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2011/12/26

Taiwán, más 'soft' y menos 'hard'

Taiwán no quería seguir siendo la fábrica del mundo. El país que generaba ingentes cantidades de paraguas y baratijas, se pasó a la tecnología en los noventa. Primero, fabricaba para otros. Hace unos diez años, varios empresarios decidieron lanzarse a vender con sus propios sellos. Se acabó el "made in Taiwán" como sinónimo de producto de bazar. Ahora son responsables de los teléfonos HTC, los ordenadores Asus y Acer o las bicicletas Giant. Cada 0,35 segundos una empresa de Taiwan produce un ordenador (probablemente, fabricado en otro país, eso sí). Cada 0,28 segundos, un teléfono móvil. Pero Taiwán cree, sin embargo, que el negocio del futuro no es solo el hardware. Las aplicaciones y programas (software) cotizan al alza. Por eso ha puesto toda su potencia a trabajar. Quiere ser la reina del hard y del soft.

La apuesta de la década ha sido el "made by Taiwan" [hecho por Taiwán]. Es decir, Taiwán pone el conocimiento, la innovación y el márketing pero busca las fábricas más rentables de China para manufacturar. Después le ponen su sello al producto. "Apostamos por el branding", explica el Taiwan External Trade Development Council (TAITRA). El Ministerio de Economía cree que tener marcas de primer nivel es básico para la riqueza del país. Invitan a periodistas extranjeros a conocer compañías, captan capital riesgo para los emprendedores tecnológicos y facilitan informes y estudios a las compañías. El fabricante de móviles HTC (una de las pocas empresas que sigue teniendo sus factorías en la isla), es el orgullo de la nación, porque este año consiguió entrar al puesto 98 de la lista de las 100 marcas más valiosas del mundo que elabora la consultora especializada Interbrand.
La economía de Taiwán estaba, hasta 1970, orientada a la manufactura. Se convirtió entonces en un foco de inversiones extranjeras, que externalizaron allí su producción de tecnología. En 2000 sus fábricas ya no eran ni de lejos las más baratas de Asia, y decidieron orientarse hacia la innovación y las marcas regionales, según explica San Shen, director del ICT Industry Research Center, un instituto de investigación industrial impulsado por el Gobierno que realiza análisis de mercado para las empresas. Todo un cambio de modelo productivo. El país proveedor se convirtió en competidor.
La estrategia parece haber funcionado. Acer, en 2009, era el segundo mayor fabricante del mundo de ordenadores portátiles. Asus inundó el mercado internacional con los netbooks, esos ordenadores pequeños y baratos orientados a Internet. HTC superó a Nokia y se convirtió en el tercer fabricante mundial de teléfonos inteligentes. Zyxel es un socio tecnológico para los mayores operadores de telefonía del mundo, entre ellos Telefónica.
Pero empresarios y administración saben que el hardware es cada vez un ingrediente más pequeño en la receta del éxito tecnológico. Un iPhone es un objeto de deseo gracias a sus microchips, pero también gracias a los programas y las aplicaciones que contiene, las ingentes dosis de diseño y lo que evoca su marca. "En Taiwán todavía no tenemos grandes compañías de software. En parte porque las familias siempre han puesto mucho énfasis para que sus hijos estudien ingeniería. También porque muchos buenos profesionales se van al extranjero. Vamos a hacer un esfuerzo por impulsar otro tipo de conocimientos, desde programación a diseño. Nos hace falta más conocimiento soft [ligero] en todos los sentidos. Si es necesario, quizá traigamos a los mejores profesionales de China", cuenta Shen. Dar un nuevo vuelco a la economía hacia el software se ha convertido en una cuestión de Estado.
"Tenemos la mejor tecnología. Llegar a un mayor público es cuestión de darnos a conocer", cree Alice Chang, consejera delegada de Cyberlink, una de las pocas empresas de software del país con una marca conocida a nivel mundial. Esta empresa, fundada en 1996, realizaba productos para otras marcas. Hace unos años, sin embargo, siguiendo la estrategia estatal se lanzaron con su marca al mundo. El año pasado la firma, con oficina en Japón, Holanda y EE UU, facturó unos 110 millones de euros.

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