En Estados Unidos están comprobando científicamente lo que en los países mediterráneos se sabía desde hace generaciones: pocas cosas hay mejores que la siesta.
Según un estudio dirigido por Matthew Walker, profesor de psicología de la universidad de Berkeley en California, las personas que se echan la siesta rinden más por las tardes que las que no lo hacen. Y no sólo eso.
En este estudio treinta y nueve voluntarios sanos de veintiún años tuvieron que memorizar cien combinaciones de rostros y nombres durante la mañana. Después un grupo disfrutó de una siesta de noventa minutos mientras que el otro se mantenía despierto.
A las seis de la tarde se repitió el ejercicio. El grupo que había descansado tuvo una mejora de un 10% en su rendimiento mientras que el que permaneció en pie tuvo una ligera disminución de su capacidad, también de en torno al 10%.
Este y otros ejercicios previos empujan a Walker a afirmar que el hipocampo almacena la información pero que precisa pasarla al córtex prefrontal, que sospecha que cuenta con mayor capacidad, y el sueño contribuye a que ésto suceda.
Ya había otros estudios que asociaban el sueño con la consolidación de la memoria. Pero realmente la novedad de éste es que apunta a que además el sueño restaura de nuevo la capacidad de aprender, de fijar nuevos conocimientos.
Es decir, que conviene dormir tras haber aprendido algo para fijarlo, pero también hay que dormir y descansar antes de acometer un nuevo aprendizaje. Por lo que una siesta a la mitad de la jornada resulta de lo más recomendable.
Estudiantes, personas mayores con problemas de memoria... son muchas las personas que se verían beneficiadas por una siesta, que los autores del estudio reconocen que no tiene por qué ser de noventa minutos para resultar efectiva: "20minutos son suficientes" para "resetear" nuestro cerebro.
La siesta además predispone a las emociones positivas. También en un estudio de la Universidad de California en Berkeley se descubrió que los individuos que durmieron la siesta entre 60 y 90 minutos y pasaron por la fase REM aumentaron su receptividad ante la expresión facial de felicidad después de dormir. Las personas que no durmieron siesta durante el día mostraron mayores reacciones ante la ira y el miedo.
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