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2012/03/14

Japón: las empresas víctimas del maremoto empiezan a levantarse

En una fría madrugada del invierno japonés, una centenaria fábrica resuena con el arroz que se lava, pule y hierve en su interior.
Instalada en una colina que se empina por encima de la ciudad costera de Kesennuma, en la prefectura de Miyagi, en el noreste del país, sus máquinas devoran, trituran y silban mientras preparan toneladas de arroz para convertirlas en sake.

El proceso para destilar el fuerte licor es intrincado y fue interrumpido el año pasado, cuando el devastador maremoto sembró la destrucción en la ciudad a sus pies.
En una pequeña urbe de no más de 70.000 personas, 1.032 resultaron muertas, 326 se encuentran desaparecidas y más de 15.000 hogares quedaron destruidos.
A medida que ascendemos la colina, podemos apreciar cuan alto llegó la ola, hace un año.
"Se detuvo justo a algunos metros de la fábrica", dice Kaichiro Saito, cuya familia construyó la factoría de licor de arroz, en 1906.
La fábrica Kakuboshi no resultó afectada, pero Saito vio cómo el agua se llevaba la histórica tienda de la compañía en la ciudad.
Desde entonces, al igual que gran parte de Miyagi, Saito ha estado tratando de reconstruir lo más rápidamente posible.
A pesar de numerosas dificultades, incluyendo la falta de energía eléctrica, en un mes ya estaba produciendo sake, al que bautizó como tomoshibi.
"Significa 'rayo de esperanza' para una ciudad conocida por su industria pesquera," explica este fabricante de sake de quinta generación.
La primera partida especial de este licor se vendió en un dos por tres.
Un año más tarde, Saito dice que su empresa va viento en popa.
"No sólo gracias a la gente de la zona, sino a los residentes en Tokio y otras grandes ciudades, quienes nos han estado ayudando, de modo que conseguimos muchos más pedidos", explicó.

Espíritu de resistencia

Por lo menos la mitad de la ciudad se encuentra en ruinas y muy pronto todos los edificios que se derrumbaron serán demolidos completamente.

Todo está más limpio que hace unos meses después del maremoto, pero hay que reconocer que la reconstrucción de la ciudad tomará varios años.
En mitad de una vasto terreno, hay un pequeño restaurante que sirve platos japoneses.
Con sólo veinte comensales, el lugar está lleno.
"Tengo 69 años y pensé que debía jubilarme", dice Tomohiko Takahashi, quien reabrió el restaurante a fines de diciembre".
"El agua llegó hasta el segundo piso, donde vivimos, de manera que la planta baja quedó totalmente destruida," recuerda.
"Pero al menos el edificio quedó en pie y la gente nos alentó a reabrirlo.
"Pensé que no tendríamos clientes ya que la ciudad parece tan vacía, pero hemos estado muy ocupados y la gente dice estar muy feliz con la reinauguración, lo que nos hace felices a nosotros."
Y así, paso a paso, las empresas locales se van recuperando.

Burocracia

La burocracia del gobierno está obstaculizando la recuperación, dice Takahira Ogawa, de Standard y Poor.
"El gobierno ha sido muy lento en decidir un presupuesto y cómo gastar el dinero," afirma.
"Una vez que comience la reconstrucción, ésta incentivará el crecimiento económico japonés en su totalidad", dice.
"Sin embargo, debido a la burocracia, varios ministerios están en estiras y aflojas," agrega.
La Oficina para la Reconstrucción fue inaugurada finalmente en febrero.

Ogawa afirma que las autoridades necesitan acelerar los esfuerzos de reconstrucción para asegurar una recuperación estable de la economía y las empresas del país.
Pero el apoyo viene de otra parte, incluyendo algunos oficinistas a casi 500 kilómetros al sur de Kesennuma.
En Tokio, por ejemplo, hay quienes terminan su día con algunos vasos de sake del noreste de Japón.
Hay un restaurante especial en Ginza que se llama Bar de Apoyo a la Reconstrucción y todo en el menú proviene de la región afectada.
"El sake del noreste es delicioso", dice uno de los clientes, Shuhei Ichino.
"Tenemos que cuidarnos de no beber mucho," dice risueño, mientras les sirve a sus amigos otro vaso de sake.
Todo el dinero que gastaron será donado a las tres prefecturas, Miyagi, Iwate y Fukushima.
Y su apoyo llega hasta bien al norte.
"Estamos muy agradecidos por todo el apoyo que nos han dado," dice Saito, el fabricante de sake.
"Pero espero que la gente siga ayudándonos más allá del primer aniversario", concluyó.

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