Fuente: La Nacion - Tecnologia.
Cada tanto circula el rumor de que la computadora personal está en vías de extinción. Es algo periódico, como los eclipses. Hace unos ocho años la PC iba a desaparecer, desplazada por una generación de aparatos que permitían usar el correo electrónico y ver páginas Web en el televisor. Recuerdo haber hablado con varios de estos convencidos detractores de la computadora personal. Decían que era complicada, difícil de usar y que, a fin de cuentas, a la gente común lo único que le interesaba era ver la Web y usar el mail.
Claro. El chat estaba todavía en sus inicios. No existían Second Life, Flickr, YouTube ni MySpace. Pero iban a existir y por lo tanto demostró ser una postura peligrosamente miope la de asumir la voz de la gente común . La PC siguió adelante y la Internet por TV fracasó de forma, digamos, lamentable. Parece mentira que más de un cuarto de siglo después de la aparición de la PC haya augures de ocasión que sigan sin ver lo que pasó el 12 de agosto de 1981.
Sobre todo porque lo que ocurrió ese día en el Waldorf Astoria de Nueva York cambió el mundo para siempre.
1867-1981
En agosto de 1981 la humanidad entraba en las postrimerías del siglo XX. Existía cierta sensación de autocomplacencia, y no era para menos. Habíamos llegado a la Luna, le estábamos dando batalla al cáncer y hacíamos trasplantes exitosos. Había TV a color con control remoto infrarrojo, autos con caja automática, lavarropas programables y heladeras con freezer. Incluso había celulares, desde 1979. ¡Teníamos todo lo que deseábamos!
Pero, puertas adentro, en nuestras casas y en la mayoría de las oficinas no era 1981. Era 1867, el año en que se inventó la máquina de escribir.
Durante 114 años no había habido ningún avance fundamental para la gente común . Electrodomésticos al día, claro, pero daba la impresión de que eso de procesar información no era para nosotros. El epígrafe de esta foto pasma. Dice algo así: Si usted usa una persona común , podrá programar el lavarropas y el televisor, pero no su agenda o sus finanzas.
Ahora suena ridículo. Impensable. Pero hasta agosto de 1981 no teníamos computadora en la casa. Excepto por algunos conocedores y entusiastas que empezaban a experimentar con las Commodore, las Tandy y las primeras Apple, la civilización se encaminaba hacia el siglo XXI, convencida de su modernidad, mientras que en nuestros hogares seguíamos viviendo a mediados del XIX.
La PC iba a poner el almanaque humano en fecha, ubicando a la gente común en el siglo XX y preparándola para el XXI. La primera PC costaba, a valores de hoy, unos 3600 dólares, era la computadora más barata en la historia de IBM, aunque no precisamente una ganga, y la compañía esperaba vender unos 240.000 equipos en cinco años. Alcanzó cómodamente esa cifra. En un mes.
Es mío, mío, mío
Eso es lo que llamo un caso de miopía seria. El error de cálculo fue de 60 veces. E IBM fue, de los grandes de la época, la que menos se equivocó, porque al menos entró en el incipiente mercado de las computadoras personales. Muchos otros despreciaron “esos juguetes de 8 bits” hasta que fue demasiado tarde. Hace dos semanas HP anunció que las ganancias de su división de computación personal crecieron un 29% respecto del mismo trimestre del año pasado. Las notebooks avanzaron un 54% y las máquinas de escritorio, 12%. Le va terrible a la PC.
Pero esto es anecdótico. Como escribí en ocasión de los 25 años de la PC, se había producido un traspaso de poder semejante al que Gutenberg nos había brindado con su invento en febrero de 1455. El genio de Maguncia nos otorgó el poder de leer. La computadora personal –del tipo que fuera; IBM, sin proponérselo, sólo acertó con el modelo de los clones– nos daría el poder de procesar datos.
Por cierto, la PC va a desaparecer alguna vez. Pero no reemplazada por un dispositivo menos versátil (el celular) o menos ergonómico (el celular y la computadora de mano). Cuando su reinado se extinga será porque aparece algo que nos da más poder, no menos. El poder de la PC no proviene, como se suele creer, de que puede hacer muchas cosas, sino de que puede hacer un número ilimitado de cosas, incluso aquellas que todavía no imaginamos. Por eso se dice que es una computadora de propósito general. Cuando un dispositivo como el celular sea capaz de ofrecer la misma no limitada versatilidad, entonces dejará de ser un celular y se convertirá en una computadora de propósito general.
Si uno mira la historia de la civilización descubre que cuando la gente común obtiene una cierta cantidad de poder técnico, ya no hay vuelta atrás. Cincuenta años después de la aparición de la imprenta de Gutenberg había nueve millones de libros en impresión en Europa.
Por cierto, al ya libro le firmaron el acta de defunción varias veces: con la llegada del diario, de la radio, de la televisión, de la PC y de Internet. Y aquí está, vivito y coleando. La última Feria del Libro desbordaba. ¿Por qué? Porque fue un avance fenomenal, todavía no hay con qué reemplazarlo y, por lo tanto, no vamos a renunciar a él. No es algo premeditado; es, más bien, una cosa innata, o instintiva.
Las “personas comunes” no olvidamos que fue gracias a los avances técnicos que nos liberamos de la larga noche de la prehistoria. Fueron como 200.000 años. Aprendimos la lección.
Hemos soportado toda clase de opresiones y trágicas marchas atrás culturales. Pero nunca, ni una vez, hubo retrocesos técnicos.
La radio también estuvo durante épocas enteras lista para la fosa. Nada. Hoy está mejor que nunca y ha hecho una fabulosa migración a Internet.
¿Realmente va a desaparecer la PC porque puedo ver un video en el iPhone? ¿Realmente una handheld convencerá a 2000 millones de personas de mandar al altillo la PC?
A mí no me convence.
Por Ariel Torres
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