Es sin duda irónico que los creadores de Skype se conocieran por un trabajo en una operadora telefónica, la sueca Tele2. El sueco Niklas Zennström y el danés Janus Friis trabajaban en la empresa cuando ésta encargó en mayo de 1999 el desarrollo de un periódico digital, Everyday.com, a tres estonios, amigos del instituto y fanáticos de las nuevas tecnologías, Jaan Tallinn, Ahti Heinla y Priit Kasesalu. Diez años antes, aún en plena era soviética, habían creado una compañía de videojuegos y programado Kosmonaut, el primero del país en venderse fuera. Otro paisano, Toivo Annus, fue contratado para gestionar el proyecto.
Pese a que ni conocían el lenguaje de programación que tenían que usar, los estonios se ventilaron el proyecto en un tiempo récord. Así que cuando Zennström y Friis dejaron Tele2 y empezaron a pensar en el futuro sólo tenían una cosa clara: hicieran lo que hicieran, sería programado en Tallin. Era el año 2000, y el caso Napster llenaba los titulares. Así que decidieron crear un competidor, pero que al contrario que Napster fuera legal, por medio de acuerdos con las compañías discográficas. Pero aún era demasiado pronto para ese sueño, e incluso Spotify, que llegaría después, se tiró años hasta conseguir que se avinieran a razones. En septiembre de 2000 estaba listo Kazaa, y en vista del fracaso de las negociaciones el programa vio la luz en marzo de 2001 sin permiso de ningún tipo.
Su popularidad fue enorme, y creció considerablemente después del cierre de Napster en julio de ese mismo año. En el año 2003 era la red de intercambio de archivos más popular del mundo, aunque poco después fuera superada por eMule (entonces eDonkey) y después BitTorrent. Pero aunque sus creadores tuvieron sus ingresos publicitarios, lo que más tenían eran citaciones judiciales. Sus fundadores no sólo se cuidaron mucho de no viajar donde no debían; en alguna ocasión tuvieron que huir por patas de las personas encargadas de entregárselas. "Cuando alguien llamaba a la puerta y no sabíamos quién era", recuerda uno de los estonios, Zennström "se escondía debajo de la mesa".
Los empresarios perseguidos acabaron vendiendo Kazaa en busca de una vida más tranquila, pero se quedaron con la propiedad de la avanzada tecnología P2P que estaba detrás. En verano de 2002 tuvieron la idea feliz de utilizarla para hacer llamadas telefónicas a través de internet y con los estonios dándole a la tecla el primer prototipo estuvo listo en primavera de 2003. No eran los primeros, pero sí los mejores: el programa no fallaba, era muy sencillo de configurar y sonaba mucho mejor; parecía que el interlocutor estaba ahí mismo, no detrás de una línea telefónica. Lo lanzaron en agosto y dos meses después tenían un millón de usuarios.
La empresa se fundó en Luxemburgo no sólo por sus bajos impuestos, sino también porque habían aprendido de lo que pasó en Kazaa y allí se sabían protegidos. Algunas de sus características se construyeron para eludir la ley. Así, por ejemplo, siempre mantuvieron separadas las características Skype In (que permitía a teléfonos tradicionales llamar a Skype) y Skype Out (que permitía a sus usuarios llamar a teléfonos normales), de modo que ningún país les considerara operador telefónico y les regulara como tal. Pero a pesar de que a las operadoras su actividad les sentó como una patada ya saben dónde, lo cierto es que nunca tuvieron problemas legales serios. Y como tantos otros, se forraron con la venta a eBay por 2.500 millones de euros en 2005. Y como hicieron la jugada de vender Skype pero no la tecnología P2P en que se basaba, también pillaron cacho cuando eBay les vendió a Microsoft en 2011 por 8.500 millones.
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