“No tienes que ser un libertador chiflado para entender que la confianza en las divisas políticas está erosionando”, dice Chris Larsen, responsable tras OpenCoin. “Nuestro objetivo es construir la nueva divisa global”.
Con esta declaración de intenciones se presenta Ripple, la marca visible de OpenCoin, la alternativa al manido Bitcoin. La iniciativa ya ha recibido el apoyo de importantes inversores como Andreessen Horowitz.
El sistema financiero no ha cambiado apenas desde la llegada de internet. “¿Por qué cuesta tanto mover el dinero?”, se pregunta. “No tiene sentido”, se lamenta.
Ripple es mucho más rápido que Bitcoin, prometen sus creadores a Bloomberg. Una transacción dura apenas 10 segundos gracias a que los servidores comprueban automáticamente la contabilidad.
Además, el sistema no está centralizado, por lo que un problema no lo paraliza. El valor de los Bitcoins ha caído recientemente hasta en 100 dólares por un ataque de denegación de servicio de Mt.Gox, su mayor mercado online.
OpenCoin pondrá 100.000 millones de Ripples en circulación, la mitad para los usuarios que se registren y la otra mitad servirá de fondo de reserva de la empresa.
De la mano de la liberación de los 50.000 millones de Ripples, OpenCoin, pondrá a disposición de los usuarios una serie de herramientas. Quienes se registren podrán monitorizar los movimientos en su saldo, hacer o recibir transacciones y cambiar Ripples por dólares o Bitcoin.
Llegue o no a cuajar entre los usuarios, es evidente que crece el empeño de crear una moneda digital que al menos aúne dos características: el aprovechamiento del potencial de la red y más importante, que se aleje del control estatal.
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