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2011/05/30

¿Burbuja social?

Lo puso sobre la mesa la antropóloga Sekai Farai hace ya dos años. “La idea de que una idea puede dar la campanada digital es real. Existe una auténtica sensación de euforia [con la nueva generación de empresas de internet] que puede acabar en baño de lágrimas. Siempre acaba pasando.”, dijo entonces.
Muchos la han citado en los últimos días, a raíz de la salida a bolsa de la red social profesional LinkedIn, cuya capitalización alcanzó los 8.900 millones de dólares y cuyas acciones se dispararon un 109% el día de su debut en el parqué de Wall Street.
¿Burbuja 2.0? Alan Patrick, analista de la consultora Broadsight, habla de “dotcommania-Facebook”, pero admite que a diferencia de las empresas de la época de la burbuja 1.0, LinkedIn genera beneficios. La compañía de Reid Hoffman ganó 15 millones de dólares en el 2010, con unos ingresos de 243 millones de dólares.
John Batelle, fundador de The Industry Standard, confiesa estar cansado de las “comparaciones fáciles con la burbuja 1.0” porque simplemente, dice, “no son exactas”. Es más, afirma que, a estas alturas, ya no existen empresas puntocom.
Michael Birch, fundador de la red social Bebo, que vendió a America Online en el 2008 por 850 millones de dólares, se lo discute. Birch asegura tener la sensación de vivir otra burbuja puntocom, aunque admite que no le gusta la palabra. El empresario, que hace un año montó una incubadora llamada Monkey Inferno, confiesa en Reuters que ha dejado de invertir en Estados Unidos “porque es una locura”.
Aún así, Birch no renuncia a crear proyectos relacionados con las redes sociales porque “el punto de saturación social todavía no ha llegado”, dice. “Siempre está más allá de lo que la gente imagina”, añade. Pero hay que pensar en algo que no tenga nada que ver con Facebook. “No tiene sentido ser como Facebook, tiene sentido ser lo que no es”.
“La mayor amenaza para Facebook es que la gente quiera algo fresco y nuevo”, insiste. En eso trabaja. En “una pequeña red social” diferente. Aunque todavía no puede dar detalles sobre ella. ¿Aire para la burbuja? Farai recuerda en el Observer que desgraciadamente, la única forma de saber si existe o no una burbuja 2.0 es esperar que explote.

La Vanguardia

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