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2011/07/13

La Campus Party más femenina

Miguel no ha pegado ojo en toda la noche. Llegó ayer a medianoche a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia desde Madrid e inauguró junto a sus amigos la cola de acceso a la Campus Party. Pronto se les sumaron varias personas más, empezaron a hablar y fue imposible dormir. El esfuerzo le ha valido ser el primero en entrar en el Museo Príncipe Felipe, una de las dos sedes que este año acogen la Lan Party (evento de Internet que reúne a personas para compartir información y juegos) más importante de España. A pocas horas de la inauguración, que tendrá lugar esta medianoche, las puertas se han abierto a las 11.00 de esta mañana para acoger a campuseros como Miguel. A sus 19 años, este estudiante de Ingeniería informática asegura que es la primera vez que viene y que está especialmente interesado en los cursos y conferencias que habrá en la Campus, sobre todo en la de Kevin Mitnik, el exhacker estadounidense que, tras ser encarcelado por entrar en algunos de los ordenadores más seguros de los Estados Unidos, se ha hecho mundialmente famoso como consultor y asesor en materia de seguridad.

En la XV edición de la Campus Party de Valencia se usará el protocolo de INternet iPv6. Será también, según Miguel Ángel Expósito, director de contenidos, la edición de las app (aplicaciones para dispositivos móviles). Y todo apunta a que será, también, la edición de las mujeres. Mañana se conocerán los datos absolutos de los campuseros acreditados pero Pablo Antón, director del evento, ya adelanta que el número de mujeres se ha elevado notablemente desde la última edición hasta el punto de que se podría hablar del doble que el pasado año.
A primera hora de la mañana las colas ya eran multitudinarias, sobre todo la que rodeaba el Museo Príncipe Felipe. Allí permanecían, buscando la sombra, los campuseros pendientes de acreditación. Los que ya la tenían esperaban pacientemente en la cola que conducía al Village, el aparcamiento de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, habilitado como zona de acampada. Hasta dos de sus plantas aparecían llenas de tiendas montadas y numeradas, obsequio de la organización este año, donde dormirán los campuseros desde hoy y hasta el sábado. En la mesa, con el correspondiente número de tienda, se les entregaba una esterilla, para pasar mejor la noche. "Son un poco pequeñas [las tiendas]", se quejaban algunos. Otros, los más desconfiados, han preferido llevar la suya propia.
El Ágora se queda grande
La cola más corta era la que llevaba al Ágora. La inclusión de este espacio (capaz de acoger unas 2.800 personas) como segunda sede se presentaba como la mayor novedad de esta edición tras los problemas de capacidad del pasado año. En ella permanecerán durante esta semana los campuseros acreditados en las áreas de innovación, creatividad, astronomía, simulación y ciencia. En el interior, mucha calma. En comparación con los numerosos jugones instalados en el Príncipe Felipe, pocos eran los campuseros que se instalaban en el Ágora donde el robot coctelera acaparaba todas las miradas. "Sólo me ha llevado una tarde fabricarlo", decía su creadora. Para hacerlo funcionar basta con escoger el cocktail o chupito que se desea y, mediante un sencillo mecanismo de presión de agua, las bebidas se vierten en un baso creando la mezcla deseada. A pocos metros, en el área de innovación, un grupo de amigos enseñaba su ordenador hecho a partir de la integración de dos CPUs. Llevan seis años viniendo a la Campus y ahora llegan para presentar su proyecto, un nuevo programa para compartir archivos. "Nosotros no descargamos, compartimos", afirman sonriendo. La alegría les ha durado poco. Una hora después el calor se hacía patente en el Ágora. El sol entraba directamente por la estructura metálica del edificio de Calatrava agravando la situación: "Espero que pongan el aire acondicionado, porque esto me empieza a preocupar", se quejaba un campusero ignorando que ya estaba puesto.
Clanes y anonymus en el Príncipe Felipe
La situación era muy diferente en el Museo Príncipe Felipe. Había mucho movimiento desde primera hora en este espacio, que este año está destinado a los jugones y el área de modding. Entre los primeros está Javier, un cocinero malagueño que, a pesar de ser la primera vez que asiste a la Campus Party de Valencia, entra por la puerta grande, como jefe del clan más numeroso. Los clanes son grupos de jugadores, amigos o conocidos en algunos casos, organizados a través de la web oficial de la fiesta. Javier explica que cuentan con apoyo de la Campus Party pero que se organizan entre ellos. El orden en que se sientan no es casual. Junto al escenario se sienta el clan más numeroso, detrás el siguiente, y así sucesivamente, hasta los más pequeños, algunos de los cuales acogen a los que llegan solos. Valencia es, para Javier, la Campus más importante: "Eso depende de a quién preguntes. Algunos te dirán que lo es la Euskal Encounter de Bilbao, que es más familiar. Pero esta tiene mejores instalaciones, mayor capacidad y muy buenos ponentes", asegura. Su mayor sorpresa, por su profesión, es la asistencia de Ferran Adrià como ponente. Javier justifica la extraña mezcla de gastronomía y tecnología: "Esto no es solo para los aficionados a la informática, es para todos. Ferran Adrià es un innnovador. Él empezó a hacer cosas que podríamos pensar que no tenían nada que ver. ¿Qué relación hay entre el hidrógeno y la comida? Parece que ninguna pero él empezó a unirlos", sentencia.
Mientras Javier se explica sentado en el centro de la primera mesa, cientos de campuseros continúan llegando cargados de equipaje. CPUs, pantallas de hasta 42 pulgadas, botellas de agua, comida y hasta alguna máscara de la película con V de Vendetta, vinculada al colectivo ciberactivista Anonymus, viajan dentro de los carros que un hipermercado cercano, situado en El Saler, ha prestado para la ocasión. Los carros llevan un cartel de la Campus y han de ser devueltos una vez que los campuseros hayan descargado su material.
Y no es poco. En el área de modding (técnica de modificacióndel ordenador) se encuentran los más espectaculares y aparatosos equipos. Desde el dragón que Deborah ha traído desde Alicante, construído escama a escama con latas de coca cola, pasando por un Empire State llegado desde Murcia que integra cuatro ordenadores con sus cuatro pantallas, una en cada una de sus fachadas, hasta llegar a la insólita cibermesa de Pablo. A este joven bilbaino se le ocurrió que desearía poder jugar con el ordenador mientras veía la televisión, pero que también necesitaría espacio en la mesa para colocar cosas sobre ella. Así, con elevadores que muestran y ocultan la pantalla, construyó la cibermesa, integrando en un mismo lugar todas sus necesidades. Toda una una oda al inmovilismo.

El Pais

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