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2011/05/02

El Niño Desconocido del 'Titanic' ya tiene nombre

Clarence Northover guardó aquellos zapatos de bebé durante seis años en su escritorio de la oficina de Policía, hasta que se jubiló y se los llevó con él a su casa. No sabía qué hacer con ellos. Cuando le ordenaron arrojar al fuego toda la ropa de las víctimas del Titanic para evitar el trapicheo de souvenirs, "no tuvo corazón para quemarlos", según relataba su nieto Earle en una carta dirigida en 2002 al Museo Marítimo del Atlántico, en Halifax (Canadá). Junto a la misiva, el museo recibió aquel par de zapatos. "Continuamente oímos de gente que piensa que tiene objetos del Titanic", escribía en 2005 el conservador del museo, Dan Conlin. "Terminan siendo sólo buenos deseos", añadía. Pero en el caso de la donación de Earle Northover, "las pruebas confirmaron la historia", concluía Conlin.
Todo indicaba que, en efecto, aquellos zapatos eran los referidos en la tarjeta de registro del cuerpo número 4 de los poco más de 300 rescatados frente a la costa de Nueva Escocia días después del hundimiento del Titanic, en abril de 1912. La visión de aquel pequeño cadáver flotando solo en las aguas del océano, el único de un niño que pudo recuperarse, conmovió tanto a los marineros del buque de salvamento Mackay-Bennett que ellos mismos costearon el entierro y cargaron su ataúd a hombros hasta la fosa en el cementerio de Fairview Lawn, en Halifax. Allí, la tumba se adornó con una estela que rezaba "Niño Desconocido".
Lejos de poner el punto final, el entierro fue el comienzo de la odisea en busca de la identidad del Niño Desconocido. Algunos testigos narraron cómo los embates del mar habían arrebatado a un niño de los brazos de su madre, lo que hizo sospechar que se trataba de Gösta Leonard Pålsson, un pequeño sueco de 2 años. Su madre, Alma, fue hallada con los billetes de sus cuatro hijos en el bolsillo. La enterraron a la vera del Niño Desconocido.
Insatisfechos con los endebles indicios, los Pålsson se pusieron en contacto con el genetista Ryan Parr, de la Universidad Lakehead de Ontario, y en 2001 se exhumaron los restos. No quedaba mucho: una astilla de hueso de la muñeca y tres piezas dentales. Los científicos lograron extraer ADN mitocondrial, de herencia materna. El análisis genético fue definitivo: no era Pålsson. Los registros de víctimas acotaron la búsqueda a otros cinco niños menores de 3 años. El ADN mitocondrial y el tamaño de las piezas dentales inclinaron el veredicto hacia el bebé finlandés Eino Viljami Panula, de 13 meses.
Sin embargo, las piezas no terminaban de encajar, y, entre ellas, los zapatos fueron la clave: eran demasiado grandes, y un bebé de 13 meses los habría perdido después de tantos días en el mar. El calzado apuntaba hacia otro candidato genéticamente compatible, el inglés Sidney Leslie Goodwin, que tenía 19 meses cuando su vida se truncó en el océano.
Para extender el análisis genético, Parr se alió con el Laboratorio de Identificación de ADN de las Fuerzas Armadas de EEUU (AFDIL). Allí pensaron en un plan B: analizar el cromosoma Y, la herencia paterna, aunque la recuperación de ADN nuclear era ardua en una muestra tan antigua y escasa.
El AFDIL reclutó a la genealogista Colleen Fitzpatrick. "Me pidieron que localizase a un varón descendiente de los Goodwin como referencia de cromosoma Y", señala Fitzpatrick. "Era un desafío, pero logré hallar parientes en Australia y Nueva Zelanda". La experta consultó los censos ingleses donde figuraban los Goodwin: Frederick, Augusta y sus seis hijos. En busca de un futuro mejor, este cajista de imprenta partió con su familia hacia Niagara Falls, donde vivía su hermano Thomas, quien le había hablado de un proyecto de cons-trucción de una central eléctrica que ofrecería muchos puestos de trabajo. Los Goodwin viajaban en tercera clase. Todos perecieron en el Titanic.
El análisis del cromosoma Y "fue infructuoso", dice un portavoz del AFDIL. "El ADN estaba degradado y no había más material". Por fortuna, el nuevo análisis mitocondrial reveló dos diferencias que excluían a Panula. El Niño Desconocido es Sidney Goodwin "con un 98% de certeza", según Parr. Las conclusiones se publicarán en junio en Forensic Science International: Genetics

Ceremonia

Junto a la tumba, Fitzpatrick acompañó a los Goodwin en la lectura de los nombres de los 53 niños que fallecieron en el Titanic. La familia decidió mantener la lápida "a la memoria del Niño Desconocido" como símbolo de todas las víctimas infantiles del "buque insumergible". Los zapatos de Sidney, pequeño viajero de tercera, reposan hoy en el museo de Halifax junto a los guantes de Charles Hays, magnate del ferrocarril y pasajero de primera clase.
"La historia del hundimiento del Titanic es legendaria", reflexiona Fitzpatrick. "Pero cuando te acercas a una familia cuya historia es parte de la tragedia, toma nueva vida, te enfrentas con el elemento humano del desastre, una familia que cambió para siempre. Piensas en todo lo que se podría haber hecho para evitarlo. Pero no se puede cambiar el pasado".

Publico

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