Sábado 19 de julio de 1997, 16.00 horas. Millones de espectadores saudíes y de otros países árabes veían el Canal France Internacional (CFI) a través del satélite Arabsat. A esa hora la cadena pública francesa debía emitir uno de esos documentales sobre naturaleza que, por qué no decirlo, cosechan tanto éxito en España tras el almuerzo. Sin embargo, no fueron paísajes en la Sabana ni delfines en el océano, lo que precisamente aparecería en muchas pantallas de Oriente Medio.
Tal y como podemos leer en el blog del magazine Jot Down, un desafortunado fallo técnico hizo que la señal de CFI se cruzará con la de Canal Plus, que retransmitía una película porno; para más inri el audio también se mezclaba con otro canal y reproducía el sonido de un debate radiofónico que también se desarrollaba en el país galo.
Como se podrán imaginar, en un país profundamente islámico, donde este tipo de contenidos están absolutamente prohibidos y cada una de las emisiones es previamente visionada por una comisión que censura «aquellos elementos potencialmente ofensivos para la moral», el incidente provocó tal escándolo que trascendió al terreno diplomático. Pese a las reiteradas disculpas del gobierno francés, las autoridades saudíes expulsaron a la cadena francesa del sátelite que por aquel entonces llegaba a veinte países árabes con una audiencia potencial de treinta millones de espectadores.
De nuevo la casualidad hizo que el dial que quedó libre fuese adjudicado a un recién nacido canal de noticias apadrinado por el emir de Catar. Se trataba de Al Jazeera, una cadena cuyas prácticas periodísticas indignarían en numerosas ocasiones a occidente, especialmente tras el 11-S y los diferentes comunicados por el malogrado Bin Laden.
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