El manual Psicofarmacología esencial, guía del prescriptor es uno de los libros más consultados por los especialistas de todo el mundo a la hora de decidir qué fármaco recetar a un enfermo psiquiátrico. Su autor, el estadounidense de 59 años Stephen M. Stahl, participó recientemente en Madrid en el XV Symposium Internacional de Avances en Psiquiatría. El director del Instituto de Educación en Neurociencia de la Universidad de California en San Diego cree que queda mucho por mejorar en la eficacia del tratamiento de la mayoría de dolencias psiquiátricas, así como en la comprensión del funcionamiento de la mayoría de los fármacos.
Varios estudios han criticado que se utilicen antidepresivos para el tratamiento de depresiones leves. ¿Cuál es su posición al respecto?
En este asunto hay una gran controversia. Las depresiones menores pueden responder espontáneamente o sólo con psicoterapia, sin medicamentos. Lo hacen muy bien, por ejemplo, las causadas por situaciones de duelo o por conflictos emocionales. Yo considero que un antidepresivo hay que ganárselo, demostrando que no se mejora con el tiempo, con psicoterapia o con el mismo sentido común, y también que hay una tendencia a empeorar.
¿Cree entonces que se recetan demasiados antidepresivos?
La respuesta es complicada. Por una parte, está claro que sí. ¿Sabe que, sólo en EEUU, se recetan seis antidepresivos por segundo todos los días del año? Lo que es obvio es que no se pueden medicalizar las vivencias normales en el siglo XXI y que la prescripción de antidepresivos para cambios emocionales es sobreprescripción. Pero también hay infraprescripción. Se da en las personas que creen que la depresión es un mito o que es debilidad, o una conspiración de las farmacéuticas o la cienciología, que no cree en la psiquiatría. Todas estas personas pueden estar necesitando fármacos y no acceden a ellos. En ese caso, se recetan menos de los que se debería.Uno de sus campos de especialización es el de los depresivos que no responden al tratamiento. ¿Cuándo se debe de tirar la toalla con estos enfermos?
Hay que aclarar que, cuando hablamos de resistencia al tratamiento, muchas veces estamos hablando en realidad de intolerancia. Un individuo realmente resistente debe haber seguido la terapia farmacológica de forma adecuada durante, al menos, ocho semanas, y que no haya funcionado. Pero mucha gente prueba y experimenta una ligera disfunción sexual, o una ganancia de peso, o insomnio, y deja de tomar la medicación. Respecto a las opciones, hay combinaciones casi infinitas de distintos fármacos que se pueden probar, siempre que el paciente sea disciplinado.
Puesto que uno de los problemas es que muchos enfermos no siguen correctamente los tratamientos, ¿por qué no se desarrollan fórmulas de consumo semanal, como las inyecciones que se aplican los esquizofrénicos?
En primer lugar, porque mucha gente cree que los pinchazos son inaceptables. Respecto a los fármacos de uso semanal, hay un problema comercial. Se ha demostrado, por ejemplos en tratamientos para la osteoporosis, que la gente no está dispuesta a pagar lo mismo por cuatro pastillas que por 30 comprimidos, aunque eso suponga reducir su tratamiento a cuatro tomas mensuales. Los laboratorios lo saben y no tienen motivación para mejorar la comodidad del paciente si no van a sacar beneficio de ello.
¿Cuál cree que ha sido el último hallazgo destacable en psicofarmacología?
Lo más destacado en los últimos años es el avance en el tratamiento de la fase depresiva del trastorno bipolar. Antes pensábamos que las depresiones siempre eran unipolares y que en los pacientes con trastorno bipolar predominaban los episodios de manía. Ahora sabemos que la mitad de los depresivos son bipolares y que, si tienes esta enfermedad, pueden predominar las depresiones. Hemos desarrollados tratamientos nuevos muy eficaces para estas.
¿Cuál es el más necesario de los que aún no se han logrado?
No hay duda de que necesitamos más eficacia en los tratamientos de todas las enfermedades mentales. En la depresión, sólo un tercio de los pacientes consigue remisión en el primer tratamiento, aunque la mitad mejora. Pero incluso entre estos puede haber recaídas. Necesitamos antidepresivos que funcionen toda la vida. Más dramático es el caso de la esquizofrenia, donde los fármacos reducen los síntomas sólo en un 20%. Cierto que es el porcentaje que permite que abandonen el hospital, pero siguen sin poder volver a trabajar o tener pareja.
Usted es autor de varios manuales de prescripción de psicofármacos. ¿Cómo hace para evitar el conflicto de interés con los laboratorios?
Yo creo que la clave está en ser trasparente, no esconderlos. Hay mucha gente que cree que no se debe de hablar con la industria farmacéutica, pero es un error porque ¿cómo se puede aprender entonces de los nuevos medicamentos? Si uno odia a los laboratorios y cree que es una industria diabólica y que todo debe de ser hecho desde la Fundación Bill Gates, bien, pero la realidad es que, en ese caso, no habría fármacos. Y sí, los laboratorios tienen conflictos, tienen a profesionales comprados y cometen excesos, no hay duda, pero hay que convivir con ellos y, eso sí, aceptar las críticas. Todos tenemos compradores, el problema es cuando se esconde y cuando influye en el trabajo.
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