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2010/12/27

Dime qué aplicaciones te bajas y te diré qué compras

Lo sospechábamos. Hace unos días, el Wall Street Journal publicaba un artículo en el que desgranaba los datos personales que envían a las compañías de publicidad algunas de las aplicaciones más populares de los smartphones (iPhone y Android) sin que los usuarios sean conscientes de ello: la ID del teléfono, nuestra localización e incluso otros datos demográficos como la edad o el sexo.
Apple y Google se defienden diciendo que revisan las aplicaciones antes de incluirlas en su oferta y que requieren a las empresas publicitarias tener el consentimiento de los usuarios antes de recabar determinadas informaciones. Seguramente lo tienen. Es fácil darle repetidamente al OK al instalar algo en el teléfono. Aunque tenga letra pequeña.
Para algunos, el tema no tiene mayor trascendencia. Entienden que el precio de una aplicación gratuita es ese: que las empresas de publicidad tengan sus datos para hacerles ofertas que les interesen en lugar de enviarles spam. Joan Mayans, presidente del Observatorio para la Cibersociedad, asegura que no le preocupa dar información a las aplicaciones. “En última instancia, la utilizarán para ofrecerme publicidad más acorde con lo que me interesa comprar. Cuanto más sepan, más fácil me harán la vida”, afirma. Y añade: “Me genera más desconfianza el uso cruzado que puedan hacer de mis datos gobiernos, hospitales, policías y otras entidades”. “Sin embargo”, puntualiza, “debe distinguirse el tipo de invasión que supone la intromisión en el correo electrónico de la llamada telefónica o del SMS, que son mecanismos mucho más intrusivos.”
Para otros, como Josep Sort, técnico de sistemas, algunas aplicaciones se aprovechan sobremanera de la resignación de los usuarios, que “aceptan desde hace tiempo como un mal menor ofrecer sus datos a cambio de servicios gratuitos”. Lo importante, afirma el experto, de 43 años, es que “las cosas estén claras”, que se informe al usuario y se pida su consentimiento para utilizar sus datos.
Esto es precisamente lo que persiguen las mejoras introducidas en las últimas versiones tanto de Firefox como de Internet Explorer. “Existe un preocupante desequilibrio entre lo que las páginas necesitan saber de sus visitantes para personalizar los anuncios o  servicios y la cantidad de datos que recogen”, lamentaba hace unos días ante la Agencia France Presse (AFP) Gary Kovacs, director ejecutivo de Mozilla, al presentar la versión 4 de Firefox, que incorporará un botón “Do not Track” (No rastrees).
Microsoft se ha apresurado igualmente a anunciar una función de “Tracking protection” para la versión 9 del Internet Explorer. Pero el problema dista de estar resuelto porque serán los usuarios los que tengan que activar la función y crear listas de los sitios que no quieren que rastreen su comportamiento online. Probablemente sigue siendo más fácil darle al OK sin leer la letra pequeña.

La Vanguardia

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