¿A quién se debe culpar por comenzar la actual crisis en la eurozona? ¿Grecia? ¿Italia? La respuesta, más bien, puede estar un poco más al norte.
No fue el comportamiento de los miembros del sur de la eurozona el que dejó a la moneda común al borde del abismo.
Desde el principio hubo una forma para que la Unión Europea vigilara las economías de los estados miembros, siguiendo las reglas establecidas para la moneda común en el Tratado de Maastricht.
Se le llamó el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y no fue ni Italia ni Grecia el que lo torpedeó. Fue Alemania.
En 2003, Francia y Alemania habían gastado de más y sus déficits presupuestarios habían excedido el límite del 3% del Producto Interno Bruto al cual estaban atados legalmente.
El poder del voto
La Comisión Europea -entonces bajo el mando del exprimer ministro italiano Romano Prodi- tenía el poder para multarlos.
Pero los ministros de finanzas de lo que entonces era una eurozona de 15 miembros se reunieron en Bruselas y rechazaron el voto de la Comisión.
Votaron, en otras palabras, para absolver a Alemania y Francia.
Votaron a favor de no hacer cumplir las reglas que habían suscrito y que estaban diseñadas para proteger la estabilidad de la moneda común.
El entonces ministro de finanzas británico, Gordon Brown, votó de acuerdo con la posición alemana y francesa.
La Unión Europea es criticada con frecuencia por el poder que tiene una Comisión Europea que no es elegida y supuestamente no tiene que rendir cuentas.
En esa ocasión vital, la Comisión luchó contra algo mucho más poderoso: la voluntad combinada de gobiernos elegidos democráticamente.
"Claramente", me dijo Romano Prodi, "no tenía suficiente poder".
"Traté y ellos (los ministros de finanzas) me dijeron que me callara".
Jacques Lafitte fue un joven funcionario del ministerio de finanzas de Francia enviado a Bruselas en los años 90 para ayudar a diseñar la moneda común.
Dijo que los tecnócratas que trabajaban en el proyecto sabían que se necesitaba algún mecanismo central para asegurar que los gobiernos miembros cumplieran las reglas.
"Hicimos en ese entonces una serie de sugerencias a los estados miembros", dijo Lafitte.
"Pero todas fueron rechazadas porque habrían conllevado la transferencia de soberanía de los gobiernos nacionales a Bruselas o tal vez a Fráncfort".
"Lo sabíamos en el fondo. Otra vez no podíamos decirlo tan públicamente".
"Éramos simplemente unos tecnócratas. Debíamos callarnos y escuchar a los estados miembros que, casi por definición, sabían cómo hacer las cosas mejor. Estaba convencido de que no era suficiente".
Maastricht, "gravemente perjudicada"
John Grant era el embajador de Reino Unido ante la Unión Europea durante la reunión de ministros de finanzas.
"La credibilidad de la Comisión y la disposición de los estados miembros a aceptar la autoridad de la Comisión como la responsable independiente de asegurar el cumplimiento de los criterios de Maastricht se vieron obviamente perjudicadas gravemente", dice.
Fue también una señal para el resto de Europa.
"La opinión era que si los chicos grandes no cumplían ni se disciplinaban, entonces iban a estar más relajados cuando se trataba de hacer que nosotros cumpliéramos con el tratado", recuerda el exviceministro de finanzas de Grecia, Peter Doukas.
"Digo, nadie puede imponerles sanciones a Alemania y a Francia. Son los superpoderes europeos. Así que no van a cumplir".
"La presión estaba simplemente ausente", añade Doukas.
El poder que retuvieron las naciones para controlar sus propios presupuestos -que, como sabemos, incluye el poder para maquillar las cifras en algunos casos- está siendo retirado.
En el futuro, los gobiernos de la eurozona tendrán que presentarle a Bruselas su presupuesto a priori para que sea aprobado.
¿Pero cuánto tiempo antes de que las poblaciones nacionales se subleven en nombre de la democracia?
"Mayor influencia"
Desde Helsinki a Atenas ya se está agitando la revuelta y a veces incluye manifestaciones antialemanas.
"Alemania es la locomotora del dolor para los problemas de otras personas", dice Peter Doukas.
"Pedirá una mayor influencia en lo que está pasando en Grecia, Italia y España".
"El centro de gravedad se está moviendo rápidamente hacia Berlín".
"En la unión fiscal serán los que dicten los términos, con Francia como su socio menor".
La resonancia histórica de una poderosa Alemania que demuestra su peso en Europa asusta a los mismos alemanes. Ellos no buscan ni quieren el liderazgo en Europa.
Pero se les ha encargado la labor de ser líderes.
Poder vs. inactividad
En noviembre, en un poderoso discurso en Berlín, el ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, Radislav Sikorski, les pidió a los alemanes que actuaran.
"Probablemente seré el primer ministro de Relaciones Exteriores de Polonia en la historia que dice esto, pero aquí está", dijo Sikorski.
"Me da menos miedo el poder alemán que el miedo que estoy empezando a sentir por la inactividad alemana".
Fue como si estuviera diciendo "ya superamos la pesadilla nazi; ustedes también deberían hacerlo".
La paradoja resultante es esta: que un proceso que fue motivado hace 20 años por un deseo de europeizar a Alemania parece que va a tener justo el efecto contrario.
Buena parte de Europa ahora estará obligada a germanizar su gobernabilidad económica.