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2010/03/10

Precioso y descafeinado Final Fantasy

Fuente: El Mundo.

Los juegos de rol marcan el territorio desde la primera pantalla con mecánicas confusas y sistemas de juego que han evolucionado a lo largo de los últimos veinte años y que el jugador recién llegado considera impenetrables. A la serie Final Fantasy le ha pasado eso siempre.

Tratar de jugar a un juego de la saga (el vanagloriado VII, por ejemplo) requiere horas de dedicación y estudio. De ensayos y errores. Final Fantasy XIII no ha querido ser así.

La gente de Square Enix, creadores de la saga, pensaron que había que abrirla a un público más amplio. Volver a extender las redes para atrapar nuevos fans -los 92 millones de copias vendidas que acumula la saga saben a poco-, y para ello, por lo que vemos en el resultado final del juego, se centraron en conseguir que el jugador no perdiese el hilo argumental y que el sistema de combate llegase a ser algo sencillo.

Final Fantasy XIII cuenta una historia excelente a través de unas espectaculares escenas cinemáticas que, como suele ser habitual en la serie, juegan con las emociones de los personajes, poniendo a flor de piel los sentimientos del jugador: los dioses opresores castigan al personaje del jugador que poco a poco va adquiriendo más y más habilidades hasta el punto en que se puede enfrentar al tirano. Fin de la historia.

En esta ocasión se plantea la existencia de dos mundos: el Nido y Paals. En el primero es donde viven los personajes y de donde son expulsados. El segundo es un infierno repleto de bestias y monstruosas criaturas con las que el jugador se tendrá que enfrentar. Quizá peque de insulso.

Luego está el otro gran cambio: los combates. La idea era simplificarlo y lo han conseguido. El jugador sólo controla a un personaje del grupo, el resto están controlados por la máquina. Eliges las acciones que quieres realizar y el juego las efectúa sobre el enemigo.

Más estrategia

La estructura es la de siempre: ordenar acciones y ver cómo se desarrolla el combate. El gran cambio en Final Fantasy XIII es que se introduce un concepto más estratégico. Plantea un sistema de enfrentamiento en el que no sólo eliges el rol de tu personaje (entre los seis posibles), sino el de los tres personajes que te acompañan, con la enorme cantidad de variantes que existe dentro de éstos... todo pensando que se complementen unos a otros.

La idea, que es buena, convierte al juego en una pesada consecución de batallas descafeinadas que van haciendo que los personajes adquieran nuevas habilidades y suban de nivel muy lentamente.

Esperando un giro de guión que nunca llega, el jugador puede encadenarse a este Final Fantasy durante horas y horas sin que no haya nada más que un combate detrás de otro, eliminando todo ese concepto de exploración, conversación y aventura que convertía al título en un juego de rol. Y si a un juego de rol le quitas su alma, se convierte en un precioso juego de combates por turnos. Un gran ajedrez del siglo XXI.

No sería justo obviar el grandioso momento que vive el jugador que llega al planeta Paals. Con un mapa más extenso y abierto que, esta vez sí, invita y propone algo de diversidad y de elección propia, el jugador se enfrenta a criaturas devastadoras. Glorioso, pero breve.

Pero volvamos al principio, volvamos al propósito de Square Enix, el de atrapar a nuevos jugadores. Posiblemente el juego invite a esto y haga que el jugador fan de toda la vida de la serie se conforme con la historia, el nivel artístico que está alcanzando (la música es impresionante otra vez) y se lamente de la escasez de rol que hay en el juego.

Lo cierto es que no es ni de lejos el mejor Final Fantasy de la serie, pero sí que marca claramente un camino sobre el que el rol japonés de Square Enix evolucionará en futuras entregas.

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