Andrzej Szczeklik, (Cracovia, 1938), profesor del Departamento de Medicina de la Escuela Universitaria de Medicina Jagiellonian, de Cracovia (Polonia), es especialista en enfermedades cardiovasculares y una eminencia en su país. Este médico, que se autodefine como humanista, ha sido investido doctor honoris causa por varias universidades y es miembro de instituciones académicas médicas como el Royal College of Physicians de Londres.
Szczeklik presentó ayer en Barcelona su libro Catarsis (Acantilado), un ensayo erudito de la historia de la medicina, jalonado de leyendas mitológicas e hitos médicos, y que además también debate sobre temas de la ciencia médica actual, como las pandemias. A juicio de este experto, la temida gripe A no ha sido, ni mucho menos, una pandemia.
¿Por qué ha escogido el título Catarsis para su libro?
En la antigua Grecia, en la época prehomérica, a los médicos se les llamaba catárticos, que significa purificadores. La palabra catarsis tiene su origen en la medicina. Hipócrates y otros médicos antiguos observaron que los pacientes, en los momentos de crisis de una enfermedad, tenían tos, sudores, fiebre o diarrea, es decir, que nuestro cuerpo tiene mecanismos especiales para que podamos purificarnos. De ahí el título.
Los griegos utilizaban la música para purificar el alma. ¿Es usted partidario de aplicar tratamientos alternativos en los hospitales?
Creo que es interesante intentarlo, aunque hay muy pocos ensayos sobre ello, y nunca hay que olvidar los tratamientos clásicos. A pacientes con un cáncer de pulmón no se les debería dejar de aplicar la terapia anticáncer y ponerles a escuchar sólo a Albéniz o Chopin. Sería un error.
También habla usted de la medicina regenerativa. ¿Qué espera de ella?
La medicina regenerativa es nuestra mayor esperanza. Las células madre han despertado unas expectativas enormes. Se han empezado a tratar los infartos de miocardio con células madre. En el departamento del que soy responsable, tomamos muestras de células madre de la médula espinal, las purificamos y se las reinyectamos al individuo al que se las hemos extraído. Diversos centros realizan angioplastias consistentes en introducir un catéter para acceder al corazón dañado e inyectar, a través de este, células madre para que lleguen al músculo cardíaco. Nuestra esperanza es que lleguen por ellas mismas al corazón y puedan reparar el infarto de miocardio.
Pero esos experimentos para regenerar el músculo cardíaco, tras un infarto, no están dando buenos resultados aún.
Se empezaron con mucho entusiasmo y ahora hay más escepticismo. Nosotros aplicamos las células madre a pacientes que tienen una arterioesclerosis muy avanzada en las arterias de las extremidades inferiores, cuando ya no se puede hacer nada más, salvo amputárselas.
En su libro aborda el asunto de las pandemias. ¿Qué opina de la gripe A?
La gripe A no ha sido una pandemia en ningún sitio. De hecho, los estudios epidemiológicos realizados en nuestro país han demostrado que había más gente afectada por la gripe ordinaria que por la nueva gripe.
Cuenta usted que, desde que se identifica la cepa virulenta de un virus hasta que se fabrica una vacuna, pasan seis meses. Es partidario de acortar este periodo, pero ¿no cree que la gente desconfiaría de las vacunas, como ha ocurrido con la de la gripe A?
La vacuna es la mejor solución técnica. No va a ser fácil acortar el tiempo de fabricación, por cuestiones técnicas. Hay que averiguar si una vacuna va a ser buena o mala. No obstante, en la medicina moderna siempre hay problemas económicos y presiones encubiertas de las compañías farmacéuticas.
En el caso de la vacuna de la gripe A, ¿cree que detrás ha habido, como se ha dicho, intereses de la industria farmacéutica?
No tengo pruebas para afirmarlo.
Respecto a la secuenciación del genoma y su aplicación a la medicina, ¿cree que está siendo útil? ¿Cuál va a ser el siguiente paso?
Pienso que es útil, aunque aún queda un largo camino por recorrer. Lo es en las enfermedades raras, causadas por un solo gen, pero la mayoría de enfermedades de la sociedad moderna, como las cardiovasculares, tienen más causas genéticas [no se deben a un único gen]. El futuro de la ciencia biológica va a ser aprender cómo se expresan esos genes, cómo funcionan. Sabemos dónde están, pero no las fuerzas que les llevan a actuar. Ese va a ser el próximo gran descubrimiento. La comunidad científica piensa que la epigenética va a tener un papel muy importante al respecto; va a ser el Gran Colisionador de Hadrones (acelerador de partículas instalado en Ginebra, o LHC) de la biología.
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