La Unión Europea (UE) no consigue calmar a los mercados que renovaron este miércoles su presión sobre el euro y los bonos de las naciones periféricas de la eurozona.
En el centro de la crisis se encuentran no sólo estas naciones sino el país más poderoso de la UE: Alemania.La canciller Angela Merkel está embarcada en una pulseada de alto riesgo con los mercados financieros para mantener un equilibrio entre las urgencias de la eurozona y las demandas de sus propios votantes que se oponen a nuevos rescates como el de Grecia e Irlanda.
Esta semana Merkel torpedeó dos iniciativas para poner fin a la inestabilidad que amenaza la eurozona.
En un artículo publicado el lunes en el diario británico Financial Times, Jean-Claude Juncker, presidente del eurogrupo (ministros de finanzas de la eurozona), había propuesto la emisión de eurobonos del Banco Central Europeo (BCE) para abaratar el financiamiento de Estados con dificultades fiscales.
Al mismo tiempo, varios países de la eurozona impulsaron un incremento del Fondo de Rescate acordado en mayo durante la crisis griega.
La negativa alemana provocó una velada crítica del director general del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan quien dijo el martes que la eurozona necesitaba una solución "conjunta y amplia del problema".
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Divisiones
Así las cosas el BCE tendrá que seguir ocupando el centro del ring en el encarnizado combate entre la eurozona y los mercados financieros.La semana pasada el BCE adquirió unos US$2.600 millones en bonos estatales para mantener el precio de los bonos y evitar una disparada de las tasas de interés.
La positiva respuesta inicial de los mercados se diluyó esta semana cuando aparecieron las diferencias entre Alemania y otros países de la eurozona.
Estas diferencias no son nuevas.
La debacle griega a principios de año, puntapié inicial de la crisis del euro, se profundizó por las vacilaciones de Alemania que solo aceptó intervenir cuando el contagio a otros países de la eurozona amenazaba con convertirse en epidemia.
En octubre Alemania, convertida en parangón de rectitud fiscal europea, acordó con Francia un nuevo mecanismo para que los acreedores asumieran pérdidas en los pagos cuando una deuda no estaba en condiciones de ser pagada.
El mecanismo estaba planeado para 2013 cuando expirase el actual Fondo de Rescate de la UE, pero los mercados financieros no entraron en sutilezas y, asustados, empezaron a desprenderse de los bonos de algunos países, encareciendo los préstamos para los llamados PIIGS: Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España.
La firme negativa ahora de Merkel a considerar nuevos mecanismos para evitar un contagio, contribuye a crear esa imagen de una Alemania ambivalente respecto al euro.
Lógica teutona
Merkel choca con dos obstáculos internos: uno político, otro institucional.A nivel político las encuestas y los diarios populares dejan en claro diariamente que hay escasa simpatía por los rescates a países que son vistos como ineficientes o corruptos.
El rey de los tabloides sensacionalistas alemanes, el Bild, lo resumió recientemente con una pregunta: "¿Vamos a tener que rescatar a toda Europa?"
A nivel institucional, el problema pasa por la Corte Constitucional alemana.
La eurozona se rige legalmente por el tratado de Maastricht, firmado en 1992, que incluía entre sus cláusulas un pacto fiscal con un tope del 3% para el déficit fiscal y una prohibición de que un miembro fuera rescatado por otros en caso de incumplirlo.
La Corte Constitucional está examinando si el rescate aprobado en mayo para Grecia por la Unión Europea y el Fondo Monetario internacional no viola el tratado.
Si a pesar de todo Merkel defiende al euro es porque un derrumbe de la moneda única europea sería tan costoso para Alemania como para el resto de la eurozona.
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¿Milagro alemán?
La economía puede ser la salida de este laberinto.La recesión mundial de 2009 golpeó duramente a la economía germana, segundo exportador global, que sufrió una caída de casi un 5%.
Este año se calcula un crecimiento del 4%.
Más importante aún, hay señales de algo que solía faltar en el engranaje alemán: un mayor consumo.
A la sombra de la hiperinflación de los años 20, los alemanes generaron una cultura ahorrativa y cautelosa, pero la actual recuperación económica y cambios generacionales están generando una explosión de consumo que, según el consejo económicio asesor alemán, debería aumentar un 1,6% el año próximo.
El director de la vinería Jacques Wine, en Krongerg -un suburbio de Frankfurt-, percibe este cambio de los hábitos consumidores.
Mientras normalmente el gasto promedio en una botella de vino era de US$2,70, Michael Gay señaló al Financial Times que la gente "ya no se fija tanto en el precio cuando compra vino".
Las importaciones de España y Francia crecieron en casi un 25% de julio a agosto de este año.
En medio de las críticas a Merkel y los torbellinos financieros, una Alemania consumidora podría tener una de las llaves para la recuperación de una eurozona cuyo mayor problema no es la deuda, el déficit o los mercados sino la falta de crecimiento.
BBC Mundo
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