Con uno de cada tres jóvenes desempleados, entre las nuevas generaciones de Italia muchos están contemplando emigrar a lugares tan remotos como Africa o América del Sur en la esperanza de mejores perspectivas de trabajo.
Una de las plazas centrales de Roma está dominada por un inmenso monumento dedicado al primer rey de Italia. Es el Altar de la Patria, pero que a veces es llamado el "pastel de bodas" por las escaleras y las torres de brillante marmol blanco que ascienden hacia el cielo.Es las entraás de esta exagerada demostración de orgullo patrio hay un lugar en el que se cuentan las historias de quienes, por una razón u otra, tuvieron que dejar Italia.
Es el Museo de la Emigración. Está lleno de viejas fotografías desteñidas de italianos labrándose nuevas vidas en Buenos Aires, Brooklyn o Brisbane.
La emigración es parte de la historia de Italia, pero para las generaciones más jóvenes de este país, es también parte del presidente.
Muchos de los mejores y más brillantes jóvenes italianos hablan acerca de irse.
Rumbo a Turquía
Tomémos por ejemplo a Sebastiano. En mis primeros días en Roma nos sentamos en unas escalinatas a conversar bajo sol.Recuerdo haberle preguntado qué era lo que periodistas como yo, recién llegados, tendían a malinterpretar de Italia. Y que me djo que los británicos estabamos en particular desventaja.
Me explicó que veníamos de un país donde la política era bastante clara, donde el ganador se lo lleva todo, donde las coaliciones políticas son raras y donde las reglas tienden a ser cumplidas.
Me dijo que yo venía de un mundo en blanco y negro, pero que en Italia habían todos los tonos de grises.
Se podía decir que Sebastiano conocía y entendía todas esas variaciones y también que amaba el lugar. Pero él no veía futuro aquí.
Se imaginaba que en Estambul, en la próspera y confiada Turquía, habrían posibilidades que nunca encontraría en la cansada Italia, inmersa en la peor crisis económica de su generación.
Pocos días después conocí a Samuelle. Inteligente, guapo, afable y con dominio de varios idiomas.
Se podría pensar que habría trabajos para él en cualquier parte de Roma. Pero la verdad es que estaba desempleado.
Cerca de uno de cada tres jóvenes italianos está en la misma posición.
De Roma a Quito
El otro día escuché que Samuelle había finalmente logrado encontrar un trabajo. Pero el puesto está en Quito, Ecuador.Y eso fue lo que destacó un jóven llamado Vincenzo. Que por estos días, inteligentes jóvenes italianos no sólo se están dirigiendo a lugares prósperos, como Alemania o Escandinavia, sino que están yendo por todo el mundo: a América Latina, Africa, cualquier lado, si con eso logran escaparse.
Vincenzo trabaja en un centro de investigaciones en una universidad de Roma, donde asegura que casi todos se han planteado el irse a otro lugar.
El ciertamente lo hará, porque considera que el sistema de aquí le está fallando a la juventud.
Es un lugar donde las oportunidades dependen en mucho de a quién conoces y muy poco en lo que sabes.
Al igual que otros jóvenes que he conocido, Vincenzo me describió una suerte de malestar nacional, una falta de dinamismo, de apertura y equidad, y un estrangulamiento del potencial.
Vincenzó ha pasado años metido en el activismo político de izquierda. Ha trabajado para tratar de cambiar las cosas. Pero al final, dice, "te ves forzado a irte y eso es lo que más te entristece".
Me dijo que Roma era, en sus palabras, "simplemente bella", pero que era imposible para él y su novia quedarse aquí si querían hacer algo con sus carreras.
El nuevo gobierno de Italia está muy conciente de las frustraciones de la juventud de la nación. El primer ministro Mario Monti habla contantemente de la necesidad de crear oportunidades para los italianos más jóvenes.
Monti dice que ese es uno de sus principales objetivos mientras trata de reestructurar y energizar la economía a una gran escala.
Del Vesuvio a Berlín
Por eso en la sureña Nápoles le pregunté a un joven periodista llamado Francesco si creía que las cosas podrían cambiar ahora y si Monti podría cumplirle a las nuevas generaciones.Francesco estaba dubitativo. Incluso si la situación mejoraba, dijo, pasarían años antes de que realmente se pueda notar la diferencia.
Y Francesco no tiene tiempo que perder. El sentía que su vida se había estancado en Nápoles. El único trabajo que podía obtener le pagaría unos 300 euros (US$ 393) al mes. Y eso no es suficiente ni siquiera para pagar la renta.
Francesco estaba planeando irse a Berlín. Hablamos en el paseo marino, mientras el sol se ocultaba. Una calma se había posado sobre la inmensa bahía y mientras tanto veíamos, sólo por unos minutos, como el Monte Vesuvio se bañaba de una suave y extraordinaria luz rosada.
"Seguramente vas a extrañar esto cuando te vayas", dije.
Francesco respondió que a veces, viviendo aquí, estaba tan absorto en sus problemas que era difícil verle el lado bueno al lugar.
Dijo que cuando este lejos quizá será más fácil apreciar realmente Italia y todas las cosas que ofrece el país, como esa adorable visión de la bahía de Nápoles a la caída del sol.
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