La columna lumbar de las mujeres empezó hace millones de años a modificarse durante la gestación. Esta zona de la espalda varía hasta en 28º su curvatura para compensar el aumento de peso en la región abdominal y mantener el centro de gravedad estable. Estos cambios mejoraron la supervivencia de las primeras mujeres.
"La selección natural favoreció esta adaptación porque reduce el estrés sobre la columna de las mujeres", señala Liza Shapiro, antropóloga de la Universidad de Texas en Austin (EEUU), autora del estudio que aparece esta semana en la revista 'Nature'. "Sin este cambio, el embarazo supondría una carga mucho mayor para los músculos de la espalda, provocando daño y fatiga, y limitando la capacidad para buscar comida y la habilidad para escapar de los depredadores".
Cuando la especie humana adoptó la bipedestación, que tantas ventajas le dio frente a otros animales, debió realizar una serie de adaptaciones en su cuerpo como la aparición de la lordosis, la curvatura de la espalda lumbar, que es la que estabiliza el cuerpo colocando el centro de gravedad sobre las caderas.
Sin embargo, esta zancada evolutiva suponía un desafío para las mujeres embarazadas ya que sus cuerpos no estaban preparados para gestar a la prole en posición vertical sino horizontal. En este periodo, el cambio de eje hace que, a medida que crece la tripa, se desplace el centro de gravedad hacia delante, en lugar de mantenerse constante como ocurre en los homínidos que se desplazan a cuatro patas.
"El cuerpo debe cambiar dramáticamente para acomodar al bebé y estos cambios afectan a la estabilidad de las mujeres y a su postura. El incremento de la curvatura y el refuerzo de la columna lumbar son clave para mantener una actividad normal durante la gestación", explica otra de las autoras, Katherine Whitcome, investigadora del departamento de antropología en Harvard.
Los especialistas estudiaron a 19 embarazadas y comprobaron cómo la lordosis lumbar aumenta gracias a que las articulaciones de la mujer son más largas que las de los hombres y a que la cuña sobre la que bascula esta curvatura está formada por tres vértebras en lugar de dos, como ocurre en la mitad masculina de la especie.
Esto, explica Whitcome, "permite a la madre gestante aumentar su lordosis, realineando su centro de gravedad sobre sus caderas y contrarrestando el peso desestabilizador del bebé".
El dimorfismo lumbar entre sexos, que está ausente en los chimpancés, se ha detectado en los restos de dos 'Australopithecus africanus', que caminaban sobre dos piernas dos millones de años después de los primeros bípedos. En uno de ellos, además de observarse el patrón lumbar típicamente femenino, se distinguieron cambios en la anatomía de las vértebras similares a las de las humanas modernas.
"Esta evolución permitió a las primeras mujeres tener más facilidad para moverse cuando estaban embarazadas, lo que pudo ser esencial para su supervivencia, y parece haber favorecido la selección natural", declara Daniel Lieberman, el tercer autor, profesor en Harvard.
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