Un grupo familiar formado por una docena de individuos -hombres, mujeres y niños- perdieron la vida, seguramente todos a la vez, en el norte de la península Ibérica. Los hombres estaban emparentados entre sí; las mujeres, no. Fue hace unos 49.000 años, eran neandertales y sus restos fueron a parar a la cueva asturiana de El Sidrón. El ADN, como en una investigación forense, ha desvelado ahora su parentesco y, de ahí, algunas pistas nuevas sobre el comportamiento y demografía de aquella especie europea que dominó el continente y que desapareció hace menos de 30.000 años. Los restos de aquellos individuos presentan claras marcas de canibalismo, una práctica conocida de los neandertales.
"Si ahora tomas al azar una docena de personas por la calle, es muy difícil que siete -o incluso cuatro- de ellos tengan el mismo ADN; pero si haces el muestreo en un bautizo, por ejemplo, las probabilidades de que la gente comparta material genético son muy superiores", explica Carles Lalueza-Fox, líder del equipo que ha realizado este estudio de El Sidrón y que lo presenta en la revista Proceedings (Academia Nacional de Ciencias, EE UU).
Todos los individuos de aquella familia neandertal debieron de morir a la vez, dadas la disposición y las características de los fósiles, y los investigadores han identificado, además, claras marcas de canibalismo. "Están muy fragmentados y muchos de ellos, incluso cráneos, fueron golpeados para acceder al interior", explica Lalueza-Fox, genetista del Instituto de Biología Evolucionista (CSIC-Universidad Pompeu Fabra). Lo que resulta intrigante es cómo acabó todo aquel grupo muerto y consumido al mismo tiempo. La explicación es solo una hipótesis: pudieron morir y, tras ser devorados, sus restos permanecieron fuera de la cueva hasta que algún fenómeno natural provocó el colapso del terreno y se precipitaron hasta la galería conocida como el Osario, en El Sidrón. Tal vez el grupo era más numeroso. Los fósiles (unos 1.800, de 12 individuos) se descubrieron en 1994. Eran tres adultos (dos mujeres y un hombre); tres jóvenes adultos (dos hombres y una mujer); tres adolescentes de entre 12 y 15 años y posiblemente todos masculinos, y tres juveniles o infantiles (de entre dos y nueve años). Los 12 pertenecen a tres linajes femeninos diferentes, mientras que los hombres son del mismo. Dos de los niños pueden ser hijos de una de las hembras y otro sería hijo de otra; la tercera no tiene ningún pariente genético en el grupo.
Esto encaja "con la hipótesis de que eran las hembras las que se movían de un grupo a otro", dice Antonio Rosas, paleobiólogo del CSIC. Esta incorporación femenina al grupo social del hombre es habitual en sociedades tradicionales actuales, apunta Lalueza-Fox.
En cuanto a los neandertales, "el intercambio [de mujeres] tendría lugar durante encuentros puntuales entre los diferentes grupos en lugares comunes y momentos relacionados con la caza", añade Rosas. El efecto es la disminución de la consanguinidad en una comunidad.
El Pais
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