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2011/11/14

El 'Bill Gates' ghanés

Innovar es resolver un viejo problema con nuevas tecnologías. Cada quien en sus propios términos, una tras otra, todas las personas que interrogué en África me dieron casi igual definición de la palabra "innovación".

Concepción bastante alejada de la que uno encuentra en Silicon Valley, donde, por lo general, se asocia a la comercialización de nuevos productos o de procesos mejorados y más eficientes. La paradoja de este modelo dominante consiste en que incluso las innovaciones más aclamadas, más populares, son aquellas que solucionan problemas que aún no existen y por tanto crean necesidades que hasta ahora no teníamos.
Es grande la tentación de aventurar que, por tratarse de problemas de otras latitudes, las innovaciones africanas no nos conciernen y habría que ignorarlas. Grave error: en primer lugar, porque existen; segundo, porque se asocian a un mercado de más de mil millones de personas (el que más rápido crece), y por último, porque las innovaciones de África pueden revelarse extremadamente útiles en otras partes.
Tomemos el caso de la tan común tarjeta de crédito. ¡Apenas si ha cambiado desde los años cincuenta del siglo pasado! Si los ejecutivos de Visa, MasterCard, American Express y otros quisieran hacernos la vida más fácil, les convendría darse una vueltecita por África.
M-Pesa
A cualquiera de esos titanes de la economía le sorprendería la aparición de M-Pesa en Kenia: una plataforma que abre nuevos horizontes para la circulación de dinero en la cual podrían inspirarse. No se trata -como creía- de un sistema de banca móvil, sino de una tecnología que permite transferir dinero entre teléfonos. La diferencia es radical: no requiere de una cuenta bancaria.
Justamente de la carencia de instrumentos crediticios partieron los innovadores kenianos. "Hace cuatro años, cuando lanzamos M-Pesa [pesa significa dinero en swahili, y M-Pesa, dinero móvil], solo una pequeña fracción de la población disponía de cuenta bancaria, ya que abrir una cuesta caro", me dijo Waceke Mbugua, responsable de mercadeo en Safaricom.co.ke, primer operador de telefonía móvil en Kenia y promotor del proyecto.
"Un gran número de habitantes viven en las grandes ciudades y envían cada semana dinero a los familiares que radican en el interior. A falta de acceso al sistema bancario, debían llevarlo ellos mismos o confiar en que el fajo de billetes que entregaban al conductor de un autobús llegaría íntegro a manos de sus parientes cuando pasara por su pueblo".
Lanzado como proyecto piloto en marzo de 2007 (gracias a una inversión de Vodafone y a la ayuda del Gobierno danés), el servicio ya suma 15 millones de usuarios, el 80% de la base de Safaricom, que detenta el 75% del mercado de voz en el país. Más impresionante aún: "Los fondos que hoy circulan a través de M-Pesa equivalen al 25% del PIB", asegura Sitoyo Lopokoiyit, economista de la empresa. La mayoría, en transacciones de medio dólar estadounidense. Y añade: "Desde el inicio, nuestro servicio ha transferido 11.500 millones de dólares. No se aplican intereses ni se hacen préstamos, y las transacciones se realizan de manera instantánea. En raras ocasiones el dinero disponible permanece intacto más de una semana".
Hoy día, los kenianos lo utilizan para pagar cuentas de electricidad, agua, televisión por cable, los pagos del colegio de sus hijos y hasta pueden comprar en varias tiendas, incluso algunas muy pequeñas. Retiran o depositan dinero gracias a una red de más de 2.000 puntos de venta distribuidos en todo el país donde compran esas tarjetas que, al rascarse, revelan el código con el que alimentarán sus cuentas.
"M-Pesa facilita la vida de la gente y le ayuda a ahorrar dinero en desplazamientos", puntualiza Waceke Mbugua.
Safaricom equipa en la actualidad cajeros automáticos (ATM) capaces de entregar dinero a una persona, cuya instrucción es enviada desde un móvil. Hace poco lanzó una tarjeta de débito que puede cargarse desde un teléfono, desvinculada de bancos, pero utilizable fuera del país.
Tengo cuentas bancarias (nada cuantiosas) y tarjetas de crédito de las que la mayoría de los kenianos carecen, pero la verdad es que cuando un usuario llegó a recargar su móvil a uno de los puntos de venta en Nairobi y me explicó que compraba verduras y pagaba la electricidad con su aparato, tuve la certeza de que el más moderno no era quien uno habría pensado.
ShopAfrica53
Lo que más deslumbra, obviamente, es cuando la innovación proviene de los propios africanos. Ahí proliferan las pequeñas iniciativas, muchas con base en el uso de SMS que suple los servicios que normalmente se consiguen en la web -ver el artículo Los insospechados recursos de los SMS en página siguiente-.
Pero existen además iniciativas muy ambiciosas, lanzadas por individuos con perfil continental.
A Herman Chinery-Hesse me lo presentaron como el Bill Gates de África. No posee ni por asomo la riqueza ni el poder del fundador de Microsoft. Aunque hace 20 años creó una gran compañía de software para las PME en Ghana. Y en la realidad es mucho mejor de lo que la mala comparación pudiera sugerir: abierto, cálido, dueño de una visión clara de lo que aspira a hacer por su país y su continente.
Después de graduarse de ingeniero en Estados Unidos, Chinery-Hesse regresó a su tierra en 1990 para fundar SoftTribe.com, que vende software para empresas. Les facilita administrar sus puntos de venta, sus relaciones con los clientes o el trámite para reservar pasajes (en el caso de empresas de transporte). Hoy gana "millones de dólares", reconoce sin entrar en más detalles.
Su éxito, sin embargo, alcanzó el punto donde ya no era viable crecer más. ¿Por qué? El 70% de la economía está bajo control del Gobierno, y las multinacionales cuentan con los medios para ejercer presión a fin de poder servirse con la cuchara grande, valiéndose incluso de sus embajadores de ser necesario. Situación empeorada por el modelo tradicional de contratos anuales y de grandes equipos técnicos. "A esto nos enfrentamos cuando quisimos construir un Microsoft ghanés", me explicó.
Para sortear tales inconvenientes subió SoftTribe a las nubes. Su software está disponible en la web, y sus clientes apenas necesitan un ancho de banda muy limitado para bajar los módulos que necesiten.
En vez de un contrato anual, les solicita una módica cuota (50 dólares) y/o un pago en función de su utilización (pay as you go). A una compañía de autobuses, por ejemplo, le propone apenas un cargo extra del 1% por boleto. Es menos oneroso para el cliente y, con márgenes pequeños en cada transacción, genera una cantidad apreciable de dinero. "Para cambiar África hay que cambiar la mentalidad de la mayoría de los africanos, dirigiéndose a la base de la pirámide". La pirámide de su interés es la de las empresas.
No satisfecho con sus éxitos, Herman Chinery-Hesse está lanzando un proyecto todavía más ambicioso. Se trata de ShopAfrica53.com, una especie de centro comercial en línea, cuyo objetivo es "servir de intermediario a las pequeñas empresas africanas", me contó en su veranda.
El sistema se basa en tres pilares. El primero, un sitio web por país, que permite a los comerciantes anunciar sus productos, y a los clientes, ordenarlos. Todas las transacciones se realizan a través de SMS.
El segundo es un sistema de crédito bautizado Tarjeta de Libertad Africana (africanlibertycard.com). Esas tarjetas que se raspan, pueden adquirirse en distintos puntos de venta para transferir dinero entre móviles, pagar facturas y disponer de fondos para gastar en ShopAfrica53.
El tercero es una de las enormes astucias de Chinery-Hesse. Toda la logística se apoya en los correos tradicionales (DHL y otros Fedex), adiestrados en ir a buscar un producto al monte y despacharlo a Zaragoza, Toulouse o Miami. En ese rúbrica, todo se hace también a través de SMS. ShopAfrica53 solo tiene que poner el dinero a disposición de los proveedores a final de mes. Cuando inquirí sobre el coste de sus operaciones, Chinery-Hesse respondió con una sonrisa de oreja a oreja: "La diferencia entre los salarios de África y los de Europa o Estados Unidos nos deja un margen respetable, del que sacamos provecho".
Reconoce que hará falta cierto tiempo para que su proyecto se imponga: "Tal vez cinco años", pero será una cosa enorme. Más efectivo que lo que cualquier ayuda del exterior habría logrado durante el mismo lapso. "No sé de ningún país que se haya desarrollado gracias a la ayuda externa. Es una cortina de humo. Nosotros lo haremos mejor y, además, con dignidad", afirma rotundo.
La palabra "dignidad", soltada en medio de una amena conversación, revela una conciencia social, política, presente en todos mis interlocutores. De hecho parece que hoy en África no puede emprenderse nada... sin ser emprendedor social y, en muchos casos, hasta activista.
Si Steve Jobs hubiera sido africano...
Los elementos para entender la convergencia cada vez más creciente entre activistas y empresarios me los dio Bright Simmons, un empresario ghanés de 29 años.
Con Mpedigree.org, Bright innova en un ámbito que podría salvar miles de vidas: detecta medicamentos falsos gracias a los SMS enviados directamente por los compradores a una base de datos que se mantiene rigurosamente al día. Estima que en su país el 60% de las medicinas en venta son o placebos o veneno, un fenómeno muy común en África. Mpedigree se encuentra todavía en su fase inicial, pero estima que para finales de año cubrirá el 8% de los medicamentos en el mercado nacional.
Se trata de una empresa sin fines de lucro basada en un modelo económico sencillo: tomar muestras entre el 0,5% y el 1% de cada caja de medicinas. Los laboratorios están encantados de participar en un sistema que evite la falsificación.
Lanzar en África un proyecto de tal naturaleza toma demasiado tiempo. De hecho, agrega Simmons, "hace falta crear todo un ecosistema que allane el terreno donde una innovación florezca". En su caso, por ejemplo, tuvo que luchar para obtener un mismo y único código de acceso para todos los operadores de Ghana y el resto del continente. Los laboratorios farmacéuticos han aceptado revisar las cajas de sus medicamentos y añadir un código oculto bajo una superficie que, al rasparse, revela un código que el consumidor envía por SMS para verificar si se trata de una falsificación.
La mayoría de las veces, infraestructura y valor (capital) son insuficientes. Esta limitación explica por qué África requiere de emprendedores sociales para innovar. "La gente detrás de Mpedigree han sido activistas. Está en el ADN de nuestra compañía", explica. Y añade: "Si Steve Jobs hubiera sido africano, habría sido un emprendedor social".

Los insospechados recursos de los SMS

Esta primera vuelta por África me muestra una gran verdad: las nuevas tecnologías cuentan menos que los problemas que resuelven. Todos mis interlocutores africanos coinciden al respecto.
El ejemplo más impactante es, sin duda, el uso sistemático y extremadamente ingenioso que hacen de los SMS, esos mensajes de texto corto que casi todos los teléfonos del mundo pueden enviar y recibir.
La idea general consiste en poner al alcance de quienes no pueden comprar un smartphone los servicios más avanzados, por lo regular a disposición de cualquiera en la web. Una idea que comienza a ser fuente de inspiración en los países desarrollados.
He aquí tres casos tomados de Senegal, Ghana y Kenia, países donde la penetración de la telefonía móvil todavía está lejos del 100%, pero el número de smartphones asciende apenas a miles o decenas de miles.
En Senegal, Manobi ofrece tanto servicios de geolocalización a los productores de cacao como a la infraestructura hidráulica. "Es casi imposible acceder a Internet en las zonas rurales", explica Emmanuel Bocquet, director técnico de la empresa, "pero los SMS llegan a todos los lados". Basta con asegurar la interfaz entre los teléfonos y las bases de datos. Una vez configurado, el sistema permite el intercambio de información. "Si se descompone una de las bombas de agua donada por Unicef, alguien envía un SMS a la base de datos de Manobi, la cual inmediatamente avisa a un especialista", agrega Bocquet.
La tecnología de NandiMobile, una compañía ghanesa, facilita que las empresas conozcan la opinión de sus clientes y se comuniquen con ellos. "Relaciona las preguntas formuladas por el usuario a respuestas previas o grabadas de antemano. Poco a poco aprende a responder por sí misma", dice Edward Tagoe, director de negocios y desarrollo. Esta facultad permite que las empresas permanezcan atentas a los comentarios de sus clientes, igual que sus homólogas estadounidenses o europeas. NandiMobile recibió este año el Premio a la Mejor Empresa en la conferencia Launch celebrada en San Francisco.
En Nairobi, m-farm ayuda a los granjeros a saber el precio vigente de sus productos, tanto en el mercado interno como en otros sitios del país. "El agricultor envía un SMS al código 3535 con el nombre del producto y la ubicación de su interés, y en menos de 10 segundos recibe el precio, que le ayuda a decidir dónde vender", me explicó Linda Kwamboka, cofundadora de m-farm.
Un SMS que dice: precio, col, Embu (una ciudad), obtiene el precio de un saco normal -de 126 kilos de col- en Embu. Pero si luego redacta: precio, col, Nairobi, sabrá si le conviene más ir a vender a la capital. Los otros dos módulos permiten "comprar juntos" o "vender juntos", siempre por SMS.
Dicho sistema no es exclusivo de África.
La empresa Dotgo.com acaba de internarse en la misma brecha... pero en Estados Unidos. Si el usuario envía un SMS a The New York Times, recibe los títulos de la sección de su interés. Funciona de modo semejante para conocer los horarios de los próximos trenes de Nueva Jersey. Y parece ser la mejor manera de registrarse en Foursquare cuando uno llega a algún sitio. Gracias a los SMS, los propietarios de un smartphone obtienen respuestas más rápidas y otros ganan en posibilidad de interacción sin el elevado coste de aparatos sofisticados y planes de precios descomunales.
Lindo ejemplo de cómo las tecnologías utilizadas en África pueden resolvernos problemas.

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