Daniel Domscheit-Berg (Alemania, 1978), activista tecnológico -sea lo  que sea lo que eso significa- y principal colaborador de Assange  durante años, dejó Wikileaks el pasado septiembre y ha creado su propio  proyecto, Openleaks, que pretende estar plenamente operativo en unos  meses. Está a punto de publicar un libro con un título explícito: Dentro de Wikileaks: mi tiempo con Julian Assange en la web más peligrosa del mundo, que no es precisamente una hagiografía del australiano.
Pregunta. ¿Cómo fue su salida de Wikileaks?
Respuesta.  Trabajé allí durante tres años en funciones muy diferentes. Analizando  documentos, redactando artículos y finalmente como portavoz oficial del  proyecto. No éramos muchos, cada uno tenía su rol y todos eran igual de  importantes. En mi opinión, todo iba bien hasta que en un momento dado  eso se rompió y Julian Assange empezó a acaparar demasiada atención, el  proyecto adquirió tintes de un personalismo exagerado y Assange adoptó  un papel político con el que estaba y sigo estando en desacuerdo.  Parecía que Wikileaks era un proyecto personal para convertir a Julian  en alguien influyente políticamente. Al final ha acabado poniéndose a él  mismo y a todo el proyecto en peligro. Y eso no era necesario. El mundo  no necesita otro Mesías, no necesita otro gurú, otro líder, otra  estrella del pop.
P. ¿Cuáles son las diferencias principales entre su proyecto y Wikileaks?
R.  Sencillamente intentamos ser menos. Menos que Wikileaks. Como en el  caso de Wikileaks, se trata de seguir más o menos el mismo camino: poner  en marcha una caja en la que de alguna manera se diversifique el  proceso de hacer llegar al público información relevante, al tiempo que  se garantiza la neutralidad y se protege a las fuentes. Pero sin hacer  más de la cuenta: sin jugar ese rol político que han adoptado Assange y  Wikileaks. Preferimos garantizar más la neutralidad; creemos que eso es  más importante. Una quinta parte de nuestros socios serán elegidos en  una votación pública. No queremos que una sola organización resuelva  todos los problemas; queremos que muchas más organizaciones de las que  colaboran con Wikileaks puedan usar ese mecanismo.
P. ¿Cómo cambia que Al Jazeera y el New York Times preparen ese tipo de proyectos y vayan surgiendo Brusselsleaks, Greenleaks o Indoorleaks?
R.  Es una noticia estupenda que refuerza nuestra filosofía. Nosotros  seremos un competidor más, una alternativa a Wikileaks. Y esa  diversificación, que consiste en dar poder a muchos, es muy positiva.  Así es como funciona la democracia.
P. ¿Cuánto dinero necesita?
R. Esperamos levantar en torno a un millón de euros en donaciones. Pero por ahora no tenemos un céntimo.
P. ¿Lo que hacen es periodismo?
R.  No lo creo. Tal vez hay algunas cosas de las que hacemos que se le  parecen, pero no es periodismo. Somos proveedores de tecnología. Eso es  todo.
P. El objetivo es, de alguna manera, forzar a los  Gobiernos a que haya una mayor transparencia informativa. ¿Podría  provocar todo este movimiento más secretismo?
R. Puede ser. Tal vez el cablegate  ya lo ha provocado. En Davos mucha de la gente con la que he hablado no  quiere escribir una sola palabra en el correo electrónico acerca de  temas que puedan traerles complicaciones. Esa es la prueba de que algo  está cambiando.
P. ¿Qué opina de quienes opinan que  Wikileaks y ese tipo de proyectos tratan simplemente de satisfacer una  curiosidad morbosa, como ha dicho Vargas Llosa?
R. Hay  buenos argumentos para defender eso, pero me parece que es injusto decir  que muchas de esas revelaciones que han aparecido satisfacen únicamente  una curiosidad morbosa de la gente: el revuelo está más que justificado  en algunos casos.
P. A Assange abrir ese debate le está dando serios problemas. ¿Teme algo parecido?
R.  Yo soy más pragmático. Él es un visionario, yo un ingeniero. Es un tipo  muy inteligente, uno de los más inteligentes que conozco. Ha hecho  grandes cosas. Pero a la vez es una especie de dictador, un autócrata.  Creo que hay que medirle con esas contradicciones: por un lado toda esa  filosofía de la transparencia, de la democratización de la información;  por otro, la forma tan personalista, tan dictatorial, con la que ha  acabado llevando todo esto.
El Pais
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