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2013/08/24

Las cuentas pendientes que deja el consejero delegado de Microsoft

Cuando uno piensa en Steve Ballmer, el consejero delegado de Microsoft que ha anunciado que dejará la compañía en 12 meses, le vienen a la mente dos imágenes. La primera es la de un ejecutivo desquiciado sobre un escenario con una camisa sudada y gritando: 'Developers, developers, developers [desarrolladores]'.
La segunda es la de un ejecutivo que se mofó del iPhone, un dispositivo que unos años después consiguió un logro impensable para entonces: generar más dinero por sí solo que todo Microsoft en su conjunto.

"No hay ninguna oportunidad de que el iPhone consiga ninguna cuota de mercado significativa", dijo Ballmer entonces en la que podría ser la previsión más desafortunada que ha vivido el sector tecnológico en toda su historia. Cinco años después, Microsoft anunció una reestructuración enfocada a imitar el modelo de Apple, lo que no deja de ser paradójico.
Cuando se vaya dentro de un año, Ballmer dejará un reto complejo a su sucesor. Microsoft sigue obteniendo grandes beneficios -nada menos que 21.863 millones de dólares en el ejercicio fiscal de 2013- gracias a su negocio de siempre, Windows y Office -ambos muy ligados al sector empresarial-, pero su cuota de mercado en móviles, donde se está produciendo la gran revolución tecnológica, es prácticamente insignificante en comparación con la de Apple y Google, que es líder con su sistema Android.

El retraso de Microsoft en esta nueva era de la informática que Steve Jobs denominó 'post-PC' se vislumbró perfectamente en los últimos resultados que presentó la compañía que ha estado dirigiendo Ballmer durante los últimos 13 años. En ellos, reconocía que había tenido que destinar 900 millones de dólares a afrontar las pérdidas de su tableta 'Surface', un dispositivo que llegó con más de dos años de retraso a competir con el iPad y que no está obteniendo las ventas que la compañía esperaba.

En el mercado de los móviles la situación de Microsoft no es halagüeña. La distancia que le separa de Apple y Google es abismal pese a los esfuerzos por modernizarse que supuso el salto a Windows Phone -su anterior apuesta era Windows Mobile- y la alianza con Nokia. Aunque Windows Phone ha sido un sistema apreciado por la crítica, su tardía llegada al mercado provoca una falta de aplicaciones importantes, precisamente el factor que determina a muchos usuarios a decantarse por uno u otro sistema. En el segundo trimestre de este año, Windows Phone logró una cuota de mercado del 3,7%, por encima del 3,1% de un año antes, aunque sigue muy lejos del 13% obtenido por el iPhone o el 79% de Android, según los datos de IDC.

El cambio radical que se ha producido con Windows 8, lanzado a finales del pasado año para ordenadores, es también un intento para adaptarse a los nuevos tiempos en el que se impone el control de los dispositivos pero su recepción no está siendo tampoco la esperada. De hecho, el impulsor de los cambios y principal candidato a suceder a Ballmer dejó por sorpresa la empresa al poco de producirse el lanzamiento.

La transición hacia los móviles y tabletas no es la única a la que Microsoft ha llegado tarde. Los servicios en la nube -datos y programas que se utilizan a través de Internet- de otras empresas, como Google Drive, Evernote o Dropbox, son también una amenaza para el negocio de la compañía de Redmond, ya que atacan especialmente herramientas incluidas en Office. Microsoft ha actualizado Office a los nuevos tiempos, con una suscripción anual que permite usar Word y Excel en la nube, pero también parece haber llegado tarde a esta innovación.
Luces

En cualquier caso, la gestión de Ballmer, que siempre ha sido visto más como un 'vendedor' que como un visionario tecnológico -llegó en 1980 a la empresa como primer director de negocios-, también ha tenido sus episodios positivos. Windows XP, que fue lanzado poco después de su llegada como consejero delegado, tuvo un éxito extraordinario y culminó probablemente los mejores años de la industria del ordenador personal, lo que llevó a la empresa a cosechar años de resultados récord.

La consola Xbox 360 también es otro de los productos exitosos de la compañía, el primero además dentro de sus productos de 'hardware' en tener una buena acogida, algo significativo en la nueva era en la que se adentra la empresa en la que quiere dejar de ofrecer sólo servicios para también crear sus propios dispositivos.

Además, los ingresos se han triplicado y los beneficios se han multiplicado por dos bajo su liderazgo. Sin embargo, la capitalización bursátil de la compañía se ha mantenido muy plana durante la última década y muy lejos de la que ostentaba cuando accedió al cargo antes del pinchazo de la burbuja tecnológica. Entonces era de 600.000 millones de dólares, ahora es de 270.000 millones. Mientras, las de Apple y Google se ha disparado en estos años y ya le superan: valen 455.000 millones y 290.000 millones, respectivamente.

El reto del sucesor

Steve Jobs dijo que cuando personas como Ballmer, que se dedicaban a las ventas, se hacen con las riendas de una compañía tecnológica, comenzaba su declive porque sólo se centran en losbeneficios a corto plazo y no se preocupan por los productos. Ahora, Microsoft tiene la oportunidad de buscar un sustituto con una visión más innovadora.

Por el momento, no hay un candidato claro. El que más sonaba como sucesor, Steven Sinofsky, dejó la compañía el pasado año. Ahora suenan varios ejecutivos que lograron acumular más poder durante la última reestructuración de la empresa. La vuelta de Bill Gates, centrado desde el año 2000 en su faceta filántropica parece descartada aunque asesorará en la búsqueda del nuevo consejero delegado. Entre los nombres de personas fuera de la empresa, Stephen Elop, consejero delegado de Nokia y que ya estuvo en Microsoft, también suena como posible sucesor, pero de momento no hay nada claro.

En cualquier caso, el mercado parece aplaudir la decisión de la salida de Ballmer, incluso cuando no hay nombre aún de un sucesor. Las acciones de Microsoft se dispararon tras conocerse la noticia, lo que, paradójicamente, hizo que ganar más de 700 millones a Ballmer, ya que posee más de 300 millones de acciones de la empresa.

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