Hubo una vez cuando Google se preocupaba por objetivos como hallar una posición óptima para insertar publicidades en línea de drogas para la disfunción eréctil, localizar en mapas cada bar de los Estados Unidos, producir en masa servicios gratuitos con los que seguir cimentando un casi monopolio en las búsquedas globales, entre otros.
Pero hace más de dos años, mientras los gobiernos de dos continentes se preparaban para lanzar investigaciones anti-monopolio en su contra, Google empezó a adentrarse agresivamente en el territorio de los estados.
Hoy, la empresa es uno de los actores no estatales más importantes de los asuntos internacionales, con operaciones en dominios de seguridad históricamente solo al alcance de los estados-nación.
Según apunta el diario digital Slate, Google rastrea el comercio global de armas, gasta millones en crear herramientas de alerta de crisis para informar al público de los desastres naturales en el horizonte, monitorea la expansión de la gripe y actúa como un censor global para proteger los intereses estadounidenses fuera del país.
Incluso ha intervenido en disputas territoriales, uno de los problemas de seguridad más tirantes y universales con que los estados se enfrentan hoy.
Por medio de Google Earth, se puso del lado de un grupo indígena de la selva del Amazonas en Brasil para ayudar a la tribu a documentar y subir a la web evidencia de las intrusiones en su tierra.
En una forma nueva del arte de gobernar, el presidente ejecutivo de Google, Eric Schmidt, ha viajado a Corea del Norte en contra de los deseos del Departamento de Estado estadounidense.
“Mantengan el gobierno fuera de la regulación de Internet”, le recomendó recientemente a la audiencia en una visita a Myanmar.
Mientras Google evoluciona en su rol en el escenario mundial, la pregunta fundamental podría ser menos si los estados deberían regular la empresa y más si estos estados pueden competir contra una plataforma global de tecnología tan poderosa.
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