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2011/05/30

La fresa, agridulce alimento de la economía española

Una buena fresa es una delicia. Las de España suelen serlo y eso empuja su demanda, genera un incremento en los ingresos en la península y, al mismo tiempo, trae aparejado un creciente costo ambiental.
España es el principal exportador mundial de fresas. Esa industria genera anualmente un valor superior a los 400 millones de euros (US$570 millones) y de ella dependen más de 50.000 puestos de trabajo. La utilización de métodos de cultivo intensivo permite que haya cosecha varias veces al año.
Nueve de cada 10 fresas que produce el país se exportan dentro de Europa. Alemania se lleva más de un tercio de la producción, Francia la sigue de cerca.
El "oro rojo", como le dicen algunos en España, no sólo ha invadido las estanterías de los supermercados europeos sino también gran parte del paisaje de los campos del sur del país.
Al atravesar las zonas de cultivo de fresa cerca de la ciudad de Lucena del Puerto, Huelva, la tierra se muestra verde.
Pequeños invernaderos, construidos con plástico blanco se extienden hasta donde llega la vista. Debajo se encuentran las fresas. El 90% de la producción española proviene de estos campos.
Pero la zona no tiene suficiente agua como para satisfacer la demanda de semejante industria. De acuerdo con la agencia local de aguas, al menos la mitad de las granjas de fresa de la región se abastecen ilegalmente del líquido.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) dice que hay más de 1.000 pozos ilegales en la zona.
El agua que toman de las napas subterráneas es la misma que alimenta el parque natural de Doñana, que contiene algunas de las más importantes marismas de Europa.

Vida silvestre en riesgo

En Doñana viven especies de las que se ven pocos ejemplares, como el lince ibérico, y el parque es visitado por aves migratorias que viajan desde África. La Unesco lo ha declarado Patrimonio de la Humanidad.
Sus pantanos se alimentan de acuíferos subterráneos. Pero el caudal de una de sus principales fuentes se ha reducido a la mitad en los últimos 30 años.
"Esta es una seria amenaza, porque el agua es importante para todos en el parque, para los animales y para la vegetación", dice Cármen Díaz Paniagua, de la estación biológica de Doñana.
España enfrenta fuertes presiones en torno a la disponibilidad de agua. En los últimos años se han registrado en numerosas ocasiones sequías, situaciones de escasez e incendios forestales.
Pero el uso ilegal del agua ha sido permanentemente ignorado, sobre todo por la presión de los alcaldes que sólo se fijan en los beneficios económicos, señala Felipe Fuentelsaz, funcionario del WWF en España.
"Hay muchos pozos, y no se han cerrado porque la fresa genera empleos", dice.
"El WWF quiere que haya un plan sostenible. Tenemos que asumir que es área de fresas, pero actualmente el área de cultivo es demasiado grande. Es necesario reducirla para hacer sostenible el suelo, preservar los acuíferos y crear un equilibrio entre las agricultura y el medio ambiente del parque nacional Doñana".

Falta de voluntad

Juan Manuel López, delegado de Medio Ambiente de Huelva, dice que llevará tiempo alcanzar un acuerdo entre granjeros y ambientalistas.

"Yo no hablaría de extracción ilegal de agua. Es un período de transición hacia la legalización y la reorganización de tierras", explicó.
"Vamos a clausurar más de 900 pozos y a traer el agua de otras partes, para preservar el acuífero de Doñana".
"Aquí hay empleos. No se puede acabar con el estilo de vida de la gente de un día para el otro".
Freshuelva, la asociación que representa a la mayoría de los granjeros de fresas de la zona no quiso conceder una entrevista.
Pero los granjeros que respetan las reglas -como Juan María Rodríguez, gerente de Flor de Doñana- culpa a las autoridades por no hacer cumplir la ley.
"Claro que nos molesta que haya granjeros que irrigan sus cultivos ilegalmente. Pero el hecho de que haya gente que sabe de esto y no lo detenga es más preocupante", dice.
"Son minoría y hay mucha gente haciendo un buen trabajo en Huelva. De hecho los granjeros le han estado pidiendo por cinco años al gobierno que ponga esto en orden".

La elección es de los consumidores

Pero donde las autoridades locales han fallado, los consumidores pueden llegar a hacer la diferencia.

Algunas de las fresas que se distribuyen en Europa son orgánicas, lo que impone fuertes controles a la producción, incluyendo criterios en cuanto al uso de agua para su cultivo.
En Suiza, por ejemplo, la porción del mercado ocupada por las fresas orgánicas es del 5,7% y está subiendo.
Bio Suisse, la federación suiza de agricultores orgánicos, impone un firme criterio sobre las fresas españolas que se venden en Europa a la hora de etiquetarlas como agricultura biológica.
Hans Remseir, jefe de control de calidad de Bio Suisse, dice que el consumidor sabe apreciar la diferencia.
"Poder confiar en lo que compran es algo cada vez más importante para los consumidores. Quieren saber que pueden rastrear el origen y el camino que recorrió producto hasta llegar a las estanterías, que no es un bien anónimo, producido en contra de todos los principios sociales y ambientales", dice.
Las fresas orgánicas pueden costar hasta dos veces más que las no orgánicas, pero Remseir dice que eso no suele ser un problema para el consumidor suizo.
"En Suiza, el gasto en alimentos representa un 5% del ingreso, así que el precio no es relevante a la hora de tomar decisiones de compra".
Pero en otros países la proporción del ingreso destinada a alimentos es mucho mayor, con lo que los consumidores son mucho más cautos a la hora de comprar.
De hecho, en estos tiempos de crisis, el presupuesto de alimentos es uno de los primeros que recortan los consumidores europeos.
Pero aunque parecen dispuestos a levantar las barreras éticas ante las presiones económicas, no dan muestras de haber perdido el gusto por las fresas.

BBC Mundo

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