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2012/04/24

Los orígenes del éxito de Instagram


Pasada la medianoche, en un depósito sutilmente iluminado ubicado cerca de la bahía de San Francisco, Kevin Systrom y Mike Krieger presentaron algo sobre lo que habían estado trabajando durante semanas: una aplicación para iPhone que se utiliza para compartir fotografías, llamada Instagram. Lo que sucedió después fue más loco que lo que podrían haber imaginado.
En cuestión de horas, miles de personas la descargaron. Los sistemas de computadora que manejan las fotografías continuaron fallando. Ninguno de ellos sabía qué hacer.
"¿Quién es la persona más astuta a la que puedo llamar?", recordó que pensaba Systrom. Él buscó en el directorio de su teléfono y halló a su hombre: Adam D'Angelo, un ex jefe de tecnología en Facebook. Ellos se habían conocido en una fiesta hacía siete años, tomando cerveza en tazas de plástico rojo, en la fraternidad Sigma Un, de la Universidad Stanford. Esa noche de octubre de 2010, D'Angelo se convirtió en la soga para la salvación de Instagram.
"Adam pasó aproximadamente 30 minutos hablando por teléfono con nosotros", recordó Systrom, "guiándonos por las cosas básicas que necesitábamos hacer para recuperarnos".
Systrom, quien ahora tiene 29 años, ofreció esto a modo de parábola en el cuarto repleto de personas que deseaban llegar a ser empresarios, y que habían venido a escucharlo hablar en Stanford, la última primavera boreal: en la intensamente competitiva escena de los "recién iniciados" aquí, el éxito está muy asociado a quién conoces y qué tanto sabes de la otra persona. "Asegúrense de pasar algún rato después de la charla conociendo a las personas que los rodean", dijo a la audiencia.
Esas personas, podría haber agregado, algún día podrían moldear sus destinos. Ellos algún día podrían colocar dinero a la fuerza en sus manos. Podrían codearlos para que abandonen el trabajo fijo y apuesten a una vaga idea. Esta semana, apenas 18 meses después de aquella noche en el depósito, Instagram fue adquirido por Facebook, que pagó 1000 millones de dólares , convirtiendo de este modo a Systrom, a Krieger y a varios de sus inversores amigos en multimillonarios.
El extraordinario éxito de Instagram es un relato sobre la cultura de la escena tecnológica del área de la Bahía, la cual funciona gracias a una red de tejido apretado compuesta de empresarios e inversores que nutren los proyectos mutuos con dinero, consejos y también con la presentación de las personas adecuadas. En líneas generales, se trata de una red de hombres jóvenes, muchos de los cuales se educaron en Stanford y tuvieron la atención de los capitalistas de riesgo más importantes del mundo, incluso antes de abandonar la ciudad universitaria.

En este grupo, se considera que tomar riesgos es una prueba de valentía. Las ideas son desechables: si uno no trabaja, rápidamente se lo cambia por otro. El ritmo es importante. Tú haces tu propia suerte.
"Hay cierta cosa de hallazgo por casualidad respecto de los emprendedores, pero las personas triunfadoras son las que necesitan encontrar los empresarios para hacer aquellas conexiones que llevan al éxito", expresó Ted Zoller, un antiguo miembro de la Fundación Ewing Marion Kauffman, quien estudia desarrollo económico vinculado con el ámbito empresarial. "Los lazos sociales que haces se correlacionan directamente con el éxito".
Para Systrom, las conexiones forjadas en Stanford fueron cruciales.
D'Angelo, un graduado en el año 2006, del Instituto de Tecnología de California, lo ayudó a encontrar ingenieros, a configurar bases de datos y a enriquecer las características del sistema. Inmediatamente después de que Instagram salió a la luz, D'Angelo invirtió en él. Lo mismo hizo Jack Dorsey , de 35 años, quien es uno de los fundadores de Twitter; Systrom había sido un pasante en la compañía que posteriormente se convirtió en Twitter.
Un colega en Google, donde Systrom trabajó inmediatamente después de terminar la universidad, le presentó a Marc Andreessen, un capitalista de riesgo que ya había invertido millones en Facebook. Durante la primavera boreal del año 2010, incluso antes de que naciera Instagram, Andreessen le entregó un cheque por 250.000 dólares.
El invernadero para muchas de estas conexiones vitales fue un competitivo programa de estudio y trabajo para recientes empresarios, denominado Programa Mayfield Fellowship. Systrom fue miembro de dicho programa en el año 2005; Krieger le siguió dos años después. Fue importante para ambos ya que puso a los dos hombres en contacto con empresas recién iniciadas y de gran aceptación en el área de la Bahía, junto con capitalistas de riesgo que deseaban sembrar empresas más nuevas y de mayor aceptación.
"Hay grandes oportunidades de conocer a capitalistas de riesgo y hacer conexiones", recordó Becky Neil, quien estuvo en el programa Mayfield con Systrom, en el año 2005. "Nosotros los tratamos como nuestros pares".
Tanto Systrom y Krieger no quisieron hacer comentarios para este artículo, y alegaron restricciones regulatorias, adelantándose a la oferta pública de Facebook.

Los orígenes de los futuros multimillonarios

Systrom creció en un suburbio de Boston y concurrió a la escuela Middlesex, una academia privada ubicada en Concord, Massachusetts, con 375 alumnos y casi la mitad de esa cifra en hectáreas de extensión.
En 2002, él se inscribió en Stanford, y se especializó en ingeniería y ciencias de la administración, un programa creado para aquellos que deseaban estar inmersos en el mundo de los negocios. Systrom pasó a formar parte de la fraternidad Sigma Un, la cual, tal como recuerda Neil, era famosa por sus fiestas relativamente insulsas; de esas que no terminaban con alguien al que había que salir corriendo para llevarlo al hospital. Se las promovía con videos de música, algunos de los cuales muestran a un pícaro Systrom.
Sus compañeros recuerdan a Systrom por tener buen ojo para la fotografía y el diseño; él realizaba presentaciones en clase que estaban entre las más hermosas que se exhibían. Era naturalmente sociable y también estaba entusiasmado por ser empresario. Durante un corto tiempo, dirigió un negocio de comidas por encargo, como, los que figuran en Craigslist, para los alumnos de Stanford. Ya en el año 2005, recordó un compañero de clase, Alex Gurevich, Systrom tenía su mira puesta en los teléfonos móviles porque consideraba que eran lo que haría furor en el futuro.
Systrom no estaba muy preparado para largarse solo.

Después de graduarse, fue a trabajar a Google, en la vecina ciudad de Mountain View. Según los estándares de sus compañeros, a eso se lo consideraba un trabajo bueno y seguro, aunque no terriblemente de onda. Y él comenzó allí años después de que Google cotizara en bolsa, lo cual fue demasiado tarde como para obtener ganancias inesperadas. Allí duró menos de tres años y se pasó a Nextstop, un sitio de recomendaciones de viajes que fue fundado por ex colegas de Google y que fue finalmente adquirido por Facebook. Pero Systrom, según recordó Gurevich, era "inquieto". Había hecho suficientes contactos con inversores durante sus días en Stanford y, para comienzos del año 2010, tenía un atisbo de idea de negocio.
Su gran oportunidad, si hubo alguna, llegó en una fiesta en el Madrone Art Bar, en enero de 2010, con la apertura de una empresa llamada Hunch, como el host. Allí, conoció a Steve Anderson, de 44 años, quien es el fundador de Baseline Ventures y también es un inversor experimentado, quien para ese entonces tenía intereses en Twitter. Systrom sacó su iPhone y le mostró algo que estaba creando, llamado Burbn, después de que había tomado su bebida alcohólica preferida.
Según recuerda Anderson, Systrom tenía un prototipo y una vaga idea. Quería crear un servicio que permitiera a las personas compartir su ubicación con amigos, al igual que la famosa aplicación Foursquare, y que tuviera algunas herramientas vinculadas con la fotografía. Estaba probando el prototipo con amigos.
"Sabíamos que todo lo que tuviera que ver con la telefonía móvil iba a ser importante, y sabíamos que había una oportunidad para crear experiencias irresistibles para los dispositivos móviles", recordó Anderson de sus conversaciones iniciales. "Pero nosotros no sabíamos mucho más que eso".

Anderson estaba preocupado por una cosa: la cámara de resonancia que puede acosar a una compañía nueva formada por una sola persona. Él sugirió que Systrom debía hallar un socio. Y Systrom estuvo de acuerdo. En pocos días, Anderson transfirió 250.000 dólares a una compañía recién nacida, establecida por un abogado que había recomendado a Systrom. Andreessen pronto agregaría 250.000 dólares de su propia firma. Systrom pudo entonces abandonar su trabajo fijo.
Su búsqueda de un socio naturalmente lo llevó a la red Mayfield, y a Krieger, un inmigrante de Brasil conocido como Mikey y, en palabras de Gurevich, un "activo ingeniero".
Krieger aportó diferentes habilidades. Se había especializado en sistemas simbólicos, un programa interdisciplinario que une la codificación con la psicología, la lingüística y la filosofía. Uno de los proyectos de Krieger, tal como mencionó su profesor Clifford Nass, fue diseñar una interfaz de computadora para calcular la emoción humana.
"Él claramente estaba muy interesado y meditabundo respecto de la psicología", dijo Nass. "Ves eso en Instagram. No es un triunfo de la tecnología. Es un triunfo del diseño y de la psicología".
Los dos hombres comenzaron trabajando en Dogpatch Labs, ubicada en un antiguo embarcadero, con redes de pesca colgadas de las paredes y largas mesas que funcionaban como un espacio de oficina compartido para las compañías de tecnología con aspiraciones de progreso. Julian Green, quien trabajó poco tiempo en Dogpatch, recordó que los dos hombres estaban inusualmente obsesionados con los detalles de diseño. Una vez, dijo, pasaron dos horas perfeccionando los extremos redondeados de los íconos de la aplicación.
Una de las lesiones cruciales de Instagram es que sus fundadores no pasaron mucho tiempo preocupándose por su idea original.
Inmediatamente después de que comenzaron a trabajar juntos, en marzo de 2010, Krieger y Systrom decidieron que Burbn no funcionaría. Tenía demasiadas funciones. Era demasiado parecido a lo que Foursquare ya estaba haciendo. Ellos rápidamente cambiaron; pivotaron, según la jerga de Silicon Valley. Decidieron que las fotografías, populares entre los usuarios de Burbn, serían lo más importante.
El lanzamiento del iPhone 4 les brindó un anzuelo perfecto: tenía una cámara de alto rendimiento y podía mostrar imágenes de mayor resolución. Los usuarios podían tomar fotografías, realizarles ajustes, escribir epígrafes y enviarlas al mundo. Le dieron un nuevo nombre: Instagram.
"Le colocamos otro nombre porque sentimos que captaba mejor lo que hacía: un telegrama instantáneo, en cierto modo", escribió Systrom en Quora, un sitio de preguntas y respuestas que su amigo D'Angelo había creado. "También sonó el nombre cámara-y."
Los hombres trabajaron hasta altas horas de la madrugada, el 6 de octubre de 2010, para poner en marcha a Instagram. A las 4 de la mañana, Systrom escribió en su Twitter: "Bueno, se fue una noche de sueño".
Rob Abbott, uno de los asesores de Dogpatch Labs, quien les estaba haciendo compañía esa noche, dijo: "Los recuerdo sentados uno al lado del otro, con teléfonos desparramados sobre el escritorio y latas de Red Bull".
Instagram despegó como un cohete, en parte porque Systrom había incitado la demanda. Tal como explicó en una entrevista que concedió a la cadena de televisión para Internet denominada Revision3, en enero, Systrom permitió que algunos influyentes bloggers y algunos contactos, como Dorsey, de Twitter, probaran una versión de la aplicación antes de su lanzamiento oficial. Pronto Dorsey estaba usándola para enviar fotografías a sus seguidores de Twitter y se corrió la voz.
Pero el frenesí fue tanto una bendición como una maldición. La pesada carga hizo que el esfuerzo de toda una noche se tradujera en el alquiler de un servidor de Amazon, el cual facilitó el agregado de capacidad para moverse al ritmo del crecimiento.
Systrom y Krieger pronto se acostumbraron a llevar MacBook Airs y tarjetas inalámbricas a todos lados. Si había alguna falla en el sistema, ellos rápidamente podrían conectarse a Internet y solucionarla. "Lo cual sucedió muchísimo, debido a la afluencia de tráfico", dijo Abbott.
De 25.000 usuarios que tuvieron en las primeras 24 horas, Instagram creció hasta alcanzar los 300.000 en la tercera semana, y posteriormente llegó a las decenas de millones.
Con sus extravagantes bordes y filtros, que conferían a las fotografías una potencia adicional o un brillo nostálgico, llegó al corazón y al alma. Las personalidades del espectáculo lo adoptaron, incluyendo a la estrella del pop Justin Bieber, el último mes de julio. En Twitter, él publicó una fotografía Instagram del tránsito en Los Ángeles. Las adolescentes gritaron; y después revisaron Instagram. Una versión de la aplicación para Android, que fue lanzada este mes, atrajo a un millón de personas en las primeras 24 horas.
Los fundadores mantuvieron a una escasa cantidad de colaboradores en su equipo; agregaron 11 personas desde el lanzamiento de la aplicación, incluyendo a varios graduados de Stanford. Los inversores hicieron cola en la puerta.

Inversiones y el gran golpe de efecto: Facebook

Benchmark Capital, a cuyos socios Systrom había conocido mientras estaba en la universidad, lideraron una ronda de inversiones de 7 millones de dólares, en febrero de 2010. Dorsey y D'Angelo se unieron. La semana última, hubo una segunda ronda de financiamiento que valuó a la compañía en 500 millones de dólares. Systrom dijo a los asociados hace pocos meses que no estaba interesado en vender.
Pero luego llamó Mark Zuckerberg.
Cuando él y Systrom hablaron, el viernes último, Zuckerberg, el jefe de Facebook, fue categórico: Facebook deseaba comprar Instagram. Durante las 48 horas siguientes, las dos compañías elaboraron minuciosamente los detalles para celebrar un acuerdo por 1.000 millones de dólares, en dinero en efectivo y en acciones, según personas que conocían el tema y que hablaron desde el anonimato porque las negociaciones fueron de carácter privado.
Para celebrar la ocasión, Zuckerberg escribió una larga publicación en su página personal de Facebook, donde describió a la transacción como un "importante hito" para la compañía, la cual ha estado ansiosa por introducirse con más fuerza en las aplicaciones móviles. El acuerdo, y la velocidad con la que se celebró, se traducen en que Zuckerberg vio el meteórico ascenso de Instagram como una potencial amenaza, ya sea como un servicio autónomo o en manos de uno de sus rivales como Google o Twitter. Un vocero de Facebook se negó a hacer comentarios.
Systrom no terminó derrotando a Foursquare. Sucedió que él y Dennis Crowley, uno de los fundadores de Foursquare, crecieron en ciudades vecinas, en Massachusetts. Hace dos años, para Navidad, se encontraron en un bar local. El mes último, volvieron a verse en un viaje de negocios a Londres, donde se reunieron con el primer ministro y decidieron pasar unas breves vacaciones juntos en Escocia, repleto de degustaciones de whisky escocés.

Systrom quizás perdió una conexión en el acuerdo: Dorsey, de Twitter. Su compañía, según lo que diversas personas comentaron sobre el tema, había expresado interés en comprar Instagram en los últimos meses. Dorsey alguna vez utilizó Instagram diariamente para enviar fotografías a Twitter, pero desde el anuncio del acuerdo no lo ha vuelto a hacer; quizás esto sea un signo de que no está contento de verlo en manos de un competidor. Un vocero de Twitter se negó a hacer declaraciones.
El equipo de Instagram estuvo en Facebook esta semana, tal como está documentado por un vicepresidente de Facebook en (adónde más) Instagram. Si Systrom permanecerá allí durante mucho tiempo es lo que todos se preguntan. Con una inminente oferta pública, existe el riesgo de que Facebook pronto se convierta en lo que era Google: un lugar seguro, corporativo pero lejos de la onda bohemia y electrizante de un emprendimiento. Y Systrom quizás nuevamente se ponga inquieto.



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