En 2008, el director del Centro Integral Oncológico Clara Campal (CIOCC), Manuel Hidalgo, fue uno de los firmantes en Science del primer mapa genético del cáncer de páncreas, uno de los más mortales. Dos años después de aquel hallazgo, los casi 70 genes que se identificaron se han traducido en la definición de un tratamiento personalizado, que se ha aplicado a uno de los pacientes estadounidenses que participaron en aquel estudio y que ha logrado lo que pocas veces se consigue: que un enfermo de cáncer de páncreas haya superado los cinco años de supervivencia, no sólo manteniendo su calidad de vida sino, además, sin tener que recibir tratamiento.
En uno de los ejemplos más espectaculares de la investigación traslacional, la que pretende traducir con rapidez los hallazgos del laboratorio en el beneficio clínico del paciente, los autores del estudio, publicado en Molecular Cancer Therapeutics, realizaron un xenoinjerto del tumor de uno de los pacientes a un ratón que, obviamente, desarrolló un tumor con la misma expresión genética que el paciente. En ese animal probaron "17 o 18" fármacos distintos, según explicó Hidalgo a este diario, hasta encontrar aquel que modificaba uno de los genes alterados y lograba así la eliminación del tumor. El fármaco, la mitomicina, es un viejo conocido de la oncología, que ni siquiera está ya bajo patente.
Cuando el paciente del tumor original experimentó una recaída del mismo, sus médicos le aplicaron el tratamiento que había curado al ratón, con los excelentes resultados descritos en la revista.
Hidalgo reconoció que, en la actualidad, la secuenciación completa de un tumor es una tecnología cara, pero mostró su confianza en que, en un futuro, sea "tan asequible como un TAC" y se pueda realizar en la mayoría de los tumores.
Aunque el paciente que se ha beneficiado de este tratamiento a la carta es de EEUU, Hidalgo explicó que la técnica se ha reproducido en "tres o cuatro" pacientes en España "de diversos tipos de cáncer, no sólo páncreas", gracias al convenio de colaboración entre el CIOCC y el CNIO, aunque "aún no hay resultados publicados", señaló.
Según los autores, las células iniciadoras del glioma (GIC), también llamadas células madre del glioma, son las responsables de que se inicie el tumor, de sus recaídas y de su resistencia a los tratamientos. Pero lo que ha demostrado el equipo de Seoane va más allá, porque implica una esperanza de curación. Y es que un fármaco, un inhibidor de la hormona TGF-beta del laboratorio Eli Lilly, es capaz de inhibir también dos factores de transcripción CD44 e Id1 que expresan de forma elevada las GIC, estas células iniciadoras que Seoane define como "el bulbo de una mala hierba". Por el momento, el efecto del fármaco se ha demostrado en pacientes de glioma que ya habían sufrido una recurrencia.
Pero Seoane adelantó a Público que hay en marcha un ensayo clínico en fase I la más preliminar de la investigación en los enfermos que, en teoría, más se podrían beneficiar del fármaco, aquellos a los que se ha extirpado un glioma y aún no han sufrido una recurrencia.
En la investigación actual, que aún está en fase de reclutamiento de pacientes y que Seoane considera que se publicará pronto, se pretende, por el momento, conseguir una reducción del tumor y un aumento de la supervivencia de estos enfermos. El índice de supervivencia de los gliomas estudiados, que afectan en Europa a 13.000 personas cada año, no supera el 5%.
El investigador destaca, además, la financiación del estudio, en la que han colaborado entidades filantrópicas, como la Asociación Española contra el Cáncer, e instituciones públicas, como la Unión Europea a través de su programa Euro Research Council. El laboratorio aporta el fármaco evaluado en el trabajo.
Publico
En uno de los ejemplos más espectaculares de la investigación traslacional, la que pretende traducir con rapidez los hallazgos del laboratorio en el beneficio clínico del paciente, los autores del estudio, publicado en Molecular Cancer Therapeutics, realizaron un xenoinjerto del tumor de uno de los pacientes a un ratón que, obviamente, desarrolló un tumor con la misma expresión genética que el paciente. En ese animal probaron "17 o 18" fármacos distintos, según explicó Hidalgo a este diario, hasta encontrar aquel que modificaba uno de los genes alterados y lograba así la eliminación del tumor. El fármaco, la mitomicina, es un viejo conocido de la oncología, que ni siquiera está ya bajo patente.
Cuando el paciente del tumor original experimentó una recaída del mismo, sus médicos le aplicaron el tratamiento que había curado al ratón, con los excelentes resultados descritos en la revista.
Hidalgo reconoció que, en la actualidad, la secuenciación completa de un tumor es una tecnología cara, pero mostró su confianza en que, en un futuro, sea "tan asequible como un TAC" y se pueda realizar en la mayoría de los tumores.
Aunque el paciente que se ha beneficiado de este tratamiento a la carta es de EEUU, Hidalgo explicó que la técnica se ha reproducido en "tres o cuatro" pacientes en España "de diversos tipos de cáncer, no sólo páncreas", gracias al convenio de colaboración entre el CIOCC y el CNIO, aunque "aún no hay resultados publicados", señaló.
Otro hallazgo español
En otro trabajo del Instituto de Oncología Vall D'Hebron, publicado hoy en Cancer Celly dirigido por el profesor del ICREA Joan Seoane, se han identificado como diana terapéutica los marcadores que señalan, entre las células de un tumor, cuáles son las responsables de su inicio y recurrencia. Si esto es importante en cualquier tipo de cáncer, lo es más en aquellos casos en que la recaída es la norma y en los que esto implica, además, una casi segura falta de curación. Entre ellos, el tumor maligno cerebral más frecuente: el glioma.Según los autores, las células iniciadoras del glioma (GIC), también llamadas células madre del glioma, son las responsables de que se inicie el tumor, de sus recaídas y de su resistencia a los tratamientos. Pero lo que ha demostrado el equipo de Seoane va más allá, porque implica una esperanza de curación. Y es que un fármaco, un inhibidor de la hormona TGF-beta del laboratorio Eli Lilly, es capaz de inhibir también dos factores de transcripción CD44 e Id1 que expresan de forma elevada las GIC, estas células iniciadoras que Seoane define como "el bulbo de una mala hierba". Por el momento, el efecto del fármaco se ha demostrado en pacientes de glioma que ya habían sufrido una recurrencia.
Pero Seoane adelantó a Público que hay en marcha un ensayo clínico en fase I la más preliminar de la investigación en los enfermos que, en teoría, más se podrían beneficiar del fármaco, aquellos a los que se ha extirpado un glioma y aún no han sufrido una recurrencia.
En la investigación actual, que aún está en fase de reclutamiento de pacientes y que Seoane considera que se publicará pronto, se pretende, por el momento, conseguir una reducción del tumor y un aumento de la supervivencia de estos enfermos. El índice de supervivencia de los gliomas estudiados, que afectan en Europa a 13.000 personas cada año, no supera el 5%.
El investigador destaca, además, la financiación del estudio, en la que han colaborado entidades filantrópicas, como la Asociación Española contra el Cáncer, e instituciones públicas, como la Unión Europea a través de su programa Euro Research Council. El laboratorio aporta el fármaco evaluado en el trabajo.
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