Sábado a la madrugada, a eso de las 3,30 de la mañana. Noche tranquila en Twitter. Mensajes aislados de algunos noctámbulos. De pronto, un amigo de Mendoza lanza un alerta: terremoto en su ciudad, tan fuerte que han tenido que salir a la vereda. Unos días antes, Nicaragua. Y Haití, por supuesto. Varios tweets más desde una Mendoza desvelada y expectante. Y esa sensación de que algo malo y grande puede ocurrir en las próximas horas.
El sábado a la mañana estaba por todo el espacio virtual. El desastre de Chile, con su propio y ominoso hashtag: #terremotochile. Y lo que seguiría, un posible tsunami en Hawaii, Australia y el resto del área del Pacífico. Sintonicé Ustream , donde el canal 2 de Honolulu estaba, todavía de noche, en plena actividad, informando y aconsejando, a las 6, hora de Hawai. Empecé a seguir a la Cruz Roja y a retwitear los consejos de la organización. Mensaje de la organización, al mediodía porteño: "Primer llamamiento para ir en ayuda de los damnificados por el terremoto en Chile. Necesitamos su ayuda twiteros." Ya la tienen, desde temprano. La línea de tiempo, donde aparecen los mensajes de los suscriptos a Twitter, hervía de actividad.
Poco después, algunos amigos colombianos, advertidos de que su país estaba en riesgo de #tsunami, no paraban de preguntar y, otros, de desmentir. Pero para entonces, Colombia ya estaba fuera de peligro, según el NOAA. Para calmarlos, puse en Twitter el último informe del NOAA , que también se replicó rápidamente. Los consejos e informes de la Cruz Roja eran reenviados por cientos de personas en Twitter.
Google puso en línea una página para buscar personas en Chile . El dato, de nuevo, alcanzó en menos de cinco minutos a todos los que pudieran tener familiares en ese país. Los agradecimientos a los que, súbitamente, nos veíamos envueltos en una cruzada para ayudar, dentro de nuestras ínfimas posibilidades, también llegaban cada tanto, sobre todo desde la Argentina. La Red Solidaria, de Juan Carr, se sumó a la recolección de ayuda para Chile. Replicamos sus pedidos al instante.
Una búsqueda en Facebook arrojaba al mediodía 209 resultados. Uno de los grupos creados para ayudar al país trasandino, sólo horas después de la catástrofe, ya había sumado 1696 miembros.
La Cruz Roja insistía en oír solamente radio y TV para obtener información fidedigna; paradójicamente, lo hacía en Twitter, donde varias personas aseguraban haber recibido más ayuda de las redes sociales que desde los medios convencionales.
Pero a la Cruz Roja no le falta razón, en un punto. Ustream.tv, donde el canal 2 no dejaba de seguir los acontecimientos y dar consejos e informes del Centro de Alertas de Tsunamis del Pacífico, superaba los 8200 espectadores a las 14.30 (hora de la Argentina). Pero, a la derecha, los mensajes de suscriptos a Twitter iban desde ruegos y rezos hasta anuncios delirantes sobre olas inmensas viajando a la velocidad del sonido. Todo esto, al tiempo que una persona suspiraba aliviada en mi ventana de Twitter porque, gracias a este servicio, había dado con sus familiares en Chile. Entre tanto, varios periodistas hacíamos todo lo posible por publicar datos chequeados, en un sábado que de pronto se había tornado en cierre frenético. Los números de teléfono de emergencias, el estado del Aeropuerto de Santiago, la cifra de víctimas y el pedido de la Cruz Roja de frazadas, agua y pañales discurrían por la línea de tiempo sin pausa. También, se solicitaba ayudar a los heridos. Las fotos, publicadas por tuiteros chilenos, dan crédito de la magnitud del desastre.
Once horas después del sismo, se esperan réplicas en Chile, advierte ahora un tweet de la Cruz Roja. Hace un rato, a las 7 de la mañana de Hawai, volvieron a sonar las sirenas. Las oigo en tiempo real mirando el canal por Internet. Hielan la sangre. Faltan 3 horas y media para que la tsunami, que el Centro de Alertas ha pronosticado será un "evento significativo con olas de 1,8 a 3,3 metros, llegue a ese estado norteamericano.
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