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2011/01/10

Castigados sin consola

Abril ha cenado pollo asado con mucha salsa y lo ha hecho a toda prisa. Con solo seis años, esta pequeña madrileña lleva tiempo sin separarse de su Nintendo DS y de los juegos de Pokémon, y hoy, como cada noche después de la cena, ha salido corriendo a por su consola. Mientras intentaba capturar una nueva criatura con el puntero sobre la pantalla táctil, en un acto inconsciente, se ha limpiado los labios con la cortina sin siquiera separar la mirada de la consola. Sus padres, testigos de la escena, han concluido ecuánimes: "Está jugando demasiado".
Tomás, con 3 años recién cumplidos, tiene una forma muy original de saludar a papá cuando entra por la puerta. "¿Has traído el iPad?", le pregunta, con sus ojos llenos de ilusión. La tableta de Apple con pantalla táctil se ha convertido en uno de sus principales juguetes. Sus hermanos mayores, desde el sofá del salón, también saludan al padre, pero sin despegarse de los mandos de "la Play".
Situaciones como éstas no dejan de repetirse a diario en miles de hogares, motivadas por el aumento del número de jugadores jóvenes y las horas que pasan con los videojuegos. Hoy está consolidada la primera generación de padres que ya jugaron a videojuegos durante su niñez y la idea de que los videojuegos son algo malo para los pequeños de la casa es una forma de pensar caduca. Los adultos que utilizaron videojuegos de niños ven en ellos una actividad lúdica como cualquier otra, que incluso desean compartir con sus hijos ahora.
Hoy, más de la mitad de los jugadores que ya son padres en España aseguran haber jugado a videojuegos con sus hijos. Una cantidad que se eleva hasta el 72% en otros países europeos como Reino Unido, según apuntan desde la Asociación Española de Distribuidores y Editores de Software de Entretenimiento (aDeSe).
El tiempo dedicado a la actividad de jugar a videojuegos aumenta hasta el punto de que una quinta parte de los jugadores habituales asegura que en determinadas ocasiones sustituirían una salida con amigos o ver la tele por pasar otro rato más con el mando en sus manos. Además, los considerados heavy users, aquellos usuarios que juegan más de cuatro horas a la semana, son en su mayoría adultos de más de 35 años, aunque también hay niños de entre 7 y 10 años.
Según la Federación de Software Interactivo de Europa (ISFE), en España, un 28% de la población de entre 16 y 49 años se describe como "jugador activo". Esta federación, que vigila los contenidos de los juegos en Europa, asegura que cerca de la mitad de los títulos que se editan son adecuados para jugadores de todas las edades y sólo un 4% está destinado a un público adulto. Esta situación refleja el enorme interés por parte de los desarrolladores a la hora de lanzar juegos pensados para toda la familia y la tremenda demanda que existe de estos juegos familiares. Una tendencia que también se plasma en el afán de los fabricantes por desarrollar dispositivos que permitan el juego en familia, como la consola Wii de Nintendo, el sensor Kinect de la Xbox 360 de Microsoft o los mandos con sensores de movimiento, Move de la plataforma PlayStation 3 de Sony. Una manifestación más que evidencia que no existe esa relación entre videojuego e individualismo, tal y como se ha creído.

Comprando solo, jugando acompañado

Pese a ese "jugar en familia", muchos padres coinciden en señalar que castigan a sus hijos sin videojuegos o utilizan habitualmente esto como una amenaza. Además, cerca de la mitad de los padres no participa en las compras de los videojuegos. El 31% de los papás jugadores y casi la mitad de los no jugadores nunca compra juegos para sus hijos, según un reciente informe de aDeSe, y dejan esta responsabilidad en manos de sus propios benjamines.
El sistema de clasificación por edades, PEGI, está destinado a asegurar que el contenido y la dificultad de los videojuegos sea etiquetado en relación a las edades a los que va dirigido. De este modo, los que compran los juegos tienen una ayuda a la hora de decidir si el título es adecuado o no.
"A mí nunca me han dicho nada por comprar juegos para mayores de 18 años", asegura Manuel, un adolescente que está terminando la enseñanza secundaria. Como 'jugador activo' tenía solo cinco años cuando los Reyes Magos le trajeron su primera consola. Era una flamante Dreamcast de Sega que desprecintó en la navidad de 1999. Desde entonces, hasta hoy, no ha pasado un solo día sin jugar a videojuegos, aunque casi todos los días tiene que acordar con sus padres el tiempo que puede pasar frente a la pantalla. En once años sus ojos han visto varios PC, la primera PlayStation, alguna Gameboy, una PSP y ahora prefiere la Xbox 360, frente a la "más cara" PS3. "Ahora ya casi no juego, no tengo mucho tiempo libre entre la novia y el instituto", aclara.

Videojuegos en familia

Cerca de la mitad de los jugadores asegura que el principal motivo por el que decide encender el ordenador o una consola y agarrar el mando es por simple y llana diversión. Así, los jugadores no solo continúan aumentando en número, sino que también lo hace la frecuencia y el tiempo invertido en jugar frente a la pantalla.
África y María Yun, de 11 y 8 años, lo tienen más difícil con los videojuegos. La mayor asegura que sólo puede jugar los fines de semana y nunca más de una hora al día. "Tengo una Wii y una DS y también juego al PC", apunta, segura de no necesitar jugar más: "No me vicio". Además, si le dieran a elegir un solo objeto de su habitación no se decantaría por la consola, prefiriendo "la música" o "un balón". Su hermana pequeña recuerda disgustada que alguna vez sus padres le han quitado la consola como castigo. Sin embargo, no parece importarle mucho: "Me divierte mucho jugar, pero prefiero la piscina y el parque". Su padre, que no suele jugar, aunque hace unos días ha probado por primera vez el juego musical Guitar Hero, se muestra firme ante el tiempo que dedican sus hijas a los videojuegos. "No las dejamos jugar apenas", afirma tajante.
En España, por término medio, cerca del 70% de los jugadores señala que juega al menos una vez a la semana y más del 12% apunta jugar todos los días. Estas cifras, presentadas en el último informe sobre el sector de los videojuegos elaborado por GFK, se mantienen estables desde hace un lustro, aumentando sutilmente el número de jugadores que juegan con frecuencia a la consola.

Una asignatura pendiente

La influencia de los videojuegos en la vida de los niños se nota también en la escuela. "Siempre que se propone un dibujo, los niños optan por dibujar un personaje de videojuegos o de dibujos animados de la tele", es algo en lo que coinciden muchos maestros. Además, los padres aseguran a los profesores que el peor castigo para con sus hijos es siempre quitarles las consola. "Hoy es raro el niño que no tiene una consola o que no 'se pide' de regalo algo relacionado con videojuegos", asegura Esther, una maestra madrileña de educación primaria. "En el recreo hablan de los niveles que 'se pasan' en los juegos o de algunos trucos para conseguirlo", asegura.
Pese a que muchas son las voces que apuntan a que los niños copian los modelos de los personajes de los videojuegos, parece ser que los más pequeños tienen muy claro que lo que ocurre en los juegos "es mentira". "Son conscientes incluso del precio de los videojuegos y confiesan que sus padres les descargan juegos de Internet", apunta esta educadora, que además es responsable del aula de informática en su centro. "Sin embargo, ni un solo padre me ha preguntado jamás sobre la conveniencia de los videojuegos o de algún título concreto en la educación de sus hijos, y nunca desde el Ministerio nos han dado directriz alguna sobre cómo tratar el asunto de los videojuegos con los niños", concluye, remarcando que en este aspecto existe una "laguna educativa".

Solo diversión

Pese a que algunos estudios siguen apuntando a que los videojuegos violentos promueven conductas violentas en los niños, hoy ya no son los contenidos de los videojuegos los que preocupan tanto a los padres, sino las interminables horas que sus hijos pasan frente a alguna pantalla; ya sea del televisor, el ordenador o de las consolas portátiles o incluso el móvil. Así, parece generalizada la visión de que este tipo de ocio es suficientemente sano y divertido como para formar parte del catálogo de actividades familiares. Sin embargo, el conflicto entre generaciones sigue en pie, aunque ha variado sus argumentos. "Yo prefiero jugar sola, porque papá es muy patoso con el mando", remata Abril, mientras sonríe y vuelve a centrarse nerviosa en la pequeña pantalla de su DS, donde ahora un fontanero gordinflón no para de brincar.

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