.
Ella dice que uno de sus principales retos ha sido entender cómo interactúan los alemanes.

"Si estás en un barrio donde tienes un conocido alemán y quieres ir a saludarlo sin avisar, no lo hagas", exclama sacudiendo la cabeza.
Cigala explica que en España, amigos y vecinos se saludan y se visitan sin previo aviso. No sólo son bienvenidos sino que te puedes tomar un café, una cerveza o lo que haya a la mano. "Aquí tienes que tener una fecha, una cita", señala. "Y tienes que concretarlo con días o a veces semanas de antelación".
Ana Abad, una niñera de 20 años de edad originaria de Madrid, tiene una ventaja frente a Cigala. Ella ha estado en Múnich durante un año y comenta que ha hecho fuertes amistades alemanas.
"Los alemanes parecen muy cerrados al principio", detalla, "pero al final te das cuenta de que para nada son fríos. He hecho verdaderos amigos aquí", subraya.

Economía de la migración

El economista estadounidense Marten Olsen ha estudiado el mercado de trabajo en toda Europa.

Dice que el costo de la contratación en España ha aumentado un 24% en los últimos años, debido a los aumentos de salarios y beneficios. Al mismo tiempo, comenta, la productividad se ha mantenido prácticamente plana. En Alemania, ha sido todo lo contrario.

"Los españoles han aumentado levemente su productividad con respecto al desproporcionado aumento de los sueldos. Los alemanes, en cambio, han sido más productivos y su salarios han subido poco", explica el experto.
La consecuencia, agrega, es que se ha vuelto relativamente más barato contratar a personas en Alemania que en España.
En otra época, comenta Olsen, España podría haber devaluado su moneda, la peseta, para seguir siendo competitiva. Eso hubiera ayudado a frenar el actual éxodo de trabajadores. Sin embargo, como el país forma parte de la Eurozona, esa opción ya no está sobre la mesa.

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