Profesionales, expertos e incluso consumidores recuerdan a menudo que
los videojuegos tienen otras aplicaciones distintas del entretenimiento:
en campos como la medicina, la educación, etcétera. Cuando se destacan
estas utilidades adicionales se suele pensar en los contenidos y en sus
potencialidades. Resulta menos frecuente referirse a los elementos
físicos que posibilitan estas experiencias: consolas, mandos, etc. Sin
embargo, la popular Wii de Nintendo
se está erigiendo en una de las excepciones más notables. Cada vez hay
más propuestas que se esfuerzan en demostrar que, de ella, se puede
aprovechar casi todo, comenzando por los dispositivos remotos que en su
día renovaron el mundo del videojuego.
Los Wiimotes –así se llaman sus controles a distancia– han sido empleados en múltiples iniciativas artísticas y participativas desde hace años. Por ejemplo, el proyecto W-Space,
de la coreógrafa Paola Tognazzi, consistía en un traje que llevaba
incorporados ocho de estos mandos que registraban todos los movimientos,
incluso los más leves, de quien se lo ponía, para convertirlos a
continuación en sonidos. O las creaciones del artista madrileño Martín
Nadal, autor de Bloop y coautor, junto a Steven Pickes y Juan Fabián, de
Plaza animada, películas en las que los espectadores podían manipular
cualquier fotograma con este componente.
Recientemente un grupo de investigadores coreanos ha superado el terreno de lo lúdico y ha conseguido usar los Wiimotes para diagnosticar una enfermedad infantil.
Y es que esta media docena de científicos vinculados a universidades y
hospitales de Seúl ha desarrollado un sistema para descubrir qué niños
padecen tortícolis ocular basándose en estas
herramientas, por lo general asociadas al ocio. Según detallan en el
artículo que han publicado en la revista Investigative Ophthalmology
& Visual Science, el método, además, es tan eficaz como barato.
Las
posiciones de la cabeza de quienes padecen este problema en los ojos
son anormales. Pues bien, gracias a un par de controles remotos, este
colectivo de doctores ya cuenta con un monitor de movimiento por
infrarrojos que mide en tiempo real el ángulo de inclinación de los
afectados y que está conectado a un ordenador que procesa esa
información. Son detalles fundamentales para evaluar cómo progresa la
tortícolis y qué tratamiento o intervenciones son más adecuados en cada
caso. Los datos procedentes de esta modalidad de análisis, denominada
IOHT, apenas difieren de los obtenidos con el equipo convencional, el
CROM, lo cual ha llevado a los autores, Jongshin Kim, Kyoung Won Nam, Ik
Gyu Jang, Hee Kyung Yang, Kwang Gi Kim y Jeong-Min Hwang, a concluir
que esta solución podría empezar a introducirse "en la práctica
clínica".
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