Aquellos que intentan ligar con juegos malabares difícilmente superarán el número de las arañas de Singapur. Como pollo sin cabeza, los genitales del Nephilengys malabarensis siguen bombeando dentro de la hembra después de que su dueño se los haya arrancado. Así lo ha descubierto un equipo de investigadores que ha estudiado los encuentros íntimos de 25 parejas de malabarensis en busca de nuevas tácticas evolutivas para garantizar la supervivencia. El nuevo truco se llama copulación a distancia.
El sexo de las arañas es tan conflictivo que parece una guerra. Las hembras, varias veces más grandes que los machos, los devoran tras la cópula. Además, gustan de aparearse con varios machos para mejorar la especie, algo que no entienden sus esforzados pretendientes.
Las ofensivas sexuales de las féminas dan lugar a adaptaciones "a la contra" con las que los machos intentan asegurarse de que serán los únicos padres de sus hijos. Estas tácticas incluyen prácticas comunes en otras especies, como escoltar a la hembra una vez cubierta para que ningún otro se le acerque, y otras más exclusivas, que incluyen arrancarse los órganos sexuales y dejarlos dentro de la fémina para "taponarla", según explica el equipo de Matja? Kuntner. Este investigador de la Universidad Hubei de China explica un comportamiento aparentemente absurdo en los machos de malabarensis en un artículo publicado en Biology Letters.
En lugar de dejar dentro de la hembra sólo la punta de su órgano sexual (el pedipalpo) para taponarla, se desprenden de él al completo. Esto, en principio, no supone ninguna ventaja adaptativa, pues el macho queda estéril. Pero, tras observar al detalle las cópulas de estas arañas de 15 milímetros (las hembras) recogidas en Singapur, Kuntner lo entendió todo.
Tras desprenderse de su sexo, el macho intenta escapar de su pareja depredadora. Mientras, su miembro se queda dentro, expulsando esperma y combatiendo por la paternidad única con una cópula a distancia. De hecho, Kuntner detalla que el pedipalpo del macho expulsa más esperma después de ser arrancado. Si le sale bien el número, escapará a las fauces de la hembra y procreará. De alguna forma, el miembro del malabarensis es como el Cid, que gana batallas después de muerto.
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