Amy Hildebrand
nació ciega por una extraña enfermedad hereditaria. A sus padres le
dijeron que no podría andar en bicicleta o hacer una vida normal. Pero
cuando esta estadounidense llegó a la adolescencia fue sometida a una
compleja operación y comenzó a adivinar colores y sombras. Hoy está a
punto de terminar un proyecto: mil fotografías para mil días de su vida.
Lo
comenzó en 2009, cuando vivía en casa con sus dos hijos, ahora de
cuatro y dos años. Toda una aventura para una mujer que padece albinismo,
una enfermedad que sufre uno de cada 17.000 estadounidense. «Sufro
albinismo, pero también soy fotógrafa, madre y artista. El albinismo es
solo una parte de mí. No me define», defiende.
Tres
de los cinco hijos biológicos de la familia Hildebrand tienen esta
enfermedad; solo los hijos gemelos no la sufren. Es un trastorno
hereditario, pero la madre, Teri Garza Shields,
insiste en que «los únicos límites son los que uno se pone a sí mismo».
Amy conoció la fotografía en el instituto y la estudió en la
universidad. Y comenzó usar la cámara como si fuera su ojo.
Poco
después de nacer, a los cinco meses, le pusieron unas lentes de
contacto con una pupila artificial para facilitar una mejora en su
vista. A los ocho meses ya podía distinguir sombras. El punto de
inflexión para Amy llegó en su adolescencia. Fue sometida a una compleja operación y su visión mejoró de forma notable.
Gracias
a esta mejora -distinguía colores, formas y sombras- y su pericia, Amy
ha terminado dedicándose a la fotografía de forma profesional. En
internet está cerca de acabar con un proyecto que consiste en publicar una instantánea por cada día de su vida. Y así hasta mil.
Cada
treinta días publica un texto en el que explica sus impresiones. El
último data de este mismo mes de abril. «Hay momentos en que estoy
ansiosa de que esto termine», reconoce. Apenas le quedan setenta fotos
para cumplir las mil.
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