El transbordador espacial Atlantis tocó hoy tierra en el Centro Espacial Kennedy de Florida cargado de gloria y decadencia. La llegada de sus cuatro tripulantes antes del mediodía (hora peninsular española) supuso la jubilación de una flota que ha permitido edificar un asentamiento humano permanente en el espacio y poner en órbita durante los últimos 30 años instrumentos claves para la comprensión del cosmos.
La retirada de las tres naves, que acabarán en otros tantos museos de EEUU, se lleva por delante también lugares míticos en la historia de la exploración espacial, como el Centro de Control de Misiones de Houston. Desde sus dependencias, EEUU ha dirigido todos sus viajes al espacio en los últimos 45 años. En una de sus salas, hoy reconvertida en museo, se dirigió la llegada del hombre a la Luna o se reaccionó a aquel "Houston, hemos tenido un problema". Tras el aterrizaje de este jueves, la sala de control de los actuales transbordadores realizó su última comunicación con las naves, que ya no necesitan quien las guíe. Hasta 900 empleados de este centro perderán su empleo en los próximos dos meses, según ha explicado a AP Paul Hill, jefe de la división de operaciones de la NASA en Houston. United Launch Alliance, uno de los contratistas de la agencia espacial, despedirá a otros 2.800 empleados del programa.
La sala de mando, dentro de "la catedral de los vuelos espaciales", como la denomina John MCullough, otro directivo de la NASA, se convertirá en un centro de entrenamiento para futuros astronautas estadounidenses. Por ahora, sólo podrán viajar al espacio a bordo de naves Soyuz, para alborozo de Rusia, que las lleva fabricando desde mediados de la década de 1960, cuando aún disputaba a EEUU la carrera espacial. El país no ha querido privarse de una última pulla. "Hoy comienza la era Soyuz, la era de la fiabilidad", espetó Roscosmos, la agencia espacial rusa, en un comunicado. Mientras las Soyuz tienen una impecable hoja de servicios, los transbordadores de la NASA protagonizaron los dos desastres del Challenger (1986) y el Columbia (2003), en los que murieron 14 astronautas.
Al contrario que las Soyuz, naves de un solo uso, los transbordadores son de ida y vuelta. "Hasta que se construyeron, los humanos sólo pasaban días en el espacio, cuando ahora son meses", resalta Pedro Molinero, ingeniero de Hispasat. Los transbordadores han sido claves para construir y viajar a la Estación Espacial Internacional (ISS), un laboratorio permanente que seguirá funcionando hasta 2020. También han llevado al espacio y reparado ingenios como el Hubble, un telescopio espacial que ha aportado una mirada impoluta al cosmos y ayudado a calcular al detalle a qué velocidad se expande el universo.
Este año, un transbordador llevó a la ISS el AMS, otro tipo de telescopio diseñado para atrapar antimateria. "No es la primera vez que se acaba una época y es de esperar que llegue una nueva. La ciencia es muy difícil de parar", explica Manuel Aguilar, coordinador de la participación española en el AMS. EEUU ha decidido que los sucesores de los transbordadores sean naves privadas que, como poco, tardarán cinco años en estar listas. "Vamos a pasar unos años un poco oscuros, pero no debemos abandonar la aventura del espacio", concluye Juan Nebrera, de Iberespacio.
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