Ciento cincuenta contactos o amigos. Es el número fijado, hace ahora
veinte años, por el antropólogo Robin Dunbar como la cifra ideal de
contactos con los que una persona puede relacionarse de forma estable
sin llegar a la saturación. Es lo que se conoce, en el mundo de la
relaciones personales, como el número Dunbar. Una cifra, afirma Ferran
Lalueza, director de los programas de Comunicació, Publicitat i
Relacions Públiques de la Universitat Oberta de Catalunya, que ha
quedado pulverizada, dos décadas después, "con las herramientas de las
redes sociales".
Ahora los contactos establecidos a través de la
red se cuentan por miles y además crece la tendencia de comprar amigos y
seguidores en Twitter o Facebook para aparentar popularidad.
Proliferan
en internet los anuncios que ofrecen, previo pago, engrosar las listas
de contactos en la red social. "Añada ya mil usuarios a su cuenta de
Twitter por 29 dólares", rezan algunas de esas ofertas. El precio de esa
compra de amigos se encarece conforme aumenta el número de seguidores.
Por 67 dólares se prometen añadir en una cuenta personal, en un plazo no
superior a las dos semanas, cinco mil nuevos amigos y por 97 dólares se
garantizan diez mil seguidores.
Lalueza no niega que con las
actuales herramientas de las redes sociales "se puede gestionar de una
forma más eficaz un número de contactos, mayor que el fijado por Dunbar,
e interactuar con ellos". Pero recalca que hoy lo importante "no es el
número de amigos que tenemos en Facebook o la cantidad de seguidores en
Twitter, sino la calidad de esos contactos o los vínculos que mantenemos
con los mismos". Una postura muy diferente a la expresada en sus
anuncios por esas empresas que venden amigos por la red (presuntamente
la mayoría de los perfiles son falsos) con mensajes en los que se prima
la cantidad más que la calidad. Para Lalueza esos contactos "son
impostados al no haber vínculos reales que los justifiquen".
Javier
Leiva, consultor en gestión de la reputación on line y estrategia de
las organizaciones en internet, habla directamente de fraude, al
referirse a ese negocio de compra de amigos en la red. Considera,
además, para desánimo de los que se han gastado dinero para engrosar sus
listas de contactos, que esa práctica "no va a reportar a la larga
beneficio alguno a los compradores". Conocida la existencia de esa venta
de amigos virtuales, "resulta fácil detectar la impostura de los
contactos. Basta comprobar si ha habido interacción o entrar en los
perfiles para comprobar que muchos están vacíos", afirma Leiva, fundador
de la empresa Catorze.com y autor del libro Gestión de la reputación on
line.
Esta práctica no es más, añade Leiva, que una evolución en
la vida de las redes sociales. "Los que ahora venden amigos hace unos
años contrataban ejércitos de personas en países en vías de desarrollo
para que hicieran un clic sobre los anuncios de páginas web a las que
prometían un aumento de visitas. Y la cosa funcionaba más o menos así:
yo pago un céntimo por clic a un chino y después cobro cinco céntimos a
la página web por ese mismo clic. Un buen negocio, continúa Leiva, pero
lógicamente, eso a medio plazo lleva al empobrecimiento de un modelo que
bien llevado podría ser sostenible".
"Anteriormente a eso
-recuerda este consultor- las empresas se peleaban por tener miles y
miles de usuarios registrados en sus bases de datos. Para promover esos
registros regalaban cualquier cosa, porque el objetivo era aumentar
artificialmente el valor percibido de la empresa y venderla por una
millonada a un inversor que creyera que miles de usuarios equivaldrían a
millones de dólares. Es la cultura del pelotazo y que dio paso a la
burbuja de las puntocom hacia el año 2000: unos cuantos se hicieron
ricos pero muchos otros se arruinaron en el intento".
Con la
compra de amigos está ocurriendo ahora algo similar, cuando esa práctica
la ponen en práctica grandes empresas. Buscan engrosar sus listas de
seguidores en un intento por ganar una reputación falsa frente a sus
competidores. Hay casos, como el de una conocida marca de bebidas, que
consiguió multiplicar su popularidad por diez en Facebook en menos de un
mes. Sólo en cuatro días se consiguieron 40.000 nuevos seguidores. Una
cifra que para los expertos en la materia es imposible de alcanzar sin
la intervención de estas empresas que venden contactos en la red.
Algunos bancos han llegado a regalar pequeñas cantidades de dinero a
cambió de un clic en el "me gusta" de su página de Facebook o por seguir
a la entidad en su cuenta de Twitter.
En las ofertas lanzadas en
este mercado negro de contactos se envían mensajes como el de "Tener
más seguidores en Twitter animará a más actividades en su empresa" o
"Nuestro lema es ayudar a que su negocio prospere en línea". Las
empresas saben que la mayoría de esos seguidores ni tan siquiera entran
en el perfil de sus potenciales clientes, pero lo que buscarían, dicen
los expertos, es al usuario que suele añadirse a una lista por el simple
hecho de que tenga un abultado número de seguidores. Caen en la trampa
de una popularidad irreal. La compra de seguidores sólo seguirá
resultando, por lo tanto, eficaz (en el caso de grandes empresas o
personas que buscan promocionarse con la tarjeta de la popularidad),
mientras la mayoría de usuarios ignoren la existencia de ese mercado
negro. Pero cada vez se valora ya más la calidad de esos amigos o
seguidores o la interacción con los mismos, que la cantidad de contactos
de una cuenta.
Ferran Lalueza apunta que la clave del éxito en
la relación "social del futuro es el diálogo, la interacción y la
bidireccionalidad". Si se tienen muchos amigos y seguidores "a los que
llegan nuestros mensajes, pero precisamente por su elevado número es
inviable que nosotros también les escuchemos y que se genere un
verdadero diálogo, no los fidelizaremos", añade. "Interpelar ya no
funciona", asegura Lalueza. "Hoy hay que implicar y eso es imposible
conseguirlo si antes no somos capaces de escuchar", concluye este
profesor de Comunicación, Publicidad y Relaciones Públicas.
Para
Javier Leiva "no sirve para nada sumar muchas relaciones falsas en las
redes sociales; lo verdaderamente efectivo es rentabilizar las que se
tienen, aunque sean menos. A un nivel más casero, a menudo veo en
Twitter personas que piden seguidores para llegar a mil o dos mil... y
me pregunto: ¿para que? De verdad eso sirve para algo más que para
alimentar el ego? Leiva está convencido de que este mercado de venta de
amigos no tiene futuro.
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