Los iPad se están agotando en China, y no precisamente por un arrebato consumista de su creciente clase media. La culpa la tienen las autoridades del país, que esta semana los están requisando a cientos, y los establecimientos autorizados, que han continuado retirando las tabletas de sus estanterías en varias ciudades. Incluso el servicio chino de Amazon ha dejado de venderlas. Es el último episodio de un serial jurídico que se estrenó ya hace años y que afronta ahora su clímax con máxima tensión, ya que el gobierno chino podría incluso requisar los iPad destinados a la exportación.
Pocas empresas son tan beligerantes en la defensa de su propiedad intelectual como Apple. El gigante estadounidense no duda ni un segundo en llevar a sus competidores a juicio cuando considera que han infringido alguna de sus patentes. Es una guerra que libran los principales fabricantes de gadgets tecnológicos y que, a veces, da buenos resultados. Se demostró el verano pasado, cuando un juez holandés decidió bloquear la venta de tres terminales de Samsung, incluido el principal competidor del iPhone, el Galaxy S2. Y, ayer mismo, la manzana mordida puso una denuncia contra 17 aparatos surcoreanos más en un juzgado de California. Puede que no prospere, pero incluso la paralización cautelar de las ventas acarrea graves perjuicios económicos para el fabricante afectado.
Acostumbrada a tener siempre un as en la manga, lo que no podía imaginar la compañía que dirige Tim Cook es que un día tendría que defenderse de una desconocida empresa taiwanesa en quiebra, que adeuda casi 500 millones de dólares. Sin embargo, Proview Technology le está haciendo la vida imposible en “un mercado clave”, y amenaza con interferir incluso en la distribución a nivel mundial del iPad. Porque la ley está de su parte y, aunque ayer todavía no se había pronunciado al respecto, la aduana podría aceptar su petición para bloquear los envíos.
La raíz de este lío hay que buscarla en el año 2000, cuando la rama china de esta empresa, ubicada en la ciudad sureña de Shenzhen, cerca de donde Foxconn fabrica algunos de los productos de Apple, registró la marca iPad. Pretendía comercializar una tableta -o algo parecido- con ese nombre, pero el proyecto no prosperó. Cuando Steve Jobs decidió lanzar el suyo, una de las empresas afiliadas de Apple, la británica IP, compró a la matriz de Proview los derechos de la marca iPad.
Los norteamericanos creían que el pago de 35.000 libras (41.650 euros) les autorizaba a la comercialización mundial del producto, pero no se molestaron en confirmarlo y así pasó desapercibido que Proview Shenzhen se había guardado los derechos para China. Y, por esta razón, el 19 de abril de 2010 ésta interpuso la primera demanda. El pasado 5 de diciembre un tribunal de Shenzhen le dio la razón, y, aunque Apple ha recurrido, ya hay base legal suficiente como para impedir la comercialización del aparato. No obstante, ayer la tienda oficial de Apple en Shanghái continuaba vendiendo el iPad, ya que las autoridades de la capital económica de China no han tomado una decisión al respecto.
Lógicamente, la población china muestra su simpatía por Proview. Anoche, el 71,7% de los 26.000 internautas que respondieron a una encuesta del portal Sina.com sobre el asunto aseguraba que su postura es legítima, aunque el 53,4% consideraba que un acuerdo económico sería la mejor salida para ambos litigantes. Muchos tampoco olvidan que el desenlace de esta querella llega en un momento crítico para Apple en China.
En los últimos años sus subcontratas se han visto salpicadas por una plaga de suicidios y han sido acusadas de verter sus desechos sin control, provocando graves casos de contaminación. El último frente se libra estos días dentro de las fábricas, hasta donde han viajado inspectores de la central para comprobar cuáles son las condiciones laborales de sus empleados y certificar que no haya menores contratados.
No obstante, el ciberespacio hervía también con hirientes comentarios en los que se acusaba a la empresa taiwanesa de estafadora o ladrona. “Han tenido la marca durante diez años, pero no han sabido qué hacer con ella, y ahora ven la posibilidad de salvar la empresa al estilo chino”, escribía un usuario en Weibo, el Twitter local, donde se registraron ayer más de 223.000 microposts. No en vano, diferentes medios chinos cifran en casi 1.200 millones de euros la cantidad que Proview exige a Apple para transferirle por completo la marca. Si las partes no firman la paz antes, la última palabra la tendrá el Tribunal Supremo de la provincia de Guangdong, que tiene previsto iniciar la vista el próximo día 29.
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