La aparición en los últimos años de sistemas de publicación de weblogs o bitácoras, como Blogger o La Coctelera, por citar un par de ellos, han permitido que cualquier usuario de ordenador sin ningún tipo de conocimiento técnico pueda publicar y mantener contenidos en Internet, hasta el punto de que la enorme facilidad de crear y mantener espacios de este tipo ha hecho que su número se multiplicara rápidamente y hoy se cuentan unos 120 millones de weblogs en Internet, aunque muchos de ellos están inactivos.
Pronto los buscadores comenzaron a valorar muy positivamente estos contenidos creados por los usuarios, colocándolos muy arriba en los resultados de las búsquedas, lo que se convirtió en una sorpresa más bien desagradable para muchas empresas, medios de comunicación y políticos.
Y es que de repente ya no era nada sencillo controlar lo que se decía de uno en la Red ni asegurarse de que la única información que circulaba con facilidad era «la versión oficial», algo especialmente importante cuando los usuarios, cada vez más, recurren a la Red para buscar información acerca de lo que les interesa.
Reacciones de todos los tipos
Las empresas hubieron de acostumbrarse a que sus clientes publiquen sus opiniones en Internet y a que a menudo estas páginas creadas por los ellos aparezcan antes en los buscadores que las creadas por las propias empresas.
Muchas aún no saben muy bien cómo reaccionar a esto y optan por no dar señales de vida. Otras, equivocándose de plano, han optado por iniciar acciones legales contra los autores de ciertas páginas exigiendo su retirada, muy a menudo consiguiendo precisamente el efecto contrario al pretendido, ya que lo que suele suceder en estos casos es que esa información se ve reproducida en numerosos otros sitios. Algunas, sin embargo, han sabido adaptarse más o menos rápidamente a esta nueva situación, e incluso se han visto casos de colaboración entre empresas y usuarios a la hora de mejorar un producto, como por ejemplo los robots de Lego MindStorms, casos en los que todo el mundo gana.
Los medios de comunicación, que no necesariamente los periodistas que los hacen, por su parte, también han tenido que tragarse una medicina más bien amarga cuando han visto cómo los ciudadanos de a pie se ponían a producir su propia información, en muchas ocasiones más precisa que la que aparece en estos medios, o como estos mismos ciudadanos vigilan y matizan lo que se dice en los medios tradicionales desde sus espacios en Internet.
Igual que en el caso de las empresas que venden productos o servicios, los medios han pasado por varias etapas en su relación con los weblogs y sus creadores, empezando por ignorarlos en un primer momento, por denostarlos y poner en duda su credibilidad en una segunda fase, por ir reconociendo poco a poco y a regañadientes sus méritos en una tercera fase, y finalmente, al menos hasta ahora, por reconocer la importancia de los contenidos creados por los usuarios y adoptarlos de forma más o menos entusiasta y convencida.
Políticos e Internet
Pero quienes peor parecen llevar en los últimos tiempos el asunto de que cualquiera pueda escribir lo que le venga en gana y llegar con esa información a potencialmente todo el mundo son algunos políticos.
Dejando aparte sus intentos por controlar y poner freno a los distintos sistemas de intercambio de archivos a instancias de diversas entidades de gestión de derechos de autor, algo que por ahora parece condenado al fracaso y que en cualquier caso daría para escribir varias páginas al respecto, desde este pasado verano están llegando señales desde el Parlamento Europeo de una voluntad de controlar lo que se dice en los weblogs.
Poco antes de las vacaciones de verano del Parlamento, la europarlamentaria estonia Marianne Miko proponía la creación de un registro voluntario de bloggers en el que se registraría la identidad de los autores, sus intereses políticos o sociales y la responsabilidad social de estos, argumentando que no se puede saber si lo que dice un blog es cierto y que hace falta saber las posibles motivaciones del blogger , como en contraposición a los medios tradicionales, que los políticos parecen querer asumir que nunca se equivocan ni que tienen intereses más allá de informar al público.
Esta propuesta fue desestimada a finales del pasado mes, pero ello no ha sido óbice para que se siga hablando de ella y que Mikko y otros políticos hayan seguido mencionando la necesidad de regular los blogs y su funcionamiento, algo que personalmente me parece terriblemente equivocado.
Y es que puede que yo peque de inocente, pero personalmente el que cualquiera que esté al lado adecuado de la brecha digital pueda publicar lo que quiera me parece uno de los mayores avances que nos ha traído la tecnología en los últimos años, aunque esto no quiera decir que piense que amparándose en el anonimato que ofrece Internet cualquiera pueda decir impunemente cualquier cosa, aunque este tema también daría para otra página.
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