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2012/04/28

Detroit resucita gracias a los autos... y al rescate


Detroit fue la cuna de la industria automotriz, pero en 2009 estuvo a punto de morir. General Motors y Chrysler estaban al borde de la quiebra, sus brazos financieros afectados por la contracción del crédito, la producción en baja y problemas importantes de saturación de las pensiones.
Pero ahora Detroit ha vuelto a la vida.

La ciudad, para el visitante, sigue teniendo ese paisaje de los vientos fríos, vapor que sale de los desagües y edificios Art Deco.
Pero sigue siendo la cuna de los grandes nombres de la industria automotriz. Y después de que el gobierno de EE.UU. gastó US$89.000 millones en rescatar a las dos marcas emblemáticas de carros, Detroit está volviendo a trabajar.
En Lake Orion, donde se encuentra la planta de GM, me encuentro con Glende Brad. En 2009 fue despedido, junto con miles de personas y, según me dice, pensaba que su carrera de 16 años en GM había terminado. Pero después de un despido de seis meses fue recontratado y ha regresado a una fábrica muy cambiada.

Transformación

La planta tiene el tamaño de 55 campos de fútbol. Con el dinero del rescate, GM acabó con todo lo que había antes (todavía incluso se pueden ver las marcas de pintura del antiguo trazado en el suelo).

Le pido a Brad que me muestre su trabajo pero, en verdad, la mayor parte se lleva a cabo por implacables robots: una garra del tamaño de un automovil recoge un panel de aluminio, lo retuerce en el aire, lo electrocuta en medio de una lluvia de chispas y lo pone de nuevo en su puesto tan suavemente como una madre que duerme a su bebé.
Ahora hay menos trabajadores y más robots. Pero eso no es el cambio más grande. Han adoptado, de manera efectiva, las formas de trabajo alemán y japonés, que reducen la fuerza de trabajo e invierten gran cantidad en las condiciones de trabajo y las pensiones.
A cambio, el fondo de pensiones del sindicato llegó a poseer el 11% de las acciones de GM.
Si todo esto suena un poco como una especie de capitalismo de Estado, ese es el argumento de los críticos y gerentes.
"El plan de rescate salvó a toda la industria y el gobierno lleva a cabo sus acciones al igual que cualquier otro propietario: no interfiere", dice Selim Bingol, un ejecutivo de GM.
Pero ahí es donde entra el juego político. Considere este titular de prensa: "Dejen que Detroit quiebre". Se trata de uno que salió en The New York Times, un periódico que por lo general prefiere la opacidad. Era una columna de opinión escrita por Mitt Romney, el prácticamente seguro candidato republicano para las presidenciales de EE.UU.
Romney, cuyo padre era un hombre de automóviles, escribió: "Si General Motors, Ford y Chrysler obtienen el rescate que sus jefes ejecutivos pidieron ayer, podemos darle un beso de despedida a la industria automotriz estadounidense".

Aunque impopular en la planta de GM, este es un punto de vista que sigue siendo muy frecuente entre republicanos de alto nivel. Mitch Daniels, el exjefe de presupuesto de la administración de Bush, me dijo que habría sido más fácil transformar a GM y Chrysler, a un costo mucho menor para el contribuyente, con una bancarrota tradicional, despojándolas de sus pasivos por pensiones y deudas.
Ahora esta cuestión va a jugar un gran papel en la próxima elección presidencial, especialmente en esta región del norte llena de plantas y negocios de autopartes rescatados.
Para Estados Unidos, el automóvil y la carretera siempre han sido símbolos de individualismo del libre mercado y en las pegatinas de parachoques de los autos todavía están las mismas consignas que proclaman las diversas ideas libertarias neoliberales.
Pero aunque usted lo llame capitalismo clientelista o capitalismo de Estado, el exitoso rescate de la industria automotriz -GM generó US$7.000 millones este año- lleva el sello del estatismo estilo europeo y japonés.
Y si bien gran parte de la recuperación de Estados Unidos sigue siendo frágil, vacilante e incierta, el cambio de tendencia en ciudades como Detroit o Toledo es tangible, y tiene mucho que ver con esta inusual incursión del gobierno en el activismo industrial.



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