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2011/07/18

"Con las patentes no habría sido posible la Capilla Sixtina"

Es como un campusero más. Jon Hall se sienta habitualmente en una de las primeras mesas del Ágora de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, como cualquier otro participante. Habla con todos los que se le acercan, que son muchos. Repartidos por las mesas de las dos sedes que este año tiene el evento, se encuentran decenas de pingüinos, símbolo de la marca debido a la aficción del arquitecto de Linux por este animal. Eso da una idea de la cantidad de fans que el software libre tiene entre los participantes.

Jon Hall dio una conferencia el jueves a última hora de la tarde que se cerró con la llegada de una tarta para celebrar el veinte cumpleaños de Linux pero continúa en la Campus Party, que finaliza esta noche, disfrutando del evento con su ordenador. Hall, que utiliza su apodo, maddog, para firmar a sus muchos fans, se sentó a hablar con este periódico del software libre, del que es, más que un ejecutivo, un apasionado. Hall es directivo de la organización sin ánimo de lucro Linux Internacional.
"Estoy convencido de que Linux es perfecto, el problema es que a los usuarios de Windows les pasa como a algunas parejas que llevan mucho tiempo juntos. Quizá no compaginan del todo bien pero se han hecho a estar juntos. Si se separasen, probablemente encontrarían un mejor compañero, pero se han acostumbrado", sonríe Hall.
A simple vista podría parecer que Linux atrae a usuarios por motivos ideológicos. Un David contra Goliat. Jon Hall lo niega rotundamente: "Hay gente que sí, pero muchas grandes compañías se pasan al software libre por un componente de practicidad, porque pueden mantenerlo, modificarlo y trabajar con él sin limitación. Las que usan software propietario dependen de un tercero que les dé soporte. Y si la compañía cierra, no puedes mantenerlo".
Hall habla también de países cuyas relaciones no son buenas con EE UU. "Es el caso de Cuba. Imagíne a Fidel Castro llamando a Bill Gates para pedirle soluciones. Un país no puede permitir que sus sistemas de información estén gobernados por un software de otro tercer país". Brasil es otro de los que han instalado Linux. Cuando se le pregunta a Hall por el ataque del grupo LulzSec a la página web del Gobierno brasileño, sonríe: "Todo el software tiene problemas de seguridad, es cierto, pero también lo es que con el código abierto puedes solucionarlo antes".
Jon Hall mantiene, desde hace años, una lucha contra las patentes informáticas. Confiesa que al principio no le parecían algo malo pero ahora considera que son "el demonio", un lastre para el conocimiento. "Hay unas 60.000 patentes en EE UU. Cuando alguien programa pierde tiempo en saber, y dinero en abogados, si una parte de su trabajo está bajo patente. Además es imposible que puedas tenerlas todas en mente para no infringirlas". Y pone un ejemplo: "Es como si Miguel Angel pasa 20 años pintando la Capilla Sixtina y Leonardo le dice que la tiene que rehacer porque él ha patentado ese color de ahí -dice señalando un rincón en el techo-. Es imposible".
El discurso de Hall sobre las patentes no tiene nada que ver con el copyright. "Es diferente porque es mucho más fácil de evitar. Yo creo que una persona tiene derecho a hacer lo que quiera con su trabajo, ponerlo bajo la licencia que quiera. En el software libre tenemos copyright sobre cada cosa que se hace pero la licencia permite que lo utilicen los demás". Sobre el crecimiento de Linux, Jon Hall es optimista. "Actualmente Linux va en el 96% de los 500 ordenadores más potentes del mundo y tiene 450.000 programas diferentes de todo tipo: de diseño, de fotografía... de miles de cosas. Todo ello son desarrollos y programas hechos con la colaboración de la gente, y lo han hecho básicamente gratis". Y para quien crea que Linux es para los informáticos más aventajados, asegura sonriente: "He visto a niños de tres años con Linux".
La distribución más popular de Linux, Ubuntu, tiene como lema Linux para seres humanos. ¿Qué opina de esto Jon Hall? "Creo que es una excelente campaña", dice guiñando un ojo.

El Pais

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