El cielo es azul, el atardecer naranja... ¿verdad? Los colores que usted ve no son siempre los mismos que los que ve otra persona, pues percibimos el color a través de nuestro cerebro, según le explicó a la BBC el neurocientífico Beau Lotto.
El color es una de las sensaciones más simples: hasta las aguamalas detectan la luz sin siquiera tener un cerebro. Sin embargo, explicar la claridad y el color de una manera más general, es explicar cómo y por qué vemos lo que vemos.La primera cuestión a recordar es que el color realmente no existe... al menos no en sentido literal. Las manzanas y los coches de bomberos no son rojos, el cielo y el mar no son azules y ninguna persona es objetivamente "negra" o "blanca".
Lo que existe es luz. La luz es lo real.
Se puede medir, tener y contar (de cierta manera). Pero el color no es luz. El color es completamente fabricado por nuestro cerebro.
¿Cómo lo sabemos? Porque una luz puede tomar cualquier color... en nuestra mente.
He aquí un ejemplo. Mire la imagen de al lado, en la que hay cuatro cuadritos grises en la superficie superior del cubo de la izquierda y siete cuadritos grises en la superficie equivalente del cubo de la derecha.
Una vez esté convencido de que esos cuadritos físicamente son del mismo color (porque lo son), mire los cubos de abajo.
Lo que es asombroso es que ahora los cuadritos grises de la izquierda se ven azules, mientras que los mismos cuadritos grises de la derecha se ven amarillos.
Los cuadritos amarillos y azules de los dos cubos comparten la misma luz, no obstante, se ven muy distintos.
Memorias de colores
El color es posiblemente nuestra mejor creación, una que fue engendrada en base a nuestras experiencias pasadas.Ésa es la razón por la cual vemos ilusiones ópticas, pues, cuando uno ve una imagen de algo ya visto en "la vida real" antes, el cerebro se comporta como si los objetos en las imágenes fueran igual de reales.
Si usamos experiencias pasadas para entender la luz, ¿cuán pronto podemos aprender a ver a la luz de forma diferente?
Las escenas del desierto cambian de color porque su cerebro incorporó su reciente historia de rojo a la derecha y verde a la izquierda, y la aplica a las imágenes de abajo, al menos por un rato.
Los dos ejemplos anteriores plantean una posibilidad intrigante. Quizás el color es más fundamental para nuestro sentido de identidad de lo que pensábamos. Y efectivamente, lo es.
No se puede olvidar que el color ha sido parte del corazón de la evolución durante millones de años.
Piense en la relación entre los insectos y las flores (las flores son de colores para su beneficio, no el nuestro), o en todos los diferentes colores de los animales y cómo o les sirve para camuflarse o para, como el pavo real, distinguirse para atraer la atención.
Piense en los colores de la ropa que tiene puesta... y por qué los está usando. Toda la industria de la moda, cosméticos y diseño se basan en el color.
¿De qué color es la felicidad?
Lo que esto significa es que nuestra percepción más simple nos ha hecho lo que somos. Más que eso, y esto es realmente asombroso, el color -acuérdese de que no existe- ha moldeado el tejido físico del mundo y ha sido el núcleo de la cultura humana.Debido a nuestra íntima relación con el color, la gente se ha estado preguntando por siglos si usted ve lo que yo veo.
La respuesta nos revelaría no sólo muchísimo acerca de cómo funciona nuestro cerebro, sino también acerca de quienes somos nosotros como individuos, así como sociedades.
Para el programa de la BBC Horizon, en mi laboratorio creamos varios experimentos únicos para un grupo de 150 personas -de distintas edades, colores, sexo y orígenes- para explorar si todos vemos los colores de la misma forma.
Lo que descubrimos nos sorprendió, aunque no hay que olvidar que nuestros hallazgos son apenas el principio de la respuesta.
En un experimento en el que se probaba la relación entre las emociones y el color, hallamos que casi todos los adultos le asignaron amarillo a la felicidad, azul a la tristeza y rojo a la furia (sorpresa y temor, que son las otras dos emociones universales no tenían un color obvio). Aunque los niños seguían la misma tendencia, sus selecciones eran mucho más mezcladas y variables.
Por otro lado, casi todo el mundo (viejo y joven) mostró una relación similar entre el color y el sonido, dándole a los tonos más bajos azul oscuro y a las notas altas amarillo brillante.
En otras palabras, la gente parece tener mapas mentales internos entre el color y otras cualidades perceptivas, como el sonido y la forma. Increíble, dado que estas relaciones no existen en la naturaleza.
Estructuras de colores
En otro experimento, le pedimos al grupo ubicar 49 bloques de color en una superficie que tenía 49 espacios. Ninguna otra instrucción.
El número de imágenes posibles que se podían crear era 10 a la 62 potencia: una cantidad enorme.
Lo que es extraordinario es que la gente hizo patrones que eran muy predecibles, pues todos agruparon los colores de acuerdo a su similitud. ¿Por qué?
Porque tenemos una necesidad inherente de estructura y, en particular, de estructuras que nos son familiares, en este caso estructuras que son parecidas a las matemáticas de las imágenes en la naturaleza.
Otra prueba exploraba las bases de la visión de color, para ver si había diferencias individuales en el simple acto de detectar la luz.
Lo que descubrimos es que no sólo las mujeres son más sensibles que los hombres, sino también que las mujeres que están más en control son significativamente mejores que las que se sienten impotentes.
Un resultado notable, si uno piensa que sólo está hablando de detección de luz.
Examinamos además si el color puede alterar la sensación del paso del tiempo.
Nuestras observaciones iniciales indicaban que un minuto es más largo para los hombres que para las mujeres... unos 11 segundos más largo, en promedio.
Pero un minuto fue más largo tanto para los hombres como para las mujeres si estaban bañados de una luz roja, en vez de una azul.
Este efecto probablemente está vinculado a la excitación, dado que se sabe que el rojo y el azul producen diferentes niveles de excitación.
El número de imágenes posibles que se podían crear era 10 a la 62 potencia: una cantidad enorme.
Lo que es extraordinario es que la gente hizo patrones que eran muy predecibles, pues todos agruparon los colores de acuerdo a su similitud. ¿Por qué?
Porque tenemos una necesidad inherente de estructura y, en particular, de estructuras que nos son familiares, en este caso estructuras que son parecidas a las matemáticas de las imágenes en la naturaleza.
Otra prueba exploraba las bases de la visión de color, para ver si había diferencias individuales en el simple acto de detectar la luz.
Lo que descubrimos es que no sólo las mujeres son más sensibles que los hombres, sino también que las mujeres que están más en control son significativamente mejores que las que se sienten impotentes.
Un resultado notable, si uno piensa que sólo está hablando de detección de luz.
Examinamos además si el color puede alterar la sensación del paso del tiempo.
Nuestras observaciones iniciales indicaban que un minuto es más largo para los hombres que para las mujeres... unos 11 segundos más largo, en promedio.
Pero un minuto fue más largo tanto para los hombres como para las mujeres si estaban bañados de una luz roja, en vez de una azul.
Este efecto probablemente está vinculado a la excitación, dado que se sabe que el rojo y el azul producen diferentes niveles de excitación.
¿Engañados?
Así que todos vemos el mundo de una forma distinta. De hecho, no tenemos otra opción, dado que nuestras experiencias son diferentes.
Pero ninguno lo ve como es.
En ese sentido, todos vivimos engañados: lo que cada uno de nosotros ve es un significado derivado de nuestras historias individuales y compartidas.
Esta realidad, quizás más que cualquier otra cosa, provee un argumento irrefutable para celebrar la diversidad, más que para conformarse por temor.
Y eso es liberador, pues saberlo le da la libertad de asumir la responsabilidad por sus percepciones futuras sobre sí mismo y sobre los demás.
Pero ninguno lo ve como es.
En ese sentido, todos vivimos engañados: lo que cada uno de nosotros ve es un significado derivado de nuestras historias individuales y compartidas.
Esta realidad, quizás más que cualquier otra cosa, provee un argumento irrefutable para celebrar la diversidad, más que para conformarse por temor.
Y eso es liberador, pues saberlo le da la libertad de asumir la responsabilidad por sus percepciones futuras sobre sí mismo y sobre los demás.
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