“Es algo que hace seis cosas mejor que el smartphone y que el ordenador portátil”. Así presentó Steve Jobs en enero de 2010 el iPad. “Navegar, enviar correos, distribuir fotos, oír música, ver películas y leer libros”.
Cuatro meses después, el 28 de mayo, el iPad llegó a España. Desde entonces muchas cosas han cambiado. El netbook, “lento y malo”, como pronosticó Jobs, ha desaparecido; los portátiles también han caído en ventas, los e-books languidecen, la industria del juego pierde pistón. Pero también aquel exclusivo iPad fue rápidamente replicado con cientos de modelos de decenas de marcas y precios.
De aquellos 599 euros que costaba la única y exclusiva tableta del momento (hoy, 499) se ha llegado a tabletas de menos de 60 euros, obviamente no con las mismas características técnicas ni con el mismo tamaño de tableta (en 2010 la pantalla tipo era de 9,7 pulgadas y hoy la mayoría gira en torno a las 8), pero habla de un impacto popular que ha superado al que tuvo en 2007 el smartphone iPhone.
La tableta ha enterrado al miniportátil (netbook), también al portátil y lleva camino de hacerlo con las miniconsolas. A diferencia del smartphone, que parece ser un aparato ligado a cierta edad, la tableta es para todas las edades y públicos. Así lo ha visto la española Ingo Devices, que se ha especializado en tabletas infantiles, según informa Helena Arriaza. “Somos pioneros en el sector que suma las nuevas tecnologías y los juguetes; es lo que nos diferencia del resto”, cuenta Oriol Canet, director general de la empresa.
Ingo va a lanzar este año una tableta para niños menores de cinco años por 130 euros, tendrán micrófono para Karaoke y mando para conducir coches.
El pasado año vendió más de 100.000, “y este año triplicaremos”. Su sede central en Sabadell se ha ampliado con delegaciones en China, Reino Unido, Hong Kong y Francia.
Las tabletas incluyen un sistema de control parental que programa el tiempo de uso, autoriza las páginas que se pueden visitar o la descarga de aplicaciones. “En cada tableta se puede crear más de un usuario y cada uno con sus restricciones”, cuenta Canet. De esta manera, un niño de dos años y otro de 10 pueden utilizar el mismo aparato, pero cada cual con sus privilegios.
Ingo Kids puede ser la tableta para los más pequeños, pero no la más barata, ni mucho menos. Si desde hace un año, el listón de tabletas de calidad se situó entre 200 y 300 euros (como los modelos Kindle de Amazon, Nexus de Google o las mismas Tab de Samsung), actualmente ya es normal encontrar tabletas por debajo de los 200 euros (es el caso de la Slate de HP, 150 euros o del modelo A1000 de Lenovo por 163).
Aún es un precio alto. Gracias a las marcas blancas procedentes de China se encuentran tabletas de calidad (aunque con menos prestaciones) por debajo de los 100 euros. Es el caso de la tableta Maxwest 75, con una pantalla de siete pulgadas, sistema Android. Ya se puede adquirir en Estados Unidos por 65 dólares (50 euros).
Canet espera triplicar sus tabletas de niños, más de 300.000, una gota frente a los más de 210 millones de aparatos (de marca) que se venderán este año.
Dos factores principales han coincidido para que la tableta baje su precio a una décima parte (al margen de sus diferentes características): la reducción de la pantalla (de casi 10 a unas 7 pulgadas) y el software Android, un sistema operativo gratuito para los fabricantes, a cambio de incluir los servicios de su propietario, Google.
La influencia de las tabletas en este trienio va más allá de la tecnología y la comunicación. No es casualidad que su influjo coincida con el boom de los microrrelatos y de los cortometrajes y que desaparecida la carta en beneficio del correo electrónico, ahora caiga este a golpe de tuit.
La creación se ha adaptado a aparatos más pequeños y a atenciones más breves, porque, ciertamente, sus dueños no tienen tanto tiempo para aguantar una película de dos horas en la tableta ni para leer un novelón de corrido. Solo han pasado tres años: permanezcamos atentos a la pantallita.
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