El sistema de alarmas de la Universidad de Illinois (EE.UU.) lanzó el pasado lunes un inquietante mensaje a través de Twitter:
«Materiales peligrosos liberados del Instituto de Biología del Genoma.
La área de emergencia es segura para escapar. En otro caso, buscar un
refugio». ¿Cómo? ¿Materiales peligrosos?
¿De un centro de investigación biológica? Demasiadas películas de
zombis han comenzado así como para no cundir el pánico entre la
población.
La
alarma corrió en la red social. El centro de emergencias continuó
informando debidamente hasta que el peligro desapareció. Sin embargo, el
tuit del primer aviso rodó por su cuenta como unidad sembrando el
desconcierto. ¿Es entonces Twitter un
buen sistema para dar alertas de esta magnitud? A favor tiene la
inmediatez y en contra la descontextualización. Y mucho más en contra: cualquiera puede crear una alarma infundada.
Adriana Bombín, experta de la agencia de marketing digital LBi\bigmouthmedia,
explica que siempre debe haber un lugar de referencia donde la
información sea ampliada y actualizada constantemente. «El primer tuit
de aviso debe enlazar ya a ese punto para que no se pierda en
retuiteos», apunta junto con el equipo de social media de la agencia. Un
error en el que incurrió la Universidad de Illinois.
Alarmas infundadas
Si
el mensaje de alarma es falso, la ventaja de las redes sociales está
sobre todo en la posibilidad de responder a la demanda de información.
Además, según explican desde LBi\bigmouthmedia, se debe ofrecer
información detallada y continua, y contar con una serie de cuentas
influyentes de referencia que apoyen el mensaje para apagar el bulo,
también llamado «hoax».
El Código Penal español establece una pena de prisión de seis meses a un año,
o multa de 12 a 24 meses, para los que, con la finalidad de atentar
contra la paz pública, afirmen falsamente la existencia de explosivos o
de sustancias químicas, biológicas o tóxicas que puedan causar daño a la
salud. Independientemente del medio empleado, incluido las redes
sociales.
Paloma
Llaneza, abogada especializada en internet, matiza según el grado de
culpabilidad. «Hay personas que actúan llevadas por la mala fe y hay
gente imprudente y desinformada. No es lo mismo que alguien de buena fe
pero mal informado tuitee un contenido y cause pánico que se lancen
rumores con la finalidad de aprovecharse».
En ocasiones, no se trata de un simple error, sino una estrategia para generar caos. Los rumores en medio los disturbios de Londres en 2011
se difundieron con rapidez, desde la liberación de animales salvajes
del zoo hasta el incendio en la noria «London Eye» o el falso asalto de
una turba al hospital para niños de Birmingham.
En México, el año pasado, dos tuiteros fueron detenidos y encarcelados por sembrar el pánico con avisos de bomba en
varios colegios del estado de Veracruz. El tráfico se colapsó con
cientos de padres que acudieron precipitadamente a recoger a sus hijos, y
las líneas telefónicas se congestionaron. Se les llamó #twitterroristas, aunque finalmente solo pasaron un mes en prisión porque la Fiscalía retiró los cargos ya que no había legislación al respecto.
Reparación
«Se puede causar daño a propósito o por simple negligencia, por un error. Cabría reclamar una reparación si
se demuestra que concurre alguno de ellos, si no hay otras causas, y
que se ha dado un daño cuantificable», explica la abogada Paloma
Llaneza.
Llaneza se lamenta que en demasiadas ocasiones se tiende a olvidar que Twitter no es un medio de comunicación,
sino una red social en la que cada uno se hace responsable de lo que
dice. «Quien espere que haya dos fuentes contrastables detrás de cada
tuit, que la información sea veraz o que se ejerza una intermediación
como la que efectúa un periodista se está equivocando. Twitter es un
lugar de encuentro en el que decido a quién sigo y si confío en la
información que me facilita una persona, bien por su trayectoria o por
mi candidez».
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