La familia y los amigos de Saeed Malekpour temen su inminente ejecución después de que el fiscal general de Irán, Abbas Yafarí Dolatabadí, anunciara hace unos días que dos personas habían recibido la pena capital "por gestionar sitios pornográficos". Malekpour, un programador informático de 35 años, fue condenado a muerte el pasado diciembre por "actuar contra la seguridad nacional diseñando y moderando webs de contenido para adultos" y solo estaba pendiente de la ratificación del Supremo. Varias organizaciones de derechos humanos cuestionan tanto las acusaciones como el proceso.
El juicio a Malekpour, que Amnistía Internacional ha calificado de "injusto", se celebró a principios del pasado diciembre y duró 15 minutos, durante los cuales el acusado no tuvo ocasión de defenderse. La Campaña Internacional por los Derechos Humanos en Irán (CIDHI) también ha expresado una "grave preocupación" por su condena, así como por el aumento de las ejecuciones desde principios de año. Solo en enero se registraron 83, una cada ocho horas, frente a las 86 que hubo en todo 2005, el año en que Mahmud Ahmadineyad llegó al poder.
Malekpour vivía desde 2004 en Canadá donde trabajaba como programador y desarrollador de webs autónomo. Pero en octubre de 2008 viajó a Irán para visitar a su padre enfermo de cáncer. Ahí empezó su pesadilla. Fue detenido por agentes de paisano y enviado a la ominosa prisión de Evin, a las afueras de Teherán. Durante meses estuvo recluido en una celda de aislamiento y sin acceso a un abogado. Nadie informó a su familia.
Solo un año después de su encarcelamiento, Malekpour apareció en un programa de la televisión iraní confesando sus supuestos delitos. Entonces quedó claro que había sido víctima de una campaña que el Gobierno iraní lanzó en 2008 contra las webs que considera "indecentes" y que asegura son instrumento de los países occidentales para corromper a los jóvenes iraníes.
Al parecer Malekpour diseñó un programa para subir y colgar fotos en las webs que, según las declaraciones que su esposa, Fatima Eftekahrí, hizo a varios medios canadienses, fue utilizado sin su consentimiento para crear una página para adultos. Desde que se publicó la sentencia, los blogueros iraníes la han atribuido a la influencia de un grupo de jefes militares de la Guardia Revolucionaria, el ejército ideológico del régimen.
Unos meses después de su confesión, Malekpour logró que alguien sacara una carta suya de Evin en la que aseguraba que había sido torturado para que se autoinculpara. "Mientras estaba con los ojos tapados y esposado, varios individuos me golpearon con cables, palos y sus propios puños. Ese maltrato intentaba forzarme a escribir lo que los interrogadores me dictaban, y obligarme a realizar una confesión falsa ante la cámara de acuerdo con su guión", relató. En el texto, colgado en la página web desde la que se pide su liberación, también cuenta que en una ocasión los interrogadores le desnudaron y amenazaron con violarle usando una botella de agua.
"La cuestión no es si se han producido o no los delitos, sino si las sentencias de muerte se fundamentan en juicios reales, con pruebas reales y casos reales presentados por abogados", advierte Aaron Rhodes, un portavoz de la CIDHI. "Las confesiones televisadas que denotan coerción no sustituyen a un proceso como es debido".
El Gobierno de Canadá ha mostrado reiteradamente su preocupación por Malekpour, pero ni siquiera en los casos que afectan a ciudadanos con doble nacionalidad ha podido hacer mucho. Irán no reconoce segundos pasaportes y cualquier crítica a su sistema judicial la desestima como una intervención en sus asuntos internos. Un irano-canadiense, Hamid Ghasemí-Shall, está condenado a muerte por espionaje; otro, el bloguero Hosein Derkhshan, a 20 años de cárcel. En 2003, la fotógrafa Zahra Kazemí murió en detención, al parecer víctima de una paliza. El pasado 29 de enero, Irán ejecutó a la irano-holandesa Zahra Bahramí.
El Pais
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