La naturaleza nunca dejará de maravillar al ser humano, que todavía hoy se sorprende con algunas de las especies que pueblan los rincones más inhóspitos del planeta. Uno de estos fascinantes miembros del reino animal es el tiburón de Groenlandia, del que vamos a saber un poco más gracias al blog “Vista al mar”.
Este escualo, cuyo nombre científico es Somniosus microcefalus, vive en el norte del Océano Atlántico y el Glacial Ártico (alrededor de las costas de Groenlandia e Islandia) y se caracteriza porque su piel posee un aspecto similar al de la roca tal y como pueden ver en la fotografía.
Entre los aspectos más sorprendentes de este tiburón que alcanza hasta siete metros de largo, destaca su facilidad para alcanzar profundidades de hasta 600 metros. Además, los científicos han descubierto que puede llegar a vivir más de 200 años nadando entre los hielos del Ártico.
El tiburón de Groenlandia no posee un aspecto demasiado fiero, pero no se fíen de ello; no tiene nada que envidiar a su pariente más famoso, el tiburón blanco, puesto que es capaz de devorar un oso polar, a juzgar por los huesos encontrados en los estómagos de algunos ejemplares capturados. Grandes focas e incluso renos forman también parte de su dieta.
En cuanto al carácter de estos animales, es bastante tranquilo, como comprobó el fotógrafo Doug Perrine, quien tuvo la suerte de poder nadar con varios de ellos que buscaban alimento en las cálidas aguas del río San Lorenzo en América del Norte. Según Perrine, el tiburón de Groenlandia es también muy curioso, ya que cuando descubrieron su presencia se acercaron “a investigar". A pesar de ello, el fotógrafo asegura que durante todo el tiempo que nadó junto a ellos no se sintió amenazado en ningún momento.
Como ocurre con la mayor parte de las especies que pueblan el planeta, el hombre es la mayor amenaza para la supervivencia de estos tiburones. Tradicionalmente han sido pescados por los habitantes de Islandia y Groenlandia, que fabrican botas con su piel y convierten sus dientes en herramientas de corte.
Su carne se usa en la elaboración de un plato típico islandés, el hákarl, aunque debe recibir un tratamiento especial ya que contiene una toxina venenosa para el ser humano. Quizá esta circunstancia sea una de las causas que ha contribuido a que esta especie aún no corra el riesgo de desaparecer de los océanos. Otros de sus familiares, en cambio, no tienen tanta suerte.
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