Durante las últimas semanas se han sucedido las noticias sobre descubrimientos en los laboratorios del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y ésta no iba a ser menos: uno de sus equipos de investigación ha desarrollado un nuevo tipo de cristal fotónico bidiomensional, esto es, las nanoestructuras ópticas que afectan el flujo de fotones, partiendo de metales como el tungsteno y el tántalo.
El resultado es un material capaz de absorber los infrarrojos y de operar a temperaturas de hasta 1.200 grados centígrados, que se puede desarrollar utilizando técnicas de microfabricación estándar y los equipos que ya existen para manufacturar chips móviles y procesadores para ordenadores.
El hito es considerable, ya que esta clase de resultados en la radiación de calor convertible en electricidad abre las puertas al suministro de energía en una gran variedad de productos. De hecho, el proyecto ha capturado la atención de la mismísima NASA como método más efectivo que el solar en el suministro de energía para vehículos de exploración espaciales. Y es que depender de la energía solar significa pausar las misiones por períodos prolongados cuando las condiciones de luz no son las óptimas.
Otro campo de uso potencial es el de los dispositivos electrónicos portátiles, que a día de hoy dependen de las baterías de iones de litio. Según los científicos, reemplazar estas pilas por celdas “termofotovoltaicas” implicaría extender la vida útil de los gadgets hasta diez veces.
Por último, también se habla de avances en las áreas de energía térmica, para generadores de hidrocarburo, detectores químicos y sensores, e incluso en la eliminación de residuos de centrales eléctricas.
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