Ars Electronica es el festival de arte y nuevas tecnologías más importante del mundo, y no sólo por ser el decano. Cada comienzo de septiembre, la crema y la nata de la cultura digital se acercan hasta Linz, una vetusta ciudad a orillas del Danubio, y celebra una semana frenética de exposiciones, conciertos y conferencias. El simposio de este año estaba dedicado a "Una nueva economía de la cultura: los límites de la propiedad intelectual". Su comisario y moderador, Joichi Ito, es una auténtica personalidad de la Red, el primer miembro de la red social Orkut a quien expulsaron, literalmente, "por tener demasiados amigos".
Su página de Wikipedia lo define como "empresario, activista y capitalista de riesgo", y aunque en vidas anteriores fue disc-jockey y trabajó en la industria del cine, desde hace tiempo se dedica a proyectos de Internet. Fundó uno de los primeros proveedores comerciales de Internet en Japón, y más tarde su empresa de capital de riesgo Neoteny fue uno de los inversores de referencia de Six Apart, los creadores de las plataformas para blogs Movable Type, Typepad y Vox. En la actualidad Joichi "Joi" Ito se enfrenta al reto de llenar el hueco dejado en Creative Commons por la marcha de Laurence Lessig, que sólo dedica parte de su tiempo a la organización que fundó.
Una vez refinadas las licencias, Ito y Creative Commons proponen ahora convertirlas en parte de la infraestructura de la Red. De hecho, bajo la dirección de Ito, la idea es que Creative Commons se convierta en una especie de organización de estándares del copyright, creando los formatos tecnológicos por los que los creadores, el público, los buscadores, los gestores de derechos, los programadores de navegadores y todos los demás agentes de Internet se comuniquen entre sí qué derechos están disponibles sobre las obras, e incluso qué derechos están reservados.
Laurence Lessig se ha retirado del día a día de Creative Commons (CC) y las licencias han tenido un gran éxito. Sin embargo existe una impresión, tanto dentro del proyecto como fuera, de que la actividad ahora se limita a asegurarse de apretar bien los tornillos para que las licencias no hagan ruidos raros, y que se ha alcanzado un nivel de vuelo estable. Para bien o para mal, ya no estamos subiendo, sino simplemente manteniendo la altura. ¿Es una percepción correcta?
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