En una pequeña habitación de un viejo palacio veneciano situado a la orilla del Gran Canal un obrero lucha contra la marea.
El sonido de un piano resuena entre las paredes, pues el palacio alberga la principal escuela de música de la ciudad: el Conservatorio.
Las obras con las que se quiere evitar que ingrese el agua son parte de una batalla constante.
"Vienen años difíciles para la restauración de nuestros edificios", dice Antonio Foscari, un historiador de la arquitectura y el patriarca de una famosa familia veneciana mientras observa los trabajos.
"Pero con 24 millones de turistas, creo que la economía de la ciudad está bastante segura. Tenemos que dar a esos ingresos un buen uso".
La ciudad, no obstante, enfrenta un nuevo desafío.
La reforma
Grandes recortes en el gasto de los gobiernos locales y en el área de la cultura son parte de la reforma económica promovida por el gobierno tecnocrático de Mario Monti.
Esto significa que prácticas de larga data van a tener que cambiar.
"Con menos aporte de dinero, los venecianos tendrán que aprender a hacer algunas cosas solos, sin la ayuda del gobierno", dice Foscari.
No obstante, "el mayor problema aquí lo tienen las personas jóvenes, no los edificios viejos".
En el ayuntamiento, junto al Gran Canal, el alcalde de Venecia tiene que preocuparse por ambos.
En toda Italia -dice Giorgio Orsoni- las ciudades son el motor de la economía, pero sus presupuestos están siendo recortados.
"Puedo entender por qué hay recortes -expresa- pero el gobierno central se está colocando primero" (que los gobiernos locales).
"Se nos está pidiendo más sacrificios, y eso significa que tenemos que gastar menos en todo: en edificios, en empleo, en todo".
Las barreras
Pero a la distancia de un corto viaje en barco, hay un gran proyecto que no está sufriendo cortes.
Un plan para construir barreras múltiples que controlen el nivel del agua en la laguna de Venecia, para proteger la ciudad de las inundaciones, está entrando en su fase final.
"No habrá más inundaciones", dice María Teresa Brotto, jefa de diseño del proyecto Mose. "Vamos a resolver el problema de una vez por todas"
En este tiempo de austeridad, el gobierno acaba de aportar otros US$789 millones para las barreras contra las inundaciones.
Es parte de una inversión de miles de millones en infraestructura estratégica nacional, con la que el gobierno de Monti espera promover el crecimiento económico.
Pero, ¿ la idea funciona?
"El efecto a corto plazo en términos de gasto adicional no se va a sentir", dice el profesor Carlo Carraro, rector de la Universidad Ca'Foscari. "Vamos a sentir el efecto en unos 10 años; no ahora".
Sin embargo, eso no quiere decir que un lugar como Venecia no pueda sobrevivir a los recortes actuales, añade Carraro.
"Algunas de las instituciones que están teniendo recortes en realidad no eran tan eficientes", argumenta, "y la calidad de las iniciativas en Venecia va a aumentar".
Más competencia
Mientras tanto, otras escaramuzas económicas apenas están comenzando.
En una farmacia en un callejón empedrado veneciano Luca Casarotto me dice por qué la mayoría de los farmacéuticos están en pie de guerra contra nuevos conceptos de liberalización y competencia.
Se trata de una profesión cerrada que rechaza la medicina amarga de la rivalidad.
"Es realmente una revolución", dice Casarotto. "Van a perder negocio con estos cambios. Van a perder dinero".
En los canales, algunos se han aventurado a subir a las góndolas pese al clima invernal.
A los gondoleros no parece importarles el frío, pero en una ciudad donde la tradición es tan importante, cambios en las prácticas de empleo profundamente arraigadas son un enorme desafío.
"Tal vez necesitamos cambios", dice Casarotto. "El problema es que nadie quiere ser el primero" en experimentarlos.
La respuesta del gobierno es simple. En la línea de frente de la crisis de la eurozona, la cuestión es de vida o muerte.
En otras palabras, reducir la ineficiencia y promover y crear una mayor competencia significa más oportunidades.
Aunque ese es un argumento que difícilmente acepta un grupo de manifestantes alrededor de una improvisada tienda de campaña en las afueras de la estación de trenes de Venecia.
Ellos han sido despedidos por los ferrocarriles estatales para reducir costos.
"Por supuesto, Mario Monti, tiene que desempeñar su papel", dice Salvatore. "Es un momento de emergencia real para Italia. Sin embargo, sólo queremos volver a nuestros puestos de trabajo".
Privilegios
En un astillero se reparan viejas góndolas que deberán estar listas para la temporada de verano. Es un trabajo minucioso.
La pregunta es: ¿cómo se puede componer lo que no funciona en el conjunto de una economía sin destruir lo que ya existe?
Hasta ahora -dice Fabricio Barca, uno de los ministros tecnócratas del ejecutivo de Monti- la mayoría está dispuesta a dar al gobierno el beneficio de la duda.
"Ha quedado claro que se están combatiendo los privilegios", argumenta.
"Incluso con la reforma del sistema de pensiones, que ha alargado la vida laboral en unos cinco años, todo el mundo sabe que todo el mundo está siendo tratado de la misma manera".
En su opinión, "el primer ministro ha dejado claro que todos están siendo afectados".
Sin embargo, como Venecia y su larga historia pueden atestiguar, el cambio a veces es lento y este ejecutivo de tecnócratas no necesariamente gobernará por mucho tiempo.
Casarotto, el farmacéutico, puede estar en lo cierto.
Monti está tratando de marcar el comienzo de una revolución, y podría tener éxito.
Pero apenas ha comenzado, y los problemas de Italia tardarán años en resolverse.